Doll festival (1966) de Ushio Shinohara

¿Una exposición sobre el pop-art sin Andy Warhol? Sí, es posible. Más que posible, de hecho. La historia del artista y sus colegas americanos es conocida (no olvidemos la exposición Mitos del Pop que acogió el Thyssen, ¿nadie sintió la sensación de vivir un deja vu entre las pinturas de Warhol, Lichtenstein, Hockney y Hamilton?). Lo que no es tan común es conocer a artistas europeos que lo cultivaron a modo de protesta con un lenguaje político claramente contrario a los gobiernos del momento. Esta es la historia que cuenta la exposición The World Goes Pop que acoge la Tate Modern a partir del 18 de septiembre. No podría haber mejor lugar para la muestra, ¿verdad? Frente al Támesis con vistas a la Iglesia de St Paul... nos volvemos pop.



Desde Latinoamérica a Asia y de Europa a Oriente Medio la exposición explora la tradicional historia del pop art y cómo contribuyeron a ella las diferentes culturas. 200 obras creadas entre 1960 y 1970, algunas de ellas por primera vez en el Reino Unido, se reúnen en la tercera planta de la pinacoteca para narrar otro lado del fenómeno cultural y artístico. Kapow!



A modo de reacción al mercado y la dominación de los medios de la América de la posguerra, el pop-art apareció en diferentes países como una fuerza desestabilizadora. La muestra se cimenta en narrar cómo se empleó el lenguaje visual para criticar el origen del capitalismo mientras se beneficiaban del poder gráfico. "Esta corriente revisa la tradición y busca ser político. Uno de los más duros fue el polaco Zielinsky que criticaba la falta de libertad de expresión", cuentan Jessica Morgan y Flavia Frigeri, comisarias de la exposición.



Pilules capsules conciliabules, (1966) de Bernard Rancillac

Obras de la española Eulalia Grau y del británico Joe Wilson se muestran en la misma la sala. La primera "mira hacia la cultura española y su situación bajo el régimen de Franco" mientras que el segundo apuesta por unas "notas de periódico que pueden ser leídas en diferente orden", una especie de Rayuela. Al igual que las piezas del brasileño António Dias inspirándose en el cómic, The pointing figure de Marcello Nitsche y la pintura de dos metros Jemima bumping pancakes de Joe Overstreet.



El papel de las mujeres en esta época fue fundamental y por ello la Tate dedica una sala al movimiento feminista desde una perspectiva femenina. "Isabel Oliver creó una serie llamada La mujer", comentan. Al igual que Grau, trabajó durante la dictadura franquista y durante la década de los 70 colaboró con Equipo Crónica en paralelo a la creación de un retrato de la mujer española. En su imaginario caben escenas familiares y domésticas, la cirugía estética y los productos de belleza ejecutados en un estilo figurativo publicitario. "En una de las obras de 1971 se ve a una mujer corriendo frente a productos de belleza mientras que en otra se ve el mítico juego de Parchís con la familia entera desnuda dando a entender que el rol dentro de esa institución no ha cambiado". Algo que secunda su coetánea Ángela García cuando decía que "siempre eres la hija o la mujer de alguien", nunca una misma.



A la izquierda Valentine, (1966) de Evelyn Axell, en el centro Atomic Kiss (1968) de Joan Rabascall. A la derecha The New Jemima (1964) de Joe Overstreet

A pesar de que tradicionalmente esta disciplina se asociaba al consumismo individualista y al icono célebre aislado, muchos artistas encontraron en la multitud un símbolo de gran impacto de la cultura contemporánea. Es el caso de Evelyn Axell, que recrea una protesta reemplazando las figuras masculinas por las femeninas y Red Coat de Nicola L. "Para ella el grupo era algo que llevaba a la mancomunidad y el abrigo rojo funcionaba como ecualizador". Tanto es así que viajó por Europa para analizar el comportamiento de la gente frente a la herramienta que daba cobijo a 11 personas. En la Barcelona franquista, "por miedo", tan solo se atrevieron dos, en Ámsterdam llenó el abrigo e intentaron huir mientras en Bélgica trataron de coger un autobús". Yendo todos en un mismo abrigo, ¿el conductor tenía que cobrar un billete u once?



Otros ejemplos del sentido de pertenencia al grupo los lideran obras como American Interiors del islandés Erró en la que la muchedumbre trabajadora china invade escenas domésticas del oeste mientras que Multitude del brasileño Claudio Tozzi y Concentration or Quantity Becomes Quality de Equipo Crónica muestran la energía moderna y antagónica de las multitudes en contraste con los iconos pop americanos como Marilyn y Elvis. Y aquí es el único momento en el que entra en la ecuación la corriente y los colegas americanos: en una obra del dúo artístico Komar y Melamid en la que el pop art americano es reducido a cenizas.



@scamarzana