Música

El martes se estrena "Le revenant"

La llegada del espectro

17 mayo, 2000 02:00

En la entonada temporada del Teatro de la Zarzuela le toca el turno a Le Revenant, la obra quizá más acabada y conocida del valenciano José Melchor Gomis, hoy prácticamente olvidado, pero que fue un elemento muy activo en el París de los años veinte y treinta del siglo XIX.

Gracias a investigadores como Rafael Gisbert y Tomás Garrido (autor de la revisión de la partitura), va a poder escucharse esta singular opera cómica, un exponente de las calidades del músico, nacido en Onteniente el 6 de enero de 1791 y fallecido en la capital del Sena el 27 de julio de 1836, a consecuencia probablemente de un cáncer de laringe. En la catedral de Valencia aprendió la ciencia musical de José Pons. En 1818 vino a Madrid como director de la banda de la Milicia Nacional. Dio clases de canto y compuso algunas cosas, cada vez más cercanas a la ópera, que era lo que más le atraía, como el melólogo Sensibilidad y prudencia o La aldeana, que estrenó Loreto García.

Talante liberal

Unido a Riego en el levantamiento contra Fernando VII, huyó a París en 1823, donde permaneció todo lo que le restaba de vida (exceptuando los meses que pasó en Londres, entre 1826 y 1827, donde publicó un Método de solfeo y canto). Allí tomó contacto con compatriotas liberales -Sor, Masarnau, Carnicer, León-. Intimó con Rossini, que le ayudó bastante; lo mismo que Auguste Cavé, que desde 1830 fue director general de Bellas Artes y, según nos cuenta Gisbert, le consiguió una pensión del gobierno y escribió el libreto de su ópera Le Diable à Seville, que vio la luz en la ópera Cómica el 29 de enero de 1831, cuando ya había escrito Le favori (1829), que no se estrenó por diversos problemas, y la música incidental para el Abén Humeya de Martínez de la Rosa.

La obra tuvo buena acogida y dejó el camino expedito para la siguiente obra, Le revenant (El espectro), presentada asimismo en la Opéra-Comique el 31 de diciembre de 1831. Era la consagración -o, más bien, podía haberlo sido- del músico valenciano, cuyos ritmos hispanos, "tan fisionómicos y arrebatados" (Mitjana), el carácter original de sus melodías y su escaso mimetismo respecto de la música italiana, sorprendían y encantaban por igual a parte del público. La obra está calificada de ópera cómica fantástica. El libreto de Albert de Calvimont se basa en la carta XI, Wandering Willie"s Tale (Historia de Willie el Viajero), de la novela Redgauntlet de Walter Scott, publicada en 1824. Cuenta un asunto un tanto alambicado, habitual en esta época romántica -recuérdese La Dame blanche de Boieldieu-, que tiene que ver con un señor feudal, el pacto que éste hace con el demonio y el pago de unos arrendamientos. Gomis y su libretista no se privaron de nada y, junto al espectro, aparece un malévolo mono y en el segundo acto se lleva la acción al infierno.

Garrido destaca la afinidad de la música con el Freischötz de Weber -que Gomis había estudiado profusamente, junto a Haydn y Beethoven-, en lo que coincidieron todos los críticos del momento, incluido Berlioz. Los defectos de Gomis son, no obstante, reconocibles, como indica Gisbert: cierta rigidez de estilo, formas melódicas raramente agradables, laconismo a veces excesivo, abuso de efectos de silencio entrecortado y, sobre todo, el uso inmoderado de instrumentos de viento y percusión, algo difícil de explicar, como dice este investigador, en un hombre de tanta sensibilidad; aunque cabe decir que no tanto, si se tiene en cuenta su larga conexión con las bandas de música.

Textura singular

Por otro lado, este empleo de los vientos es lo que otorga a los pentagramas del valenciano una textura singular, entre áspera y agresiva, percutiva y excitante. En todo caso, eran innegables la sabia instrumentación, el temperamento dramático y, según lo dicho, la ciencia contrapuntística. Entre los números más importantes de la obra figura la colorista Ronde du sabbat. El crítico de "Le Journal du Commerce" no dudaba en declararla superior a escenas análogas de Robert le diable de Meyerbeer, estrenada dos años antes. Mitjana destaca también un bello dúo para soprano y tenor -Bella Sara, mon bonheur-, el Canto sacro con acompañamiento de órgano Daigne, au pied de ton trone, de grandiosa y noble inspiración. Este musicólogo español creía ver aquí los ecos lejanos "de gloriosas tradiciones de la escuela valenciana".

Las representaciones de Le revenant en la Zarzuela suponen un estupendo acontecimiento. La dirección escénica es de Eric Vigié y la musical del francés David Heusel. En el reparto, junto a valiosos característicos españoles -Luis álvarez, Emilio Sánchez, Miguel Sola-, lo más destacado es la presencia, como protagonista masculino, del tenor ligero norteamericano -de tan fea voz pero de técnica tan depurada- Rockwell Blake.