Exposiciones

Danza Delicada

Santiago Serrano

2 mayo, 1999 02:00

Centro Cultural Conde Duque. Conde Duque, 11. Madrid. Hasta principios de junio

Por muy estricta que sea la abstracción, siempre terminan por volver los signos que se habían excluido. He leído un ensayo sobre la presencia obstinada de la cruz en la pintura de Mondrian. Hasta en el más severo minimalismo afloran elementos simbólicos: una torre de neón de Dan Flavin sugiere un monumento fálico, las planchas de metal de Carl Andre parecen lápidas sepulcrales sin inscripción alguna. Aunque Santiago Serrano ha pasado por la escuela de la ascesis minimalista, nunca ha dejado de reconocer y de asumir tal inclinación emblemática de las formas. Esta exposición, que recoge la creación del artista en la última década, comienza con una constelación de piezas en torno a los "Instrumentos de la Pasión". En la iconografía cristiana, se denomina así a los objetos asociados con el tormento y muerte de Jesús: clavos, martillo, lanza, cáliz, columna, esponja, escala, corona de espinas... Son las armas de Cristo, su escudo heráldico. Santiago Serrano las transforma en una serie de esquemas lineales abstractos o semiabstractos, que presenta con siete grandes construcciones verticales de madera pintada (1997-98). Estos "instrumentos" son ante todo objetos reales, visibles de frente y de perfil, acompañados por sus sombras. Pero son también signos, como las letras de un alfabeto cabalístico. Cada uno de ellos puede tratarse aislado, como elemento de valor emblemático, o bien integrarse en una secuencia, formando "frases" gráficas; entrelazado con otros signos y transformándose en otros signos. Los "instrumentos" pueden ser las células germinales de infinitas variaciones y permutaciones, que Serrano explora en sus grandes collages sobre papel formados por elementos modulares.
Aparte de esta atención a las posibilidades semióticas de las formas, hay otros rasgos que separan profundamente la obra de Serrano de los preceptos del "minimal art" y le aproximan más a la vieja tradición constructivista europea (algunos de sus "Instrumentos de la Pasión" evocan vívidamente los diseños de El Lissitzky). Ante todo su composición "relacional", basada en una búsqueda intuitiva del equilibrio. Los elementos formales que integran estas pinturas nunca se organizan de manera meramente simétrica o en progresiones simples; cuadrados y círculos, bandas verticales u horizontales, se disponen sobre el plano calibrando su peso en relación con el formato, con el contorno variable de la tela. Los fuertes contrastes de tono entre figura y fondo (círculo negro sobre blanco, cuadrado blanco sobre negro) tienden a acentuar la definición y el impacto de las formas. Pero este rigor de la composición, Serrano lo atenúa con una factura pictórica. Nada más lejos de la ejecución neta e impersonal característica de la abstracción "hard edge". Aquí los bordes de las figuras geométricas se desdibujan, se vuelven borrosos, las bandas rectilíneas quedan súbitamente interrumpidas y se pierden en un fondo manchado de manera desigual, donde se reconocen las marcas del proceso: churretones, áreas desteñidas, texturas raídas. En la exposición se alternan los cuadros con algunas piezas escultóricas exentas, como "Más lejos de tí" (1998), una altísima "h" construida en madera que recuerda una trona infantil. Algunas piezas se encuentran entre perro y lobo, a medio camino entre la pintura y la escultura, apoyadas en el suelo pero a la vez recostadas contra la pared. Esta posición permite al artista jugar con las sombras que la pieza proyecta y a veces introducir curiosos equívocos. Por ejemplo, en "Llámese h, llámese k" (1998), la estructura sólida en forma de "h" arroja sobre el muro su sombra auténtica, pero junto a ella el artista ha fingido una falsa sombra en "k" hecha con tiras de metal.
La última sala de la exposición reúne los cuadros de la reciente serie "Orillas", dispuestos con una intención sistemática. Entonces resurge el color (hasta ahora reducido a fuertes contrastes de blanco y negro, o pardo o gris) con tonos azules, rojos, ocres... La clave de toda la serie es la tensión entre dos modos de organización del espacio: el esquema circular concéntrico y la cuadrícula cartesiana. El uno sugiere el crecimiento orgánico y las superficies curvas de los cuerpos vivos; el otro, una estructura artificial, mecánica. En las telas de la serie "Orillas", de formato cuadrado, domina siempre una gran mancha redondeada, de contornos irregulares, fluida como un gran lago; pero esa mancha queda partida en dos por una banda vertical o enmarcada entre franjas paralelas o en ángulo recto. La mancha respira, se dilata, sugiere un movimiento suavemente expansivo; pero la estructura rectilínea actúa como dique de contención y el grueso marco, de cuatro dedos de relieve, contrapesa también la marea de la pintura. Lo leve y lo pesado, lo elástico y lo rígido, se enlazan y se compensan así en una delicada danza.