Vista de sala de la exposición Escultura hiperrealista 1973-2016

El Museo de Bellas Artes reúne hasta el 29 de septiembre 34 obras de las figuras más notables de la escultura hiperrealista.

El pasado 20 de julio el Museo de Bellas Artes de Bilbao abrió las puertas de Escultura hiperrealista 1973-2016. Una inauguración que se había visto postergada a causa de la huelga de 34 de sus trabajadores. El paro, de más de un mes, fue secundado por auxiliares de sala, taquilleros y otros empleados que denunciaban las condiciones laborales de la empresa que los subcontrata. Por suerte, pasamos ya de la cruda realidad que dicen sufrir estos empleados a la hiperrealidad que ofrece esta exposición. Y es que hasta el 29 de septiembre el museo expondrá 34 esculturas de los 26 artistas más representativos de esta tendencia artística. El comisariado corre a cargo de Otto Letze, quien en 2013 ya organizó otra muestra hiperrealista en el Thyssen, en aquel caso centrándose en la pintura. Según el museo bilbaíno, esta exhibición es la primera centrada en la "revisión profunda de la figuración humana a lo largo de los más de cincuenta años de existencia del hiperrealismo".



Con la finalidad de ofrecer una completa panorámica de este movimiento, la exposición incluye a los pioneros americanos George Segal, Duane Hanson y John De Andrea, y abarca a escultores que posteriormente trabajaron bajo su influencia. Artistas como Juan Muñoz, Maurizio Cattelan, Paul McCarthy, Ron Mueck o Berlinde de Bruyckere contribuyeron a la expansión internacional de este tipo de escultura. Un estilo que, de hecho, sigue vigente a día de hoy, como podemos comprobar con la presentación al público de la recentísima Lisa de John De Andrea.



Pero aunque el objetivo es plasmar la apariencia humana con la máxima fidelidad posible, lo cierto es que los resultados varían según la visión de cada creador y las distintas técnicas usadas. Desde las más tradicionales como el modelado, el fundido y la pintura, hasta las siliconas, poliésteres y otros materiales punteros, las sorprendentes esculturas van más allá del inquietante realismo. Así lo confirma el australiano Ron Mueck: "Aunque dedico mucho tiempo a la superficie, es la vida interior la que quisiera capturar".



Sin título (Mujer arrodillada), de Sam Jinks

Los propios organizadores han dividido la visita en cinco bloques que ofrecen diferentes aproximaciones al hiperrealismo escultórico. Las dos primeras partes nos transportan a mediados del siglo pasado. Réplicas humanas, la primera, introduce el trabajo de Duane Hanson y John De Andrea durante los años sesenta, cuando sus figuras causaron gran sensación por su auténtico parecido a personas de carne y hueso. En Esculturas monocromas, se centran en George Segal, un artista que se alejó del pop art para indagar en lo personal y humano mediante sus obras en yeso blanco. Esta manera de resaltar el anonimato en sus escenas sería de gran influencia para artistas como Keith Edmier, Juan Muñoz o el colorista Xavier Veilhan, presentes también en esta sección.



Como indica su nombre, Partes del cuerpo, la tercera sección agrupa a artistas centrados en el potencial expresivo de la fragmentación del cuerpo humano. Buen ejemplo aquí es el Ave María del siempre llamativo Cattelan, con sus tres brazos realizando el saludo fascista. El juego de las dimensiones nos acerca interesantes experimentaciones con la escala de las figuras. Por último, los trabajos más chocantes aparecen en Realidades deformadas, donde las obras personifican formas alternativas de percibir y plasmar la realidad. Entre los creadores presentes, Patricia Piccinini o Berlinde de Bruyckere nos entregan aquí figuras antropomórficas pero distorsionadas, con una carnalidad no verosímil.



Tras su paso por Bilbao, estas esculturas se dirigirán a México y a Dinamarca para exponerse en el Museo de Arte Contemporáneo de Monterrey y en el Museum for Moderne Kunst de Copenhage. Así que parece que el hiperrealismo sigue avanzando con paso firme.