Exposiciones

La carnalidad según Lucian Freud

11 mayo, 2006 02:00

Before the fourth, 2004

Leandro Navarro. Amor de dios, 1. Madrid. Hasta el 24 de mayo. De 12.000 a 66.000 e.

La voluntad de expresar la potencia de la condición corporal o carnalidad del hombre, propósito que rige la pintura de Lucian Freud (Berlín, 1922), no sólo se mantiene en su obra gráfica, sino que en ella se ahonda gracias a las aristas penetrantes y a la compleja trama lineal de esta singular manera de dibujar que exige el procedimiento elegido: el aguafuerte. Se trata de un dibujo rayado, arañado, que se abre como una incisión sobre la plancha metálica de su base, mediante la presión variable en intensidad e intenciones del pulso de su autor. Este dibujo seco opera, así, con la viveza de una herida cuyo expresivo diseño -entallado y entintado- se estampa sobre la lámina de manera impecable, contando con los efectos de la presión rotunda del tórculo. En Freud ese dibujo cobra una riqueza y variedad magistrales en fuerza y sutileza, en tono y matiz, en luces y penumbras, en pureza y sensualidad de línea, así como en el dominio de esa especial capacidad plástica que caracteriza al grabado calcográfico. Siendo cierto, pues, que los aguafuertes de Freud se establecen en clara correspondencia con su pintura, en ellos también se advierte no sólo ya la formación escultórica que tuvo (estudió con el escultor J. Skeaping en el Central School of Arts and Crafts, de Londres), sino, sobre todo, en sus formidables logros de efectos de estatuaria, como los de la rotunda "presencia" de las figuras y la grave "pesantez" de las formas.

Aguafuertes, pues, puramente lineales, cabalmente ortodoxos, con calidades de talla, sin sumar recursos tan legítimos y comunes como el de las manchas y punteados del granulado de resina del aguatinta. Láminas inolvidables, inconfundibles por la calidez de línea, la dinámica de su estructuración, la exaltación de su ritmo y la rapidez de su tempo, caracteres que no se diferencian de los de su pintura. Sorprende que la consistencia y trama del dibujo se pronuncien en estos grabados con registros tan similares a los que produce la densidad de la materia en sus óleos. A ello coadyuva la identidad de su temática, centrada en el retrato y el desnudo, géneros que Freud mezcla en una suerte de "desnudos retratados".

Del medio centenar de aguafuertes que forman la obra grabada por Freud en su plenitud, o sea, del año 1982 a esta parte, la galería Leandro Navarro presenta 17 láminas. El clasicismo trascendido de modernidad de este conjunto no resulta ni demasiado apegado a la tradición ni decididamente innovador. Estas estampas respiran una especie de reserva frente a las profecías de las vanguardias. Su indudable vigencia radica en el predominio que los sentimientos del artista tienen, por encima de la observación objetiva. Se trata de una lección aprendida en sus años juveniles por Freud de su maestro antiacadémico, sir Cedric Morris que defendía que "lo que el artista siente sobre las apariencias importa más que lo que ve; y el dibujo, dictado por el sentimiento, puede usar la distorsión para imprimir emotividad".