La pandemia de Covid-19 ha trastocado, quién sabe si para siempre, muchos aspectos de la vida social. La salvaguarda de la salud pública implica repensar el transporte, el flujo de personas en los espacios comunes y la arquitectura misma de estos lugares. También dependen de ello nuestra calidad de vida en el día a día, la educación y todos los sectores de actividad, en especial el turismo, uno de los pilares de la economía española.

En esta tarea de reconfigurar las infraestructuras del futuro inmediato se encuentra inmerso ahora el arquitecto español Luis Vidal (Barcelona, 1969), uno de los mayores especialistas del mundo en el diseño de aeropuertos. Es el autor de la premiada terminal 2 de Heathrow (Londres), del aeropuerto de Zaragoza, del de Santiago de Chile, participó también en la construcción de la T4 de Barajas y actualmente tiene a su cargo los nuevos aeropuertos de Boston, Pittsburg y Dallas, acaba de terminar la remodelación del de Denver y es el primer arquitecto español involucrado en el diseño de un aeropuerto espacial, también en Colorado.

En el currículum de Vidal figuran también otros espacios públicos que ahora necesitan una redefinición, como hospitales, universidades, equipamientos culturales y grandes complejos de oficinas. De su estudio, con sedes en varios países y una plantilla internacional de 180 trabajadores, han surgido, por ejemplo, el Hospital Álvaro Cunqueiro de Vigo, el Infanta Leonor de Madrid, el Centro Botín de Santander (en coautoría con Renzo Piano) y la nueva sede de la Universidad Loyola de Sevilla y actualmente está construyendo en Madrid el Museo Hispanojudío. Desde su actual base de operaciones en Boston —“a tiro de piedra de Madrid, solo siete horas de vuelo”— conversa con El Cultural para arrojar algo de luz sobre los cambios que se avecinan.

Pregunta. ¿Con qué horizonte temporal se están empezando a repensar los lugares públicos para adaptarse a un mundo donde las pandemias sean algo cotidiano?

Respuesta. Todo esto no deja de ser futurología, porque nadie sabe con certeza qué va a ocurrir. En relación con esta pandemia, yo considero tres tiempos. El primero es el momento actual, en el que nos han privado de la libertad, cuando precisamente nuestros últimos proyectos de aeropuertos estaban enfocados a incrementar la libertad del pasajero en su toma de decisiones, como por ejemplo, que no tuviese que atravesar forzosamente una galería comercial para llegar a su puerta de embarque. Con la vacuna llegará la segunda fase, en la que el miedo será diferente. Y por último, cuando todo esto haya pasado dentro de uno o dos años y todos tengamos nuestro pasaporte de vacunación o nuestro sello de anticuerpos —esto no es nuevo, cuando viajamos a ciertos países hay que demostrar que tenemos ciertas vacunas puestas—, llegará la fase de olvido paulatino.

P. ¿En general cómo va a afectar esta “nueva normalidad” a la arquitectura?

R.  La buena arquitectura tiene unos valores que se han mantenido en el tiempo. El material que más utilizo yo y el más barato que existe es la luz natural. A partir de ahora habrá que potenciar su uso, así como el de la ventilación natural. Durante años se han hecho edificios estancos para optimizar la climatización, pero ahora se volverá a las ventanas practicables para ventilar mejor. También aumentará el uso de materiales antibacterianos, antivirales, como el dióxido de titanio, la plata y el cobre, y también autolimpiables, que ya existen.

