Exposiciones

Viladecans, memoria fértil

17 mayo, 2000 02:00

"Tanatofobia", 1999. 200 * 300. Tríptico

Centro Cultural Conde Duque. Conde Duque, 9-11. Madrid. Hasta el 11 de junio.

Viladecans (Barcelona, 1948) es un pintor de formación autodidacta cuya presentación en el mundo artístico catalán se realizó de la mano del miembro fundador del Dau al Set, Joan Brossa, con el que compartía la fascinación por el objeto cotidiano que, en el caso de Viladecans, movido por su afán de concreción, llega a ser incorporado a sus obras. Su primera etapa está presidida por la influencia del informalismo y del surrealismo y en ella se aprecia la impronta de Tàpies y Miró.
Siempre preocupado por los valores táctiles de la pintura, Viladecans experimenta con multitud de técnicas, desde el quemado hasta la aplicación de tintes sobre el lienzo. A lo largo de la década de los setenta se desarrolla un proceso de simplificación en el que lo compositivo releva en importancia a lo matérico, integrándose un nuevo elemento sígnico -números, letras, palabras-, como también ha utilizado Tápies desde los comienzos del Dau al Set.
En la década de los ochenta se produce una intensificación cromática, acompañada de un énfasis en los contornos, que adquieren el mayor protagonismo en sus pinturas; éstas retornan a la representación del objeto y los elementos naturales del entorno inmediato, utilizando para ello un soporte de pasta de papel, de considerable relieve, fabricado por el mismo pintor, y que en esta muestra, Viladecans, 365 días, resulta de especial importancia por los aspectos texturales que le dotan de una belleza y pureza extraordinaria.
El objetivo de la exposición, configurada por una cuarentena de pinturas, realizadas entre el otoño de 1998 y el de 1999 con el específico procedimiento de la pasta de celulosa pigmentada, buscándose el contraste y la armonía que produce oponer lo nocturno de las iconografías al fondo albo, compartiendo las formas ovoidales y otras geometrías irregulares el espacio pictórico con los peces, animales marinos y mitológicos como incrustaciones que nos recuerdan el alfabeto mironiano.
En los cuadros de Viladecans tienen enorme interés las oposiciones, entre la realidad y la libertad formal de connotaciones abstractas, junto a hojas que pueden ser labios o espadas, combinándose elementos lúdicos, un caballito y otros cachivaches, en paralelo con recuerdos de encuentros amorosos, un par de desnudos femeninos poderosos colocados en posiciones eróticas, con los ojos que se clavan como metáforas en sus partes pudendas, reconociendo que la memoria más fértil se nutre de las referencias infantiles y de los trazos que vertebraron la pasión.

Carlos GARCíA-OSUNA