Image: Alfonso Albacete, la pintura autoconsciente

Image: Alfonso Albacete, la pintura autoconsciente

Arte

Alfonso Albacete, la pintura autoconsciente

El Centro Andaluz de Arte Contemporáneo dedica al artista su retrospectiva más importante desde 1988, con obras que muestran un interés metapictórico y un diálogo con grandes nombres de la historia del arte

8 noviembre, 2018 01:00

Alfonso Albacete delante de su cuadro Natura uno (Cuadro del Huerto), 2013. Foto: CAAC

La dicotomía entre abstracción y figuración que se dio hace décadas en la pintura siempre fue para Alfonso Albacete una batalla estéril. Desde muy temprano en su carrera, el artista malagueño (Antequera, 1950) optó por la fusión de ambas formas de expresión plástica, como demostró en 1979 la exposición En el estudio, en la galería madrileña Egam, que lo colocó en el mapa del arte de aquella España que despertaba a la libertad y la democracia. Han pasado casi 40 años desde entonces y el Centro Andaluz de Arte Contemporáneo (CAAC) le dedica ahora la muestra Alfonso Albacete. Las razones de la pintura, su retrospectiva más importante desde la que organizó en 1988 el desaparecido Museo Español de Arte Contemporáneo, germen del Reina Sofía. La exposición, comisariada por Mariano Navarro, cuenta con el apoyo de la Fundación Maxam, que ha adquirido recientemente una obra de Albacete que expone estos días en el Museo Lázaro Galdiano de Madrid en diálogo con otras obras de su colección seleccionadas por el propio artista.

En el montaje de la restrospectiva del CAAC, Albacete se ha reencontrado con cuadros suyos de los 70 y 80 que no veía desde que los pintó, frente a obras realizadas el año pasado. "Esa conjunción me interesa muchísimo y me emociona", reconoce a El Cultural. "Al compararlas he podido apreciar que ahora pinto con menos energía pero mayor capacidad de síntesis. Juntas muestran un discurso de vida. Los discursos que generaron aquellos cuadros ya no existen o son desconocidos para el público, y sin embargo aún agitan las cabezas, son contenedores que seguirán funcionando en el tiempo". Esa mayor capacidad de síntesis ganada con la experiencia de los años es la causa de que en la exposición haya más obras de la segunda mitad de su carrera que de la primera.

Alfonso Albacete: El jardín japonés, 2009

Como explica el comisario, la exposición tiene "dos vías de lectura". En el pasillo central del claustrón sur del monasterio de la Cartuja, sede del CAAC, la primera de estas vías muestra obras en las que Albacete establece un diálogo con grandes nombres de la historia del arte, de Piero della Francesca o Caravaggio a Joan Miró, Richard Diebenkorn, Willem de Kooning o Jasper Johns, pasando por Seurat, Degas o Cézanne. Para Navarro, hay una gran diferencia entre influencia y diálogo, ya que le atribuye a este último un ejercicio de reflexión consciente, "absorbiendo aspectos determinados de lo que otros han planteado y añadiéndoles argumentos propios".

Las dos obras que abren la muestra son Lápices y En el estudio, en las que se inició otra constante en la obra de Albacete, un interés metapictórico por sus utensilios, procedimientos y gestos. Como señala el comisario, "se trata de una reivindicación de la vuelta a la pintura, al convertir en protagonistas al espacio de creación, a los materiales usados, al boceto, al modelo y al natural".

Alfonso Albacete: En el estudio, 1979

Este interés autorreferencial por la pintura dentro de la pintura (que vemos también en la serie Conferencias de arte) está presente de nuevo en el segundo apartado de la exposición, un recorrido por la obra y el mundo simbólico de Albacete con salas divididas por temas. En otras de sus salas se muestra el interés de Albacete por los mitos clásicos y bíblicos, de Narciso a Judit o Salomé, a finales de los años 80 y principios de los 90. Para Navarro, en esta etapa la pintura de Albacete "va trazando un universo simbólico que se entrecruza con elementos biográficos, pasando de lo narrativo a lo introspectivo".

En la obra de Albacete confluyen la figura, el paisaje y la naturaleza muerta, con una impronta considerable de sus años de formación como arquitecto. "Creo que de la arquitectura se me contagió su rigor para buscar la solución óptima para cada obra como si se tratara de un problema de geometría", explica el artista.

En la misma línea, Navarro opina que Alfonso Albacete "pinta pensando", es decir, que su obra "no es un ejercicio de representación sino de reflexión". Reflexión que no es incompatible con el placer estético. "Alfonso Albacete ha pintado algunas de las mejores y más bellas pinturas que me ha sido dado ver en estos años". Entre ellas, destaca El jardín japonés (2009). El concepto de belleza, tan cuestionado desde las vanguardias históricas, es algo que ninguno de los dos osa definir, pero declaran su vigencia como algo incuestionable: "No sé qué es exactamente la belleza, pero los amantes del arte sabemos detectarla cuando nos encontramos delante de ella. No es la belleza entendida en términos platónicos, pero sí algo que te reconcilia con el espanto cotidiano", señala el comisario. "Yo no busco la belleza cuando pinto", añade Albacete. El hecho de pintar es para mí como una performance en la que trato de forzar muchos elementos en una dirección concreta, y cuando acabas a veces descubres que el resultado desemboca en la belleza. Es una emoción que se puede identificar como tal, aunque es intransferible".

@FDQuijano