P. ¿Qué tipo de medidas se van a tomar en los aeropuertos?

R. Se están desarrollando medidas de tres tipos. En primer lugar, elementos para transmitir seguridad al pasajero, que se sienta realmente en zona segura. Se evitará que entre en contacto físico con nada, ya hay máquinas automáticas de check-in y facturación de equipaje sin tener que interactuar con nadie. En los controles de seguridad también se están implementando medidas biométricas para que antes de salir de tu casa tengas en una app segura del gobierno tu reconocimiento facial y tu pasaporte electrónico, con lo cual no tendrás ni que sacar el pasaporte del bolsillo. Cuando llegues al aeropuerto, el sistema de seguridad sabrá que has llegado, te contactará y te seguirá. Y las maletas tendrán un sistema de etiquetado digital que mostrarán un código en una pantalla incorporada. Ya hay marcas de equipaje que lo están desarrollando. El segundo grupo de medidas están más relacionadas directamente con la cuestión sanitaria: se llevarán a cabo tests —con control de temperatura o con muestra de sangre— antes de entrar al aeropuerto, quizá en los viales de acceso, o se trasladará a los pasajeros la obligación de presentar un certificado de que han dado negativo en una prueba. Y ya se está hablando de que las compañías de seguros solo asegurarán a los miembros de la tripulación que certifiquen que no están infectados. Imagina la oleada de demandas a la que se enfrentaría una aerolínea porque una azafata haya infectado a todo un pasaje. Por último, el tercer gran grupo de medidas es el que yo llamo del big data. Se está desarrollando ya un software muy potente que analizará a la gente y la clasificará por grupo, origen, de dónde viene, con quién ha estado, si ha estado infectada en el pasado. Y también medirá su paso por la terminal y posibles aglomeraciones.

P. ¿Todo eso no implica una pérdida de privacidad? ¿En aras de la seguridad sanitaria vamos a tener que renunciar a algunos derechos y libertades?

R. Yo creo que sí. He vivido muchos años en Inglaterra y siempre me ha sorprendido cómo los ingleses son capaces de mantener la libertad de no tener que identificarse. Allí no existe carné de identidad. En los demás países hay algún método de identificación, ya sea el carné de conducir o la tarjeta sanitaria. Allí no. Y sin embargo, Heathrow es uno de los aeropuertos más seguros del mundo, no hay nadie que pase por allí sin que se sepa quién es y cómo se llama. Incluso los acompañantes, aunque no pasen al control de seguridad, porque todas las cámaras de seguridad que hay en el mundo están continuamente identificando a la gente. Otra pregunta es si va a existir tráfico con los datos que se recaben. Si al nombre y el apellido de una persona se le añaden sus hábitos, su origen, su nivel cultural o su cuenta bancaria, toda esa información es muy valiosa para el sistema sanitario, para el sistema bancario y la red comercial. Pero eso ya existe hoy. Cuando entras en Google y te compras una camisa por internet, la próxima vez que entres te saldrán anuncios de camisas. Yo creo que hay bastante desconocimiento sobre todo lo que ya se está haciendo en este ámbito. Por ejemplo, desde hace tiempo cuando entras en algunas tiendas miden tu volumen corporal porque usando esa información se elaboran las tallas y los patrones.

Interior de la Terminal 2 de Heathrow (Londres). Foto: Luis Vidal + Arquitectos

P. ¿Quién está participando en el debate de estas medidas? 

R. Todas estas medidas son colectivas. Por nuestra parte, debatimos todas las semanas dentro del estudio acerca de ello y luego se pone en común con diferentes clientes y agentes del sector. Hay una infinidad de seminarios online tratando estos asuntos, aunque uno tiene que ser bastante selectivo porque no se puede estar en todos. La realidad es que el ser humano nunca deja de superarse. De esta saldremos reforzados… hasta la próxima, porque no olvidemos que vendrán nuevas pandemias y nos volverán a coger con el pie cambiado, porque a lo mejor la próxima se contagia de otra manera.

P. ¿Y dentro de los aviones qué va a cambiar?

R. Muchas compañías están teniendo una ocupación del 60% en sus vuelos. Esto se va a mantener bastante tiempo. Dicen que los asientos de en medio se bloquearán y que será obligatorio el uso de mascarillas. Los aviones ya de por sí son muy seguros en términos de ventilación y climatización porque tienen unos filtros muy buenos que toman el aire del exterior. También veremos nuevos materiales en los asientos. Pero realmente el propio avión va a ser un elemento muy seguro y la propia tripulación también tendrá que serlo. También ocurrirá una cierta selección natural: habrá gente que confíe más en unas compañías aéreas que en otras, como ya venía ocurriendo. En cuanto al low cost, si tiene que sobrevivir con una menor densidad de pasaje, tendrá que subir los precios.

La 'nueva normalidad' en espacios culturales

P. ¿Cómo va a afectar la pandemia, una vez superada, a la manera en que visitamos bibliotecas, librerías, museos, cines, teatros y festivales de música?

