Renzo Piano en la presentación del Centro Botín. Foto: EFE



París, años setenta. Un joven arquitecto se desplaza en taxi al edificio Pompidou, que acaba de inaugurarse en la capital para enfado de muchos ciudadanos. En pleno centro, el nuevo inmueble, como una máquina de hierro y cristal a la que se le ven las entrañas, ha roto por completo, sin pudor alguno, con la arquitectura colindante, le ha echado un pulso a la tradición. Al llegar, el joven abona el trayecto y tal vez escuche uno o dos comentarios del taxista contra el Pompidou, así que el arquitecto no le desvela que él es uno de los autores, se apea y camina hacia el centro en silencio. La anécdota la puso este martes sobre la mesa Renzo Piano, hoy ya veterano arquitecto, uno de los más destacados del mundo y todavía hombre consciente de que la arquitectura pide tiempo. Pasaron 10 años hasta que París asumió el Pompidou y lo convirtió en símbolo. Tal vez, el nuevo Centro Botín de Santander, del que ayer se iniciaron las obras y que es su primer gran proyecto en España, también precise no una década pero sí un tiempo prudencial para que la ciudad lo asuma.



Como explica Piano a elcultural.com, la arquitectura es un arte longevo, tiene que durar "como un río o como un bosque" y, en cuanto a tal, debe caminar sin pensar en la moda. Porque son precisamente la moda, los ánimos megalómanos y el despilfarro en la arquitectura de los últimos años los que han logrado crear esa desconfianza ciudadana, vista la letanía de maniobras especulativas programadas para cambiar ciudades y nacidas al calor del éxito que fue el Guggenheim. Tajante, Piano distingue su nuevo edificio de esa tendencia y asegura que Santander acabará queriéndolo porque su trazado es "tolerante" y su vocación cultural "sólida".



Y lo es, pero también arriesgado. Si bien ha sufrido diversas modificaciones hasta llegar a un consenso con la Fundación y a las autoridades locales, su resultado final no deja de ser un atrevimiento. Rompe la arquitectura portuaria -aunque no más que muchas construcciones de la Bahía de Santander levantadas cuando el diálogo no era la máxima en este arte-, soterra el tráfico que separaba los jardines de Pereda del lugar donde se edificará el Centro y plantea futuras modificaciones en los alrededores. No en vano, un grupo de manifestantes protestaba en Santander contra lo que ellos traducían como una excusa para levantar otras construcciones menos relacionadas con el arte:



- Hay que aceptar el conflicto en este tipo de proyectos. Construir el túnel ha sido una decisión importante y redirigir el tráfico cuesta dinero y da problemas. Pero soterrando la carretera hemos ganado el silencio, que será tan importante como la luz.



Con estas palabras resta importancia Piano a las protestas, acostumbrado después de 40 años al choque que produce un 'accidente' de este tipo en una ciudad, casi en cualquiera de las que haya trabajado, y está seguro de que en España, donde es su primer edificio importante, también el tiempo curará los enfados. ¿Por qué ha tardado tanto tiempo en trabajar aquí?

- No lo sé, no hay una razón, la vida es complicada, dependes del azar, no sabría decirte por qué he trabajado en todas partes menos en España, la verdad. Intento no hacer demasiadas cosas juntas al mismo tiempo. Cuando haces algo es difícil hacer algo más a la vez, pero estoy muy contento de haberlo hecho por fin. España es el Mediterráneo, mi casa, y Europa, mi país, así que no me importaría repetir.





- Aunque debute en este país, imagino que estará al tanto de la cantidad de grandes edificios culturales que se levantaron durante la década pasada en distintas ciudades y que hoy están cerrados o vacíos de contenido y actividad.

- No es el caso, por supuesto. El Centro Botín es menos monumental que esos a los que te refieres, es pequeño y lo pequeño es bello. Estoy bastante seguro de eso. Pero yo no divido los proyectos en grandes o pequeños sino en buenos o malos. El tamaño sólo es importante a la hora de tener en cuenta no hacer las cosas demasiado monumentales, retóricas o agresivas. No se puede construir una montaña de retórica sobre la cultura. Al principio estaba un poco disgustado cuando me dijeron que era más grande de lo que yo pensaba y finalmente acabamos reduciendo el tamaño. El Centro es lo opuesto a la monumentalidad. La arquitectura es belleza y es poesía, pero no puede ser sólo eso, tiene que ser accesible, razonable.



