Claude Monet: 'Paseando cerca de Argenteuil', 1875. © Musée Marmottan Monet, París

Claude Monet: 'Paseando cerca de Argenteuil', 1875. © Musée Marmottan Monet, París

Arte

La gran exposición de Claude Monet que muestra la intimidad del pintor en Madrid

CentroCentro inaugura una extraordinaria exposición del artista: sesenta obras maestras del Musée Marmottan Monet de París que revelarán el lado más íntimo y el proceso creativo del padre del Impresionismo. A partir del 21 de septiembre.

20 septiembre, 2023 03:18

Será la primera exposición en Madrid de Claude Monet (1840-1926), el visionario pintor francés que revolucionó los fundamentos de la pintura. Todas las obras proceden del Musée Marmottan Monet de París, la institución que alberga la colección de obras del artista más grande del mundo, gracias a la donación que realizó Michel Monet, su hijo pequeño y único heredero, en 1966 y que incluía todas las pinturas y objetos que su padre conservó celosamente en su propiedad de Giverny, en Normandía, donde vivió 43 años, y donde está enterrado. El legado de Michel Monet abarca desde las primeras obras, dibujos que realizó a sus doce años, hasta las últimas, la serie de los legendarios Nenúfares, a la que dedico las décadas finales de su vida.

Para esta primera retrospectiva de Madrid, organizada por la empresa italiana Arthemisia, el museo ha realizado préstamos extraordinarios de obras como el Retrato de su hijo Michel Monet con gorro de pompón (1880), El tren en la nieve. La locomotora (1875) o Londres. El Parlamento. Reflejos en el Támesis (1905), Le roses (1925-1926), un conjunto único junto con más de veinte cuadros de gran formato de sus cautivadores Nenúfares (1917-1920) y también una selección de la serie de sus evanescentes Glicinas (1919-1920).

“Así mismo se incluyen dos objetos muy importantes: su paleta y sus famosas gafas”, señala Sylvie Carlier, comisaria general de la muestra y conservadora del Musée Marmottan Monet, que añade: “aunque parezcan banales, son objetos muy emblemáticos y reveladores. El primero, de su legendaria gama de colores directos, a los que, influenciado, entre otros, por los grabados japoneses, agregaba una gama de tonos personales. Y las gafas son las que tenía que utilizar cuando le operaron de la doble catarata para corregir y para protegerse el sol. Son el símbolo de los problemas que van a dar lugar a sus obras abstractas finales, de una viveza excepcional”.

“Monet estuvo renovándose toda su vida y la pintura era la razón de su existencia”, dice la comisaria Sylvie Carlier

Iole Siena, presidenta Arthemisia, que goza de una relación privilegiada con el Marmottan desde hace años, señala: “La exposición, que será la más grande que se ha realizado de Monet en España, tiene una doble lectura: su obra y en paralelo su vida, aportando una dimensión íntima, sobre todo porque se trata de obras fundamentales de Monet y de otros artistas que pertenecían al pintor y de las que nunca quiso separarse”. Y concluye: “Monet y sus paisajes invitan a una experiencia contemplativa; es todo magia y emoción. Esta exposición lo traduce de forma bellísima”.

Las 60 pinturas que componen la muestra recorren todas las etapas de Monet leídas a partir de un ángulo único: su círculo más íntimo, artístico y familiar. De ahí que el Monet coleccionista que adquirió obras de artistas que fueron su fuente de inspiración esté presente a través de su colección personal de Delacroix, Rodin, Johan Barthold Jongkind o Eugène Boudin, estos dos últimos sus mentores y quienes le iniciaron en la práctica de pintar al aire libre. El propio Monet escribía: “Si me he convertido en pintor se lo debo a Eugène Boudin”.