R. Nosotros estamos diseñando ahora dos museos y parece que, en esa segunda fase de normalización cuando llegue la vacuna, se seguirá limitando el aforo, los recorridos estarán más guiados, la gente será menos libre para quedarse dos horas en una sala. El acceso a cines a teatros también será parecido a lo que tendremos en los aeropuertos, con controles de temperatura, filtros, campanas de ozono…

P. ¿Qué efecto tienen las campanas de ozono?

R. Dicen que el ozono, igual que la luz ultravioleta, mata no solo a este virus sino a muchos otros. Si en los accesos colocas campanas —entendiendo campana como un espacio cerrado desde el suelo hasta el techo— en las que inyectas ozono, lograrás un espacio más desinfectado. Si además se añade luz ultravioleta en el suelo te desinfectará los zapatos. Se tenderá a poner este tipo de filtros en sitios concurridos.

P. En teatros, cines y cualquier sitio con asientos se puede controlar la distancia entre asistentes, pero en salas de conciertos y festivales, donde la gente está de pie, ¿cómo controlar la distancia interpersonal?

R. Es algo complejo, porque además un concierto sin bailar con tus amigos o tu pareja es difícil de imaginar. ¿Vamos a dejar de darnos la mano? Durante un tiempo sí, pero volveremos a dárnosla, y a darnos abrazos. En cualquier caso, para estos espacios diría que lo que más eficaz se ha demostrado hasta la fecha es el uso de mascarillas. No hay ningún motivo por el que no puedas asistir a un concierto con mascarilla, el probelma es asegurarse de que la gente no se la quite en ningún momento. A lo mejor en los primeros conciertos sí se establece un espacio mínimo entre cada miembro del público. A esto hay que sumar que también en estos sitios se introducirán filtros de acceso, con ozono, luz ultravioleta y controles de temperatura.

P. ¿Cómo se va a afrontar la remodelación de los hospitales?

R. En los próximos meses o años mucha gente va a morir porque no ha sido diagnosticada o tratada ahora, porque el sistema sanitario, en términos generales, ha colapsado. Han seguido funcionando las urgencias, por supuesto, pero lo normal habría sido que toda esa gente que tenía una cita y se la han aplazado pudiera seguir siendo tratada. Por tanto yo planteo que haya hospitales o edificios preparados para atender crisis sanitarias del tipo que sea, y que en paralelo siga existiendo el sistema sanitario que atienda el resto de casos.

P. ¿Y qué medidas cree que se van a adoptar en la construcción o reforma de viviendas?

R. En las viviendas, además de un mejor uso de la luz natural y de una mejor ventilación cruzada natural, se crearán espacios intermedios en los que se puedan reunir varios vecinos por turnos, se harán terrazas colectivas y muchas cubiertas de edificios se convertirán en jardines. Y de manera más individual, una propuesta que hacemos es incorporar balcones o terrazas prefabricados a edificios que no los tienen. Sería muy sencillo, se colgarían en la fachada como si fueran estanterías y la ventana se convertiría en una puerta. Eso necesitaría un diálogo con la administración y un marco regulatorio, desde aquí les lanzo el guante para hacerlo.

P. Usted pasa mucho tiempo en Estados Unidos porque tiene muchos proyectos allí. ¿Cuál es su visión de cómo están gestionando las autoridades la pandemia y de la tensión política y social que está generando?

R. Estados Unidos es un pueblo cada vez más dividido. Hay una gran brecha entre demócratas y republicanos. Cuando yo era más joven, ganara quien ganara, al día siguiente estaban todos a una. Eso se ha perdido. Se hacen mutuamente una oposición feroz. En cuanto a la gestión de la pandemia, me parece absolutamente incomprensible la descoordinación mundial que ha habido. Todos el mundo ha hecho la guerra por su cuenta. En España, las comunidades autónomas cada una comprando mascarillas de manera individual, en Estados Unidos cada estado ha hecho lo mismo. ¿Por qué no hemos sido capaces de coordinarnos entre todos? Esto es una reflexión para el futuro: ante un momento de crisis y de pánico como este, deberíamos tener una central mundial de sensatez y coordinación.

@FDQuijano