- Además del tamaño ajustado, el proyecto tiene una ventaja y es que cuenta con un presupuesto anual destinado a las actividades, que es lo que ha faltado en otros similares. Supongo que se debe a la iniciativa privada. ¿Cree que el modelo es el óptimo para la crisis? ¿Tiene que aprender la arquitectura de este tipo de proyectos?

- Mucho, el edificio privado para uso público escasea en Europa y, en cambio, es muy común en América. Quizá porque son más ricos, quizá por su sistema de impuestos... ahora estamos construyendo tres o cuatro edificios de estas características, como uno de la Universidad de Columbia, financiado por donantes, incluida una señora que firmó un cheque de 400 millones para ese edificio ¡Una sola persona! Es muy importante el matiz, 'edificio privado para uso público'. Yo soy un fanático de Europa pero valoro a América por esto, por centros como el Whitney de Nueva York, esa idea pone las cosas en una situación mejor.



- En la presentación del proyecto ha insistido mucho en el uso del edificio para la comunidad, más allá de la mera contemplación del arte.

- Sí, esa es otra idea que me obsesiona. Estos edificios deben ser tolerantes y funcionar no sólo para ver el arte sino para crear comunidad. Y cuando digo comunidad me refiero a que el ciudadano pueda acudir a ellos simplemente a tomarse un café o a disfrutar de un almuerzo o, simplemente, a contemplar la magia de la bahía. Desde ahí será más sencillo que pase a escuchar una conferencia o un concierto o a pasear por una exposición. La idea de comunidad ha sido prioritaria en el proyecto, por eso casi un tercio del presupuesto se ha invertido en crearla construyendo el túnel. Valoro que la Fundación Botín ponga juntos educación y arte, porque estoy convencido de que es el arte lo que hace que las personas seamos mejores. Todos deberíamos poder acceder al arte y es lo que quiero para Santander. Estos edificios deben ser un lugar en el que conviva lo sagrado con lo profano. Y amén.





- Hay en la actualidad una defensa firme de la arquitectura portuaria del norte, rechazada o no valorada hasta hace unos años. ¿Cómo dialogará con ella el Centro Botín?

- Yo nací en Génova, una ciudad rodeada de agua. Mi padre era constructor y solía llevarme al puerto de niño, para mí es un lugar mágico porque es como la propia ciudad, los edificios se mueven, mutan. Luego están las grúas, que hacen que no se esté en contacto siempre con el suelo. Y, finalmente, la luz, la unión del agua con el cielo. De algún modo sé que toda esta inspiración biográfica ha estado en el proyecto, pero no hay que confundir, hay que tener cuidado con la metáfora. Sólo porque se construya en un puerto no implica que el edificio tenga que tener la forma de un barco. Hay que ser más sutil.



- Usted lo hizo en el Nemo de Ámsterdam...

- Sí, es cierto, lo hice pero no lo habíamos concebido así, fue cuando empezamos a trabajar cuando encontramos la conexión. En Santander lo importante era, más que la similitud, la luz, el elemento cerámico que trabaja junto a ella.



- ¿No se planteó lanzarlo más hacia el mar?

- Sí, movimos hacia adelante y hacia atrás pero como arquitecto tienes que mantener una serie de tamaños. Lo intentamos, la verdad, pero por ley tampoco podíamos ir hacia el agua más de 26 metros y tampoco tiene mucho sentido, porque de igual manera queremos seguir estando sobre la tierra. La idea es que tuviera mitad y mitad y que la gente pudiera acceder a él.



- Siempre está a vueltas con la idea de la accesibilidad, es algo que entendió en su juventud y que lo hizo famoso.

- Sí, porque vengo de una época en la que los museos podían ser elementos intimidadores. Llegado un punto fui consciente de que la curiosidad es la expresión más consciente de la cultura, por eso que un edificio invite a ella es fundamental.



Lejos de otros colegas más altivos, Piano es, como sus obras, persona accesible, dispuesta a la comunidad y, pese a la prisa (debe coger un vuelo enseguida), favorable a demorar una conversación sólo en torno a la luz que baña Santander, que será cómplice en el resultado final de su proyecto, revestido con cerámicas a las que el mar y el cielo pondrán color:

- De la luz no se puede hablar, es como intentar hablar de la belleza. La de Santander, incluso en un día nublado como el de hoy, es muy sutil, casi metafísica. En el Centro hemos tratado de enmarcarla, de captar ese espacio entre el cielo y el agua y de crear para él un entorno silencioso, y espero que dé resultado.