Massimiliano Gioni. Foto: Giorgio Zucchiatti

Todo está listo ya en los Giardini y el Arsenale de la Bienal de Venecia, que se inaugura mañana y estará abierta al público hasta el 24 de noviembre. Celebrando su 55ª edición está Massimiliano Gioni, el director más joven que ha pasado por esta gran cita artística, convirtiendo la bienal en un museo temporal, Il Palazzo Enciclopedico. Hablamos con él sobre las novedades de este año.

No esconde los nervios ni en la risa amable que se le escapa mientras habla, delatando optimismo. Tampoco niega que sea alguien inquieto, ambicioso, y que la Bienal de Venecia estuviera entre sus objetivos como comisario: "Siempre pensé que era algo bonito a lo que aspirar, pero nunca que sería el más joven en dirigirla. Es un gran peso pero también algo increíble. Ser el director de la Bienal de Venecia te consagra como comisario, pero a veces es el principio del fin", dice bromeando.



A sus 40 años, y desbancando a Daniel Birnbaum que tenía seis más cuando fue el director en 2009, Massimiliano Gioni (Busto Arsizio, Italia, 1973) es sinónimo, para muchos, de aire fresco, de relevo generacional. Proviene de una pequeña ciudad a las afueras de Milán, que él compara con Newark, Nueva Jersey, donde creció haciendo camisetas pseudo artísticas y tocando en una banda a lo Sonic Youth. De entonces recuerda "una gran atracción por ser diferente y por que la gente fuera aceptada en su rareza". Tal vez por eso le importan poco las críticas. Pronto se mudó a Nueva York, donde abrió junto a Maurizio Cattelan y Ali Subotnick la Wrong Gallery, un espacio de exposiciones alternativo, de apenas un metro cuadrado, tras una puerta de cristal en pleno Chelsea. Un año después, en 2003, se estrenó en la Bienal de Venecia bajo la invitación de Francesco Bonami, entonces director, con un pabellón en el centro de los Giardini llamado The Zone, centrado en jóvenes artistas italianos. Esa mirada al arte emergente la llevó más lejos en The Generational: Younger than Jesus, la gran exposición que hizo en el New Museum en 2009, antes de que el centro neoyorquino lo fichara poco después. Entonces ya había co-dirigido Manifesta 5 y la Bienal de Berlín. En 2010 llegó la de Gwangju, en Corea del Sur, que no está muy lejos de su propuesta en Venecia...



-Il Palazzo Enciclopedico da título a la exposición. ¿Qué plantea?

-El título viene del artista Marino Auriti y su Il Palazzo Enciclopedico Palazzo del Mondo, de 1950, una gran maqueta de su museo imaginario: un edificio que contenía todo el conocimiento del mundo. Era un proyecto utópico, imposible. Partiendo de esa idea quería hacer referencia a la propia historia de la Bienal de Venecia, a su tradición como exposición universal, y sugerir el fracaso de aquel modelo inicial. A lo largo de los 90, la proliferación de bienales redibujó los mapas y jerarquías del arte contemporáneo que a mí me ha llevado a pensar cómo pueden funcionar de forma diferente. En Gwangju, perseguí un modelo de exposición que está cerca de lo que vemos aquí: una bienal concebida como un museo temporal. Con ello quiero reflexionar sobre la imposibilidad de saberlo todo y sobre la expectativa que despierta una cita como ésta: un conocimiento universal condenado al fracaso.



Atlas autodidacta

-Posicionarse ahí, en la idea de fracaso y bajo la sombra de Marino Auriti, un artista autodidacta, define lo que debe ser un comisario y una exposición.

-La exposición celebra el diálogo que se establece entre artistas profesionales y amateurs, y creo que eso es lo que soy. Cuando te piden que seas el director de la Bienal de Venecia la gente cree que es porque lo sabes todo, y quería darle la vuelta a esa idea. Si soy franco, debo decir que sé muy poco. Esa idea del comisario como "autor" es algo que rechazo sin compasión. Y no lo digo con falsa modestia. Harald Szeemann solía decir que él era únicamente un camarero. Así que yo soy un autodidacta, como muchos de los artistas incluidos en la exposición. Como dicen los americanos, he aprendido a ser comisario on the job, es decir, trabajando...



-No es la primera vez que trabaja con artistas autodidactas u outsiders...

