Azucena Vieites. Playing Across Papers. Sala Alcalá 31. Alcalá, 31. Madrid. Comisario: Mariano Mayer. Hasta el 17 de enero

Hace unos días, inauguraba Broto en Madrid una exposición de obra sobre papel y decía algo así como que no sólo no era un medio menor, sino que más bien todo lo contrario. La muestra El sueño americano, ahora en el CaixaForum de Madrid, es buena prueba de ello: una celebración de la obra gráfica a través de piezas de Warhol, Kara Walker, Jenny Holzer, Lichtenstein… Repaso estos nombres y de alguna manera veo su huella en las imágenes de Azucena Vieites (Hernani, 1967), en los textos tachados, los gruesos trazos negros o en las serigrafías de perfiles azulados. En la obra de Vieites el hilo conductor ha sido siempre este soporte, ya sea dibujándolo, haciendo serigrafías, fotocopias o collages donde el punk se cruza con el pensamiento feminista y queer, la música y el Do It Yourself. Acude a menudo a materiales preexistentes –propios, incluso– apelando a conceptos como el original y la copia, o la autoría, hasta el punto que, cuando hizo su proyecto Tableau Vivant en el Museo Reina Sofía, organizó un taller con niños pequeños para que colorearan libremente los dibujos de la artista. Le interesaba la capacidad de sorpresa y libertad que se tiene a edad temprana, algo extrapolable a su trabajo, que huye de todo convencionalismo. 

Algunos de sus Tableau Vivant se pueden ver ahora en la exposición que le dedica la Sala Alcalá 31, un recorrido, libre también, por toda su obra en un montaje que invita a deambular sin un orden concreto: se puede empezarse por los cuadernos, arriba, o por las piezas colgadas con chinchetas, abajo, o asomarnos al interior de las vitrinas centrales. Esta sala es un espacio difícil, marcado por la gran nave central y las filas de columnas, y en esta ocasión se ha querido dejar más desnudo que nunca. Quizá no sea el lugar idóneo para este tipo de obras, que carecen de volumen y necesitan de una mirada cercana capaz de dialogar con cada una de las historias que encierran.

Vieites descuartiza el catálogo de la muestra en la pared, en un muestrario de originales y reproducciones

En el texto del catálogo Mariano Mayer, comisario de la muestra, se refiere a estas imágenes con un término muy ilustrativo: low-fi, algo así como las cintas de casete. A Vieites le marcó mucho la década de los ochenta, en la que se formó junto a artistas del contexto vasco como Itziar Okariz y Jon Mikel Euba, y desde sus inicios echó mano de revistas, portadas de discos, fanzines y publicaciones femeninas. En uno de los primeros collages que nos encontramos en la exposición introduce una fotocopia de unos maniquíes sin cabeza, lo más bajo de la moda reproducido aquí de manera pobre, en un papel al que le falta un pedazo. ¿Reivindica otra manera de producir? Yo creo que sí, a otro ritmo y bajo otros cánones en los que el artista crea a partir de lo que le rodea y no de geniales ideas. Otro reflejo de esto es su Libro de dibujos (1998-2020) desplegado en la galería superior en varias imágenes digitales escaneadas, –que en origen hizo calcando revistas, portadas de discos, folletos activistas– con los que habla del rol de las mujeres y del cuerpo femenino.

Pero si hay una obra en la exposición que resume su trabajo, esta es Playing Across Papers, catálogo (2020), un muestrario de sus collages escaneados, de los juegos con los colores de fondo, la apropiación de materiales, los textos escritos a mano, los detalles de partes del cuerpo, y hasta trozos de cartulina que dibujan siluetas de estrellas y figuras geométricas de resonancias matissianas. Descuartiza aquí el catálogo de la muestra y lo cuelga en la pared mezclando originales (o dibujos primeros, como los llama ella) y reproducciones. Crea collages digitales en los que los papeles se doblan, superponen, fragmentan y combinan.

Vista de la exposición. Foto: Guillermo Gumiel

También el texto ha sido otro de los motores de muchas de sus piezas, frases escritas con un pincel grueso o con rotulador sobre cartulinas de vistosos colores y lujosos papeles Hahnemühle. Recurre aquí de nuevo a la fragmentación, tacha y recorta (literalmente) las palabras más descriptivas y deja que nosotros, lectores-espectadores rellenemos los huecos resultantes. Son letras que toma prestadas y que podrían dividirse en tres ejes temáticos: lo personal (“Escribí todos los mensajes de texto de nuestros primeros 6 meses de relación…”), las cuestiones feministas (listando, por ejemplo, algunos tipos de mujer, “atormentada, impredecible, apasionada, solitaria, trágica, abandonada…”) y reflexiones de trasfondo artístico (“Lo primero de todo explícame exactamente qué es lo que haces, ¿esto qué es? ¿Por qué haces aquello?...”, dice otra de las imágenes). 

De este proyecto se desprenden varias reflexiones interesantes: la necesidad de cuestionar la jerarquía de medios con la que seguimos tropezando, el concepto de artista contemporáneo y la dificultad de mostrar algunos trabajos en según qué espacios. En este caso la publicación, en extinción en tantos otros centros de arte, es lo que mejor funciona. Tiene una gráfica cuidada al detalle y los trabajos lucen en todo su esplendor. Un libro para guardar. 

@LuisaEspino4