Claude Monet: Detalle de 'Nenúfares', h. 1916-1919. © Musée Marmottan Monet, París

Claude Monet: Detalle de 'Nenúfares', h. 1916-1919. © Musée Marmottan Monet, París

Monet estuvo renovándose constantemente toda su vida y la pintura era la razón de su existencia; en la exposición descubrimos cómo Monet va cambiando”, explica Sylvie Carlier. Aunque tuvo una formación clásica, desde el principio quiso romper las normas, rechazando las convenciones europeas que regían la composición, el color y la perspectiva, para descubrir un estilo de pintura en el que más que plasmar la realidad nos ofrece “impresiones” trabajando la luz de una forma sutil, la reverberación del agua o su reflejo en el cielo.

La exposición, que ha tardado dos años en prepararse, está divida en seis secciones que trazan cronológicamente un panorama incomparable de la evolución del pintor, desde el Impresionismo a la Abstracción, y contemplan, a través de sus famosas series en distintas ciudades, variaciones sobre un mismo tema de la naturaleza, siempre cambiante, a distintas horas y estaciones del año.

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“A Monet le encantaba leer, recibir y comer, así como viajar. Fue un usuario habitual del recién creado ferrocarril y tenía su propio coche, algo muy excepcional en la época. Sus frecuentes viajes se centraban en explorar nuevos lugares para pintar. La pintura era visceralmente su modo de vida”, añade la comisaria.

Cada viaje se plasmaba en una nueva etapa, en una nueva serie, que veremos en CentroCentro: los paisajes del río Sena en Argenteuil, que pintaba en un bote que había comprado, las puestas de sol de la costa de Normandía, la naturaleza aún salvaje de Holanda (donde se fue a pintar tulipanes que nunca plasmó), la Riviera (1883 y 1884), Bretaña (1886), la catedral de Rouan (1892), sus series entorno a Londres y el Parlamento (de 1870 a 1905), Noruega (1895), con sus paisajes en relación a la nieve… Así, hasta sus grandes lienzos impresionistas de nenúfares y vistas de su jardín en Giverny para desembocar, desencantado del Impresionismo, en la abstracción final, que tanto influyó en la pintura moderna.

La exposición se abre con una sección sobre la historia del Musée Marmottan Monet, un antiguo palacete del tercer duque de Valmy, cuya viuda y su hija se lo ceden a Jules Marmottan, administrador de varias compañías francesas, y también coleccionista. Fundado en 1934 y fruto de legados sucesivos, al principio fue un museo dedicado a la época del primer imperio hasta que adquirió la obra clave Impresión Sol Naciente de Monet, un manifiesto que dio nombre al movimiento Impresionista y que otorgó nueva identidad al museo.

Una marca reforzada con la excepcional donación de Michel Monet quien, una semana antes de su muerte, designó en su testamento a la Academia des Beaux-Arts como heredera universal de la propiedad de Giverny, y al Musée Marmottan de París para administrar, salvaguardar y garantizar el patrimonio como museo privado.

Claude Monet: 'El tren en la nieve. La locomotora', 1875. © Musée Marmottan Monet, París

Claude Monet: 'El tren en la nieve. La locomotora', 1875. © Musée Marmottan Monet, París

Desde sus primeras obras, Monet habla de la nueva forma de pintar rápida para plasmar la impresión del instante al aire libre (en plein air). “Para captar el instante hay que trabajar con rapidez, e impedir la memoria, la reflexión [...]. La mano, tradicionalmente invisible, se revela entonces en su prisa por el lienzo”, dijo. Todo esto se explora en la segunda y tercera sección centradas en las claves del estilo Impresionista, esto es la luz impresionista y el plein air o pintura en movimiento.

El artista buscó toda su vida aprehender ese momento luminoso; de hecho, fue el propio Monet quien se construyó su leyenda, ligándola a la mitología del plein air, enfatizando que su deseo era “pintar el aire que rodea el puente, la casa, la barca… Pintar la belleza del aire, equivale, pues, a poder pintar la luz”.

