Clara Serena, hija mayor de Rubens, a los 12 años.

La Casa de Rubens de Amberes acoge a partir del 28 de marzo la exposición Rubens en privado: el maestro retratando a su familia

Pintar para recordar. O lo que es lo mismo, pintar para no olvidar. Esta parece ser la premisa que Paul Peter Rubens, el pintor del Barroco, se grabó en la mente a la hora de retratar a su familia de manera íntima y cercana. Ojos brillantes, sonrisas cómplices y hoyuelos transmiten la cercanía, la complicidad y el valor que tenía la familia para el pintor. "¿Y si Rubens no hubiera estado en Amberes?", se pregunta Philip Heylen, concejal de cultura de la ciudad. "Nos hubiéramos perdido una cita importante con la historia del arte", se responde. Para poner en valor su papel dentro de la familia, La Casa de Rubens de Amberes acoge a partir del 28 de marzo la exposición Rubens en privado: el maestro retratando a su familia.



Entrar al jardín de la casa del pintor es viajar a su tiempo y entender lo que había detrás de su trabajo. El jardín (fue diseñado por él mismo) se viste con los dioses Neptuno, Venus y Flora, incluso Hércules, como símbolo de fuerza física y psíquica. Los ocho años que pasó en Italia y su contacto con artistas como Tiziano y Caravaggio marcaron su manera de entender el arte, de modo que filósofos como Séneca y dioses de la antigua Roma son los guardianes de la casa y el taller de Rubens.



Dentro, la primera estancia muestra a los abuelos de un artista del que se han contabilizado más de 3.000 obras junto al árbol genealógico familiar. Se trata de cuadros informales y privados que el artista confeccionó para su memoria. Su hermano Philip, sus esposas Isabella Brant y Helena Fourment y los hijos de ambos matrimonios. Así, Autorretrato en un círculo de amigos en Mantúa abre la muestra con el primer autorretrato de sí mismo. A su lado su hermano Philip Rubens con unos ojos llorosos, símbolo de la tristeza del propio pintor por la huella de la muerte de Philip.



Tres importantes obras suceden a la primera sala de la casa del pintor. Esas mismas salas en las que Rubens configuraba sus obras son las que ahora desnudan su universo más íntimo. El primero de ellos es un autorretrato por encargo de 1623 que mandó a sus asistentes realizar (fue un encargo del Príncipe de Gales y no le gustaba pintar para la corte. A sabiendas de que era una falta de respeto mostrarse con sombrero ante la realeza, él se mantuvo fiel a sí mismo). El segundo es otro autorretrato que se entiende como una carta de presentación para distribuir y el tercero fue realizado un año antes de su muerte. En el mismo se ve a un Rubens viejo y aquejado por la artritis pero siempre galán y con sombrero. La simbología de todos ellos es similar; la espada que muestra nobleza y el guante que transmite riqueza y el estatus social del artista.



Autorretrato de Rubens.

Poco después su primera mujer, Isabella Brant (murió de peste) con sonrisa afectuosa, ropa oscura y sobria, con una cadena de oro y una diadema, mostrando el estatus y poder del que gozaba la familia Rubens. El cuadro que cuelga al lado es de otra mujer vestida de pastora (fue la moda de entonces) que se cree es su segunda mujer, Helena Fourmant. "Su trabajo privado es sorprendente", expresa Ben Vanbeneden, director de la Casa de a Rubens y comisario de la muestra.



La obra de Rubens es muy difícil de abarcar pero La Casa de Rubens rebela un nuevo cuadro recientemente atribuido al artista amberiense. "Es Clara Serena Rubens, una de sus hijas", que murió a los 12 años a causa de la peste. En la pintura muestra a su hija en forma de busto, lo que hace pensar que la obra fue realizada después de la muerte de la niña. Se cree casi con seguridad en la autoría de Rubens pero "dentro del comité aún se debate porque hay quien dice que Rubens nunca pintaría así, sin decoro, a su hija. Pero no es una teoría del todo válida porque se trata de cuadros que se iban a mantener en privado", explica el comisario.



Pero hay una gran ausente en la exposición de la plaza Wapper. Se trata del desnudo de Helena Fourment. No hay que olvidar que, pese al estatus de noble y la riqueza de la familia, Rubens siempre fue un ahorrador a la hora de comprar los materiales para sus obras. Por ello, un panel de gran tamaño era más costoso que adquirir varios pequeños y unirlos. Pero la madera se agranda y se contrae según el clima y muchas piezas tienen que permanecer dentro de las paredes de los museos por su débil estado de conservación. Esto es lo que ha ocurrido con el desnudo de Helena Fourment, una pintura confeccionada con seis paneles de madera en las que aparece una Helena sensual y sugerente delante de un fondo negro. El equipo de restauradores de la pinacoteca ha examinado la obra con una nueva técnica de infrarrojos para la exposición y han encontrado una pintura detrás del oscuro fondo. Se trata de una fuente que los expertos creen que decidió omitirla para que la verdadera protagonista fuera su esposa, la que fue nombrada como la mujer más guapa del mundo. Pero el cuadro, no obstante, ha tenido que quedarse en Viena.



Así, salir de lo que fue el taller de Rubens y observar el entorno en el que se relajaba el artista se convierte en el modo de entender que el pintor Rubens fue, a su vez, un hombre de familia dedicado a sus hijos y a su esposa. Y aunque los autorretratos en aquella época no estaban bien valorados, ahora cobran un nuevo sentido. Un sentido íntimo, cercano y natural que ofrecen una mirada a las entrañas de uno de los pintores más importantes.



"Yo solo soy un hombre sencillo de pie a solas con mis viejos pinceles pidiendo a Dios inspiración", dijo alguna vez Rubens. Sus más de 3.000 obras (entre bocetos, pinturas, escenas mitológicas, arquitectura que están tratando de reunir en un solo catálogo razonado que verá la luz en 2020 bajo el ritmo de publicación de tres volúmenes por año) , constatan lo que Heylen piensa, "Él era más grande que la vida".