Poesía

Poesía

Pierre de Ronsard

17 mayo, 2000 02:00

Traducción de Carlos Pujol. Pre-Textos. Valencia, 2000. 283 páginas, 3.000 pesetas

Pujol, gran traductor, nos ofrece con breve prólogo y notas mínimas, esta Poesía que es una antología de todos los Amores ronsardianos

Entre los grandes creadores de la lírica moderna (renacentista y en buena medida manierista y prebarroca) citaríamos a Bernardo y Torquato Tasso, a Garcilaso de la Vega y a Fernando de Herrera, a Camôes, a Thomas Wyatt y a Shakespeare y desde luego a Joachim du Bellay y a Pierre Ronsard. De esta gran corona que abre la moderna lírica europea, quizá los franceses hayan sido mucho tiempo los más desconocidos, acaso porque el soneto llegó allí más tarde que a España o a Portugal, pero también porque los propios franceses, mediado el siglo XVII, crearon un canon neoclásico -mentalmente vigente durante centurias en el país vecino- del que se excluía, a cajas destempladas, a los renacentistas y barrocos, también por su uso lingöístico. Para el Siglo áureo francés -forjado por Malherbe y Boileau- Ronsard no era sino "una fuente turbia y cenagosa". Su estrella (y la de sus compañeros de La Pléyade) se eclipsó desde fines del siglo XVI a bien entrado el XIX. Uno de los muchos méritos de Gérard de Nerval es el de haber reivindicado y editado a los renacentistas franceses.

Pierre de Ronsard (1524-1585) no es siempre el mejor de los poetas de La Pléyade (el grupo literario renovador que él organizó) pero es desde luego el más variado y el más significativo. áulico y cortesano por antonomasia (Ronsard era hijo de un maestresala de los hijos de Francisco I) Pierre Ronsard puede parecer de entrada un poeta monótono, en su sucesión de amores y amoríos celebrados y escritos, casi todos verdaderos. Tomó las órdenes menores como medio de vida, estudió en París, fue un gran estudioso de los antiguos y estuvo con los católicos en las guerras de religión que desolaron Francia en torno a 1560. Por supuesto, Ronsard escribió sátiras e himnos y un fallido intento de epopeya clásica, La Franciade, cuyos cuatro primeros libros -con gran fracaso- se editaron en 1572, pero por encima de su variedad de registros, que tampoco desconoce el talante filosófico, aunque ahí no pueda compararse con Du Bellay, pese a todo, digo, Ronsard fue y seguirá siendo el poeta de Los amores, cuya primera serie -los que celebran a Cassandre- se editaron en 1552 y en los que perseveró, con diferentes destinatarias, prácticamente hasta su muerte. En 1578 (ya retirado al campo, relativamente caído en desgracia en la corte de Enrique III) publica sus Sonetos para Helena -quizá su conjunto más célebre- y sus Sonetos y madrigales para Astrea.

A primera vista la poesía lírica de Ronsard (sonetos, odas, canciones) parece esa mera sucesión de prestigiosos nombres femeninos -algunos no identificados- como Casandra, María (quizás una campesina quinceañera), Sinope, Astrea y Helena. Dentro del proceso que va de la pasión al tormento -acaso nunca demasiado agudo- entra todo el análisis amoroso que el tiempo requería, los más ilustres tópicos horacianos (el tiempo que huye irreparable, la invitación a gozar de la juventud) y la plenitud de las rosas de Ausonio... Pero ya sabemos que esa aparente falta de originalidad, no era sino la realización de la imitatio latina, y Ronsard sale de ella con propio pie, es decir con una voz nítida, y una sorprendente facilidad no solo para el análisis y celebración del amor, sino para variar, en sus muchísimos sonetos, las situaciones y los temas que retratan la circunstancia amorosa y la visión de la amada. Pierre Ronsard fue un poeta elegante -y ello se ha dicho, a veces, como un ligero demérito- pero más allá de esa real elegancia, fue un consumado y gran poeta. Entre Garcilaso y Shakespeare, también cronológicamente.

Hélène de Surgères, a quién conoció en 1570, algo española por su parentesco con los Fonseca (en un soneto le dice "Beldad griega y también mi beldad española") fue sin duda el más veraz y trágico de los gráciles amores ronsardianos. En 1982 Carlos Pujol tradujo y publicó ya los Sonetos para Helena. Yo traduje también por entonces una antología de sonetos de Du Bellay, y creo que ambos títulos son, aún, de lo poco que puede hallarse de La Pléyade en nuestra lengua. Ahora Pujol, gran traductor (nunca más brillante que traduciendo espléndidamente a Ronsard) nos ofrece con breve prólogo y notas mínimas, esta Poesía que es una antología de todos los Amores ronsardianos, más una muestra de los himnos, elegías y epitafios. No es buena traducción la que mejora el original. Por eso es muy buena la traducción que Carlos Pujol ha hecho de Ronsard, porque no es ni menos ni más, sino que en otro tiempo y lugar nos lo acerca magníficamente y está a su altura. Un verdadero modelo de traducción para un poeta que no podemos dejar de leer.