En sus últimos años, insatisfecho con las limitaciones del Impresionismo pasó por alto las fórmulas aprendidas

La cuarta sección nos lleva más allá del impresionismo, a su legendario jardín en Giverny donde pintó las obras que le convirtieron en estrella universal. En 1883, tres años después de enviudar de Camille Doncieux, se instaló en el campo cerca de París, con sus dos hijos y con Alice Hoschedé, y los seis hijos de ella.

Los próximos veinte años se dedicaría a rehabilitar la vivienda principal, a crear dos estudios, dos casetas de jardinero y diseñar los jardines con siete ayudantes, creando desde el mítico puente japonés al estanque de los Nenúfares que pinto una y otra vez.

La figura humana fue desapareciendo progresivamente de su obra, al tiempo que adoptaba como tema predilecto su jardín, pintando todos los rincones que lo rodeaban. Desde finales de la década de 1890 hasta su muerte, insatisfecho con las limitaciones del Impresionismo y con la esperanza de encontrar en sus palabras un "nuevo lenguaje estético fiel a la naturaleza y único para él como individuo”, pasó por alto las fórmulas aprendidas.

Sus series de montones de heno, de álamos de la campiña de Giverny o de la catedral de Rouen las pinta para resolver su frustración. Tal y como dejo escrito: “Me estoy volviendo de una lentitud exasperante, pero cuanto más avanzo, más cuenta me doy de que hay que trabajar mucho para conseguir plasmar lo que busco: la instantaneidad, sobre todo la atmósfera, la luz que se difunde por todas partes, y desprecio más que nunca las cosas fáciles, que se hacen de un tirón”.

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Las últimas secciones de la muestra se centran en el pintor de éxito mundial que ha sustituido a su estilo impresionista por una pintura gestual, cercana a la abstracción; esta nueva etapa también dará lugar a una explosión de color excepcionales.

El objetivo prioritario de Claude Monet seguía siendo mostrar las metamorfosis de la luz y traducir las sensaciones que le despertaban, pero con un estilo propio y único. En las décadas de 1910 y 1920, ya aquejado de cataratas que le impedían ver con claridad y alteraba su percepción de los colores -tal y como se percibe en su serie de los rosales, en la exposición- Monet se centró casi exclusivamente en pintar su jardín acuático de Giverny.

Allí realizó un conjunto de lienzos del tamaño de un mural donde representaciones abstractas de plantas y agua emergen de amplias pinceladas de color y texturas intrincadamente construidas, llevando al paroxismo las investigaciones con los nenúfares de 1903, y pintando solo fragmentos de la naturaleza en los que prescinde de perspectivas o referencias espaciales.

Claude Monet: 'Campo de tulipanes en Holanda', 1886. © Musée Marmottan Monet, París

Claude Monet: 'Campo de tulipanes en Holanda', 1886. © Musée Marmottan Monet, París

El propio Monet escribió hacia el final de su vida: “Cuando salgáis a pintar, procurad olvidar los objetos que tengáis delante, sea un árbol, una casa o un campo. Pensad solo: esto es un pequeño cuadrado azul, esto un rectángulo rosa, esto una franja amarilla, y pintadlos exactamente como los veáis, con su color y forma exactas, hasta que hayáis plasmado vuestra primera impresión de la escena”.

Poco después de la muerte de Monet en 1926, a los ochenta y seis años, sus últimos cuadros, a pesar de ser reconocidos por los más iniciados, sufren la indiferencia del público. A principios de los años cincuenta, Michel, el hijo del pintor puso en marcha una operación de rehabilitación de la última etapa de su padre. Por primera vez, prestó una selección de grandes Nenúfares y vendió muchas obras en Estados Unidos, logrando su reconocimiento.

Claude Monet nos seduce a primera vista, pero hace falta tiempo para comprender su complejidad y la composición de sus obras”, concluye la comisaria. Serán muchos los seducidos por una primera visita a la exposición, pero también muchos los que sentirán la necesidad de volver para que esa primera fascinación se torne en descubrimiento.