-Me interesan los artistas que están fuera del canon estricto del arte, como James Castle, Augustin Lesage, Alesteir Crowley... un movimiento cada vez más reivindicado en los museos. Incluirles me ha ayudado a alejarme de una selección predecible. Por el hecho de ser joven se esperaba que incluyera a muchos artistas emergentes, pero he recogido muchos trabajos históricos.



-Bice Curiger, directora de la edición anterior, incluyó hasta tintoretos...

. -Sí, pero aquí hay una reflexión más orgánica sobre el pasado. Algo que caracteriza a mi generación es un nuevo sentido de sincronicidad temporal, que tiene que ver con lo que significa ser contemporáneo. Tenemos asumido que vivimos en una sociedad sobre informada, aunque no es sólo un fenómeno reciente sino que ha pasado a lo largo de la historia. De eso va la exposición: del conocimiento como un sistema de conexiones y simpatías. De cómo construimos lo que sabemos y lo que no.



-La muestra reúne más de 150 artistas, la mayoría de Europa y Estados Unidos. ¿Qué criterios siguió para la selección?

-La lista de artistas es mucho mayor que en las dos últimas ediciones de la Bienal. Incluye artistas de 38 países (en 2011 fueron 22), con más presencia de artistas de Asia, Suramérica, Nigeria, Costa de Marfil y Senegal. Por otro lado, 110 de los artistas no han expuesto nunca en la Bienal de Venecia y sólo tres repiten de la anterior edición. En términos de género, el total de artistas mujeres es mayor que ediciones anteriores. He hecho un gran esfuerzo por trabajar con artistas con los que antes no había colaborado. Mi trabajo consiste en invitar y en encontrar recursos para que eso sea viable. Eso ha hecho que no pudiera incluir a todos los que me hubiese gustado.



-¿Justifica así que sólo haya una española, Paloma Polo?

-Cuando selecciono a artistas nunca pido el pasaporte. No me importa tanto de dónde vienen sino a dónde nos pueden llevar. Paloma Polo ha dedicado mucho tiempo a reflexionar sobre la idea de ver y sobre quién tiene derecho a ello. Su proyecto The Path of Totality recoge una extensa investigación sobre las expediciones astronómicas de varias potencias coloniales en el siglo XIX y principios del XX, que tenían por objeto la observación de eclipses y cómo aquellas misiones fracasaron. Una idea que encaja perfectamente con Il Palazzo Enciclopedico.



-Y Lara Almarcegui, ¿qué le parece? ¿La hubiera fichado para Il Palazzo de no estar en el Pabellón Español?

-Conozco el trabajo de Lara desde mi paso por San Sebastián con Manifesta. Aunque sé que ella quiere mantener una parte de sorpresa, Lara presenta una gran instalación relacionada con la arquitectura del edificio, construido en 1922. Está formada por montañas de diferentes materiales de construcción, los mismos y en igual cantidad que se emplearon para construirlo. Además, ha desarrollado una investigación en torno a la Sacca San Mattia, una isla que se ha formado con escombros de cristal de la industria de Murano. Me parece muy interesante cómo ha planteado la idea de recolectar toda la información, que tanto tiene que ver con la exposición.



Diversidad extrema

-El eterno debate de si los pabellones nacionales constituyen una idea obsoleta, ¿tiene sentido?

-Esa idea viene de una comprensión muy parcial del mundo del arte. Claramente, no están obsoletos para los países que van a participar este año, 88 en total y 10 nuevos respecto a otras ediciones. De hecho, es lo que hace especial a la Bienal de Venecia: expone diversas maneras de entender el arte contemporáneo. No hay otra exposición en el mundo que ofrezca esta diversidad tan extrema, para bien o para mal. Este año, Alemania y Francia han intercambiado sus pabellones y creo que eso es una señal de que la idea de nacionalidad se ha convertido en un medio de trabajo.



-Esa idea de museo imaginario de Il Palazzo Enciclopedico tiene mucho de teatral. ¿Qué rol juega entre los artistas?

-De hecho, el Arsenale funcionó en los siglos XVIII y XIX como un teatro y mucho de eso hay. Tino Seghal, por ejemplo, presenta una mise-en-scène relacionada con otras obras expuestas y Cindy Sherman ha creado una sección llamada teatro anatómico. Todo tiene cierto aire de gabinete de curiosidades. Es un gran ensayo sobre la imaginación y la curiosidad.