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Ha fallecido repentinamente el pintor Xosé Freixanes (Pontevedra, 1953), referente de la vanguardia plástica en Galicia y figura destacada del grupo Atlántica. Su obra se sitúa entre la figuración y la abstracción, con fuerte carga de memoria, viaje y espiritualidad.

Nació en el seno de una destacada familia pontevedresa, su hermano Víctor Freixanes, fue presidente de la Real Academia da Lingua Galega. Estudió Bellas Artes en Bilbao y comenzó una importante carrera pictórica al venir a vivir a Madrid a mediados de los años 80.

Freixanes perteneció a esa generación asociada al impulso de Atlántica, el movimiento que proporcionó a Galicia referentes modernos, abierto a corrientes internacionales pero con una temperatura local que no necesita traducirse para existir. En él, según han recordado estos días, entró por amistad y cercanía con artistas como Antón Patiño y Menchu Lamas.

Su pintura se movió, con obstinación fértil, entre la figuración y la abstracción, con un sesgo antropológico y a menudo “primitivista”, en el mejor sentido: a través de símbolos, máscaras, ritos, memoria que se tradujeron en un estilo propio.

En sus inicios pesó la tradición expresionista (realismo crudo, materia espesa), y más tarde, ya con Atlántica, la luminosidad del color lo aproximó a órbitas fauvistas: vibración, pincelada más líquida, imágenes que no narran, invocan.

José Freixanes, 'Lenguaje con pájaros'. Foto: José Luis Oubiña

El grupo Atlántica fue un colectivo de artistas gallegos que, a comienzos de los años 80, impulsó la renovación del arte contemporáneo en Galicia, abriéndolo a las corrientes internacionales sin perder una identidad propia. Nació en Vigo y allí reunió a pintores y escultores de varias generaciones con una voluntad común de modernizar la plástica gallega.

El trabajo de estos artistas se movía alrededor de la figuración expresiva, colores intensos, mitología y paisaje, flora y fauna vinculada a la cultura atlántica, alejándose de una abstracción fría o puramente formalista. Se interesaron por lo mítico, lo precristiano, lo céltico, la piedra y la madera, buscando una identidad propia.

Freixanes no fue solo pintor de caballete. Con 42 años comenzó su labor docente en la Facultad de Bellas Artes de Granada, y su trabajo se expandió hacia el mural, la intervención y la ilustración en prensa (La Voz de Galicia, en los noventa; después, El Correo Gallego). Participó también en hitos institucionales como el Pabellón de Galicia de la Expo’92.

Asunta Rodríguez, directora de la galería Trinta -que este año cumple 40 años de andadura ininterrumpida-, donde Freixanes realizó sus últimas exposiciones, en 2014, Feito e desfeito, y, en 2018, El apocalipsis es largo y aburrido, ha publicado en sus redes sociales: "Era un pensador utópico que peleaba contra el pensamiento único, un insumiso, un objetor de conciencia ante la uniformalización global. Toda su obra es un alegato a la diversidad, una llamada de respeto hacia lo diferente".