Jeff Wall en su estudio. Vancouver, 2009

Es uno de los artistas más influyentes del mundo. Sin duda, uno de los referentes en la fotografía actual. Jeff Wall inaugura hoy en el CGAC de Santiago de Compostela su exposición más singular, The Crooked Path. Son cerca de 130 obras de 68 artistas que han marcado el "universo Wall" en la retrospectiva más grande del artista realizada en nuestro país. Hablamos con él de pintura y literatura. De su largo camino como fotógrafo.

La imagen de un descampado lleno de matorrales y hierbas secas nos recibe en el hall del Centro Gallego de Arte Contemporáneo. Gélido y desértico, parece a priori, inerte. Al fondo, el techo de un supermercado da leves pistas de rastros de vida. Varias hileras de postes de luz revelan conexiones. En primer plano, un camino torcido convierte el paraje en un lugar de paso que empezamos a recorrer casi sin darnos cuenta. Jeff Wall (Vancouver, 1946) pasó por él muchas veces hasta que en 1991 lo fotografió y le dio un nombre épico y bíblico, The Crooked Path. Desde la entrada del CGAC, la fotografía da título a su exposición más singular, coproducida con el museo Bozar de Bruselas, y lanza el más importante de los mensajes que encierra: "Es una metáfora de cómo es el camino en la carrera del artista, donde nunca hay líneas rectas ni directas. Al contrario, siempre hay sorpresas, interrupciones, rodeos, saltos y cambios de dirección inesperados", dice Wall nada más empezar.



En este camino lleno de discontinuidades encontramos cerca de 130 obras de hasta 68 artistas, incluido Jeff Wall, con los que el artista examina el contexto que ha propiciado el desarrollo de su trabajo y recorre la trayectoria de sus preocupaciones estéticas como fotógrafo. El núcleo de la exposición lo componen 25 de sus obras más importantes. A su alrededor, otras de artistas y cineastas en los que Wall se reconoce: Duchamp, Walker Evans, Pasolini, Truffaut, Luis Buñuel, Bruce Nauman, Flavin, Robert Smithson, Dan Graham, Luc Tuymans, Willem De Rooij, entre muchos otros. El resultado parece una colectiva pero es la exposición más individual de Jeff Wall. La más poliédrica y completa para adentrarse en su obra.



Pérdidas y hallazgos

"El arte que merece la pena es autobiográfico, abiertamente o de forma velada", explica. "Siempre debe funcionar como un debate permanente entre pasado y futuro". Un viaje a través del tiempo con Wall, recorriendo sus derivas, pérdidas y hallazgos como artista, pronto se convierte en una clase magistral de historia del arte, como esta exposición. Arranca el trayecto en 1970 en su Vancouver natal, donde todavía vive y trabaja: "Allí todos estábamos informados de lo que ocurría en el mundo del arte, por las revistas sobre todo, pero también por las visitas que llegaron entonces. Hubo dos grandes exposiciones de arte contemporáneo, una de arte norteamericano, la otra de arte europeo que fueron una oportunidad para ver cuadros de Pollock, Newman, Franz Kline, Bacon, Giacometti, Fontana... Tuvo un efecto formativo para todos los artistas jóvenes del noroeste. También la Vancouver Art Gallery organizaba grandes exposiciones con artistas como Jasper Johns, Rauschenberg, Donald Judd, Warhol... Llegado el año 1968 nos habíamos empapado de arte".



-Por aquel entonces tenía 22 años y muy claro que quería ser artista. ¿Siempre tuvo esa convicción?

-Era un crío cuando vi por primera vez reproducciones de Brueghel, Rembrandt, Michelangelo, Piero della Francesca y muchos otros, de las que me quedé completamente fascinado. Siempre me había gustado dibujar, pero viendo esas imágenes descubrí lo que ese interés por el dibujo significaba. Tendría 15 años cuando mi padre acondicionó un pequeño cobertizo en la parte trasera de casa para poder utilizarlo de estudio. El hecho de que tuviera algún tipo de esperanza de que yo fuera artista fue muy revelador para mí. Fue mi primer estudio y sigue siendo mi favorito.



Recuerda esos primeros años con la emoción que tienen los nuevos comienzos: "Empecé a experimentar con todo lo nuevo que encontraba a mi alrededor, el conceptual y el minimalismo. Además, la colección de cámaras que tenía mi padre siempre llamó mi atención. Al principio hacía dibujos de fotografías del libro The Americans, de Robert Frank. Más tarde empecé a usar la cámara de fotos".



