Image: El momento Tillmans

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Arte internacional

El momento Tillmans

Wolfgang Tillmans: 2017

17 marzo, 2017 01:00

Vista de sala

Tate Modern. Bankside, SE1 9TG. Londres. Comisarios: Chris Dercon y Helen Sainsbury. Hasta el 11 de junio

Pronto se supo, cuando Wolfgang Tillmans iniciaba su carrera a principios de los años noventa y movía sus bártulos desde su Alemania natal a Londres, donde vive desde entonces, que el joven artista no sería heredero de la tradición alemana que con tanta fuerza había impregnado el ambiente de la fotografía europea desde las aulas de la academia de arte de Dusseldorf. A las frías imágenes de límpida textura objetiva que caracterizaron el legado de los Becher, Tillmans (1968) contrapuso el valor de la experiencia a través de imágenes centradas en la cultura popular, en la música de baile, en la sublimación de la intimidad y en el mágico y poderoso aura que con tan apabullante naturalidad logró extraer de los pequeños momentos de la vida, una vida que efectivamente ocurre, una vida que indefectiblemente pasa.

Weed, de 2014, es una fotografía de cuatro metros de altura de una mala hierba de su jardín londinense, la bellísima oda a una gozosa irrelevancia. Acuérdense ahora de la conocida imagen de un garito abarrotado de Andreas Gursky, uno de esos artistas de la tradición alemana. Apenas dice más que lo que muestra. No hay doblez ni pliegues que ofrezcan una alternativa a lo que tan nítidamente representa. En sus fotografías, Tillmans quiso explorar esos pliegues, y su fotografía se aferró con decisión más a lo vivido que a lo pensado, alojada no tanto en el análisis de la representación como en la constatación de una idea que recorre toda su obra: en este mundo más o menos feliz, más o menos cruel, vivimos todos juntos. Es cuestión de piel. De universalidad. La frenética circulación de las imágenes que propone en sus exposiciones, con sus características instalaciones que ocupan rítmicamente la totalidad del espacio, no es sino el espejo de la simultaneidad de la experiencia.

Se le echó mucho en cara a Tillmans una supuesta ligereza en sus iconografías, un componente fortuito y algo complaciente, abierto y tal vez indulgente, como desarraigado y en exceso hedonista. Y lo cierto es que, como confirma esta maravillosa exposición en la Tate Modern londinense, pocos artistas contemporáneos han dedicado su actividad de forma tan vehemente a combatir lo que ha de considerarse una de las grandes lacras de nuestro tiempo: la indiferencia. Este es el Tillmans más político, pero lo político anida tanto en su forma de estar en el mundo como en el modo en que quiere que lo miremos a través de sus imágenes.

Juan Pablo & Karl, 2012

Es imposible desligar la exposición de la traumática salida del Reino Unido de la Unión Europea. Meses antes de la votación, Tillmans emprendió una obstinada campaña ante el temor que más tarde se confirmaría. Su firme postura a favor del Remain era evidente, tan rotunda como la de incitar a la gente a votar, a que no perdieran la oportunidad de posicionarse. Diseñó carteles que rezaban "Lo que se pierde se pierde para siempre", "Nadie es una isla. Ningún país lo es por sí mismo", y si uno atiende al carácter inapelablemente sinérgico de su obra, tan alejado de la intransigencia y el sectarismo, tan intolerante con la intolerancia, comprenderá que nadie estaba más legitimado para abordar este empresa como él. La exposición en sí no es dramática en ningún caso, al contrario, es una verdadera celebración. En el South Tank, Tillmans presenta una instalación de sonido e imágenes que ponen el acento en el interés del artista por la cultura de club. Durante la semana pasada, programó sesiones de diferentes músicos que le han acompañado a lo largo de su carrera, y él mismo realizó una pieza a partir del mítico It's a Sin, de Pet Shop Boys, uno de los clásicos del género. El título del tema y su primera línea, "Si miro hacia atrás, miro mi vida con cierta vergüenza", deja entrever un lamento, como algunos tramos del audio de la instalación, ("Me dicen esto hace veinte años y no me lo creo" o "¿Cómo hemos acabado en esta mierda?").

En la zona de exposiciones temporales y a lo largo de 14 salas, la obra fotográfica de Tillmans se despliega con colosal exuberancia. Un pequeño panfleto las divide en esquemas narrativos que no tienen demasiada entidad, pues es difícil acotar en temas el grueso de su obra, por más que haya reunido sus imágenes bajo diferentes cuerpos de trabajo. Fotografías de los más variados formatos, fijadas con celofán, pinzas o enmarcadas en el sentido más tradicional se deslizan por los muros imbricándose unas con otras.

La cuarta sala muestra trabajos de su Truth Study Center, que inició en 2005. Son fotografías, recortes de periódicos y revistas e impresiones de webs dispuestos en mesas de diferentes alturas que recogen información heterogénea de asuntos candentes, entre los que destaca el cuestionamiento de la verdad en el ámbito político (un recorte del New York Times pregunta "¿Por qué a nadie le importa si nuestro presidente (Trump) miente?"). Llama la atención que estas mesas compartan espacio con las imágenes de la serie Silver, papeles fotográficos monocromos que incorporan en su superficie la suciedad y los residuos químicos de los sistemas analógicos. Es la verdad más tangible del proceso fotográfico frente a la inquietante opacidad de nuestro tiempo, la que Tillmans invita a mitigar a través de la belleza real de nuestras vivencias. Macro o micro. Tanto da.

@Javier_Hontoria