Jacques Villeglé: Bulevard Saint Martin, 1959

Fundación Juan March. Castelló, 77. Madrid. Hasta el 5 de junio

En 1966, Fernando Zóbel fundó en Cuenca el Museo de Arte Abstracto, aún insólito en nuestro país: un museo creado por un artista, montado en colaboración con otros artistas y "traspasado" quince años después, donación de obras mediante, a una fundación privada. Ahora que se cumple su 50° aniversario, es muy pertinente que esa fundación, la Juan March, ponga en contexto uno de los ejes de su colección, el informalismo español, bien representado en ella gracias a las atinadas adquisiciones de Zóbel, de Amos Cahan (al que compraron 80 obras en 1987) y de la propia institución.



Sin embargo, la exposición prescinde casi por completo de las obras propias y recurre a otras colecciones, por cuestiones prácticas pero también con el fin de añadir atractivo al proyecto, incluso para integrar en él a los artistas españoles. Los préstamos los ha realizado en buena parte la fundación del magnate energético Jean-Claude Gandur, que conocerán por el depósito a corto plazo que hizo el año pasado al Museo Reina Sofía.



No es la gran exposición sobre el informalismo (lo impide el tamaño de la sede) ni la definitiva. Pero sí pretende ofrecer novedades en cuanto a la perspectiva desde la que se contempla. De un lado, insiste en la asociación, que no es nueva, de la profunda crisis moral provocada por la II Guerra Mundial con la abstracción matérica y gestual europea, que respondería a la imposibilidad de representar el mundo "después de Auschwitz". Trata de sacar el informalismo del cubo blanco del museo, que incomunica y anestesia, para devolverlo a su urdimbre histórica; con ese fin, se incorpora un elemento narrativo a través de un expresivo conjunto de fotolibros, y un elemento dramático a través de un montaje de tonos sombríos que recuerda a las enteladas galerías de la época y en particular a la Sala Negra, espacio del Museo Nacional de Arte Contemporáneo (en el edificio de la Biblioteca Nacional), donde se celebró en 1957 la muy influyente muestra Otro Arte, con colaboración del crítico de cabecera del movimiento, Michel Tapié, y los pintores del grupo El Paso. En Lo nunca visto, el tardío informalismo español queda envuelto por el europeo (lo cual es correcto desde el punto de vista histórico-artístico) sin hacer apenas alusión a la singularidad política y cultural derivada no de la guerra global sino de la Guerra Civil y el franquismo, ausentes de la contextualización fotográfica, algo que podría estar relacionado con el hecho que Juan March contribuyó de manera muy importante a la financiación del bando sublevado.



George Mathieu: Composición, 1951

De otro lado, y esto es muy enriquecedor, la exposición permite confrontar este tipo de pintura con algunas tendencias fotográficas contemporáneas, resultando muy interesante la confluencia con Otto Steinert y la fotografía subjetiva alemana. Vemos el mismo interés por las texturas, las deformaciones, los resquebrajamientos, los grafismos violentos... También la fotografía experimentó el trauma creativo y se acercó a la abstracción y al expresionismo. La pena es que este paralelismo no se esclarece en ninguna parte.



Lola Jiménez-Blanco y Horacio Fernández han hecho junto a Manuel Fontán del Junco una buena selección de obras, que se disponen en las salas siguiendo a medias la estructura que marcan los capítulos del original catálogo: Materias, Gestos, Configuraciones, Desfiguraciones y Desgarros. No hay orden cronológico ni geográfico, y no se explica por qué se privilegia el arte checo, que ciertamente cuenta con creadores de calidad e interés pero es un escenario marginal respecto al epicentro informal, París, donde se dieron cita buena parte de los cultivadores de esta lingua franca artística y donde el expresionismo abstracto europeo encontró sus bases teóricas y filosóficas (Sartre, Merleau-Ponty, Tapié) y su trampolín de mercado. El rostro lleno de ojos de uno de los Rehenes de Jean Fautrier actúa como Cancerbero de un Hades en el que se constata cómo la innegable angustia existencial fue dando paso a diferentes manierismos contra los que reaccionaron la abstracción fría y el arte pop. Pero fueron años clave para la modernidad, en los que toman forma (o no forma) obras tan importantes como las de Wols, Hartung, Michaux, Fontana, Tàpies, Millares, Burri, Mathieu, Vedova, De Stäel, Poliakoff, Auerbach, Soulages, Dubuffet, Alechinsky, Van de Velde, Jorn o Saura, todos representados en la exposición. Mucha atención también a las fotografías de Kawada, Paco Gómez, Sirera, Nožicka, Medková, Hajek-Halke, Lederer, Catherineau y Von Boch que, cuyo diálogo con las pinturas, constituye, como decía, la mayor aportación de Lo nunca visto.



@ElenaVozmediano