"Me sentí londinense"

Rondaba 1970 cuando Jeff Wall conoció a Robert Smithson en Vancouver con motivo de un proyecto de Smithson en una isla cercana y de una exposición en la que ambos participaban. A Dan Graham le conoció poco después, en 1971, una vez se trasladó a Londres. "Allí permanecí tres años y la experiencia fue increíble, muy diferente a lo que estaba acostumbrado. De hecho, me sentí esencialmente un artista londinense", explica. A la capital británica se fue dejándole su taller al artista Ian Wallace, presente también en la exposición. No volvió a tener estudio hasta 1987: "En Londres no tuve ninguno y cuando regresé nunca pude permitírmelo económicamente. Hasta entonces, trabajaba en la Universidad donde impartía clases, y lo hacía en época de vacaciones. O si no, trabajaba en exteriores. En ese momento estaba completamente perdido como artista y me resultó gracioso que alguien me ofreciera un trabajo para ‘enseñar arte'. Eso me obligó a enfrentarme a la idea del trabajo en el estudio y fue vital en mi trayectoria", añade.



Fotos de estudio

Obras como la de Bruce Nauman, Caminando de manera exagerada alrededor del perímetro de un cuadrado, que vemos en el CGAC, comparten esa postura ante la idea de estudio y del trabajo llevado a cabo en él. En la exposición dialoga con una de sus fotografías más conocidas, Picture for Woman (1979), que el propio artista entiende como "una extensión de la noción del estudio del artista". The Destroyed Room (1978) explica, fue "su primera foto de estudio".



-Con ella inaugura las fotografías de gran formato, sus conocidas cajas de luz. ¿Qué relación tiene esta nueva fotografía escenificada con la pintura?

-Crecí mirando pinturas de Pollock, De Kooning, Rothko y me fascinaba la magnitud de su obra, pero no sólo por el tamaño, sino por la fuerza con la que se dirigen al espectador. Mi interés por la escala humana procede en parte de eso y de la pintura figurativa en la tradición de Velázquez y Manet. Siempre digo que no sólo quiero hacer fotos grandes. Comprendí que Las Meninas de Velázquez se sitúa en la misma relación de escala que una obra de Carl André. Su percepción del espacio es similar. Aquí propondremos una versión reducida de este experimento situando las esculturas de André delante de una de mis fotografías, The Storyteller. El minimalismo me influyó de una forma compleja que aún estoy intentando descifrar. Mi predilección por artistas como Malévich o Lawrence Weiner es porque me ayudaron a encontrar una forma de crear imágenes, como si mis fotografías fuesen a imprimirse en el vacío que delimitaban, o contenerlo.



Lejos de la idea de reportaje documental y de los mensajes explícitos, sus fotografías encierran una narrativa suspendida latente en todas sus escenas. Algo sucede a pesar de todo lo demás. Como si estuvieran ocurriendo dos momentos al mismo tiempo. Wall consigue prolongar el tiempo como si estuviéramos aguantando la respiración, en una seductora confusión entre realidad y ficción. "Las imágenes más interesantes -sigue diciendo- son aquéllas en las que lo que se ve se las arregla para sugerir lo que se excluye. Lo latente se hace presente como invisible. Es como si, durante el momento de disfrute de una fotografía, el espectador se lanzara a elaborar una historia, o incluso una novela, un relato que además se escribe casi involuntariamente".



Su relación con la literatura, especialmente con la del XIX y Mallarmé, al que ha dedicado un intensivo estudio, no es gratuita en sus obras. Leer a Kafka le llevó en 1994 a Praga en busca de Odradek, del mismo modo que la lectura de El hombre invisible, de Ralph Ellison, hizo que, en 1999, realizara su conocida obra After Invisible Man. Ambas las vemos en esta exposición. "Toda creación artística tiene relación con la literatura. Depende sólo de lo que es y de cómo se articula. El espectador es quien escribe, o reescribe, la historia que la fotografía ha borrado. Las fotografías no cuentan historias: las ilustran, las representan, pero no las describen. La fotografía tiene que detener la temporalidad de la descripción y convertirla en algo estático e icónico. Para mí, ese es el objetivo de las artes pictóricas", argumenta.



Violencia soterrada

Todo está en la mente de cada uno. Eso es lo que viene a decirnos Jeff Wall. Asiente mientras repite una de sus máximas, que proclama casi como un lema: "Hay algo en cada obra, no importa lo bien estructurada que esté, que nunca podrá mostrarse". Algo se nos escapa cuando en sus imágenes vemos un complejo collage de accidentes: vasos que se derraman (Milk), hombres y ánimos por los suelos (Insomnia); habitaciones arrasadas (The Destroyed Room); disparos imaginarios (A Man with a Rifle)... A través de espacios psicológicos Jeff Wall consigue poner en escena elementos fundamentales de la crisis existencial contemporánea: fragilidad, desazón, melancolía... También una mirada social y política con alusiones a la violencia urbana, el racismo, la pobreza o el conflicto de clases. Wall asume el papel del observador de la vida moderna, como hiciera en su día Manet, reinterpretando la escena pastoral clásica. Atribuye una forma duradera a esas cosas que suceden con tanta fugacidad que son casi invisibles, las que se pierden rápidamente, como decía Baudelaire, en el fluir de lo cotidiano. Una realidad cotidiana pervertida por la inclusión de lo que Wall llama "microgestos, un artificio escénico que permite expresar la imagen del cuerpo, el logos de la esperanza y el sufrimiento humanos", cuenta.



-A partir de los noventa, sus imágenes aluden, cada vez más, a lo nocturno, lo imaginario y lo inconsciente. ¿Hay ahí un interés específico por el surrealismo?

-Sí y no. Vancouver siempre ha tenido un vínculo especial con el surrealismo, desde que los antropólogos parisinos entraron en contacto con el arte indígena de la ciudad y lo incorporaron al diálogo de París. De hecho, sobre 1990 empecé a trabajar con la tecnología digital, después de haber observado su desarrollo durante varios años, pasé de una negativa individual a una completa devoción como base para mi fotografía. Lo que me interesó fue la idea de obra pictórica unificada, el formato tableaux. Algunos se sirven del ordenador para crear efectos complejos que delatan su naturaleza artificial, pero no es lo que a mí me interesa. A mí me gusta eliminar las huellas visibles del trabajo de montaje a favor de la ilusión de unidad de la fotografía. Aunque eso puedo hacerlo con o sin ordenador. La tecnología digital no es imprescindible para gran parte de lo que hago.



-En aquellos años empezó a trabajar en blanco y negro. Algunas de esas fotografías las encontramos también repartidas por las salas del CGAC...

-Sí, en 1995 me las arreglé para terminar la construcción de mi cuarto oscuro, algo que había deseado durante muchos años. Me permitió ir más allá de las transparencias y trabajar la fotografía de otro modo.



Miradas críticas

A medio camino entre 1995 y 2000, Jeff Wall propone retroceder hasta 1981 para avanzar hasta 2011. "El galerista Kasper Köning me invitó a participar en una exposición en Colonia, una gran muestra de arte del siglo XX que incluía a un grupo de jóvenes artistas. Exponer con aquellos a los que había admirado toda la vida fue un shock, y todavía lo es". En 2005, otra exposición supuso un salto hacia adelante. "Fue una gran muestra en el Schaulager de Basilea. Reunió cerca de tres cuartas partes del total de mi obra. Un momento en que tuve una idea clara de lo que había estado haciendo en los últimos 30 años. Me ayudó a ser crítico con mi trabajo y abrir la puerta para algunas cosas nuevas que estoy haciendo ahora", añade.



De eso apenas da detalles, sólo que actualmente trabaja en un proyecto fotográfico en Israel. Sus exposiciones en la Tate Modern de Londres (2005) y en el MoMA de Nueva York (2007) consagraron una carrera constante pese a los baches que Wall dice sortear en su torcido camino por el mundo del arte. De 2011 da otro salto para vaticinar cómo será en 2015: "Es increíble la libertad creativa que hay y qué poco sentido tiene cualquier idea de "tendencia dominante". Los artistas están buscando su papel en este contexto de constante aceleración tecnológica. Tanto la renuncia de la profesión del artista como su devoción hoy en día conviven y se contradicen sin problemas. El artista hoy está empezando a verse a sí mismo trabajando más allá de los límites del arte".