El Cultural

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Brenda Navarro: "El gran miedo que tenemos en México es desaparecer"

La voz de dos madres, una que pierde a su hijo en el parque, la otra que se lo lleva, le sirve de excusa a la escritora para reflexionar, en su primera novela, sobre la violencia estructural de su país

6 marzo, 2020 16:06

En 2018 Brenda Navarro (Ciudad de México, 1982) colgó en internet su primera novela para que quien quisiera pudiera descargarla gratuitamente. “No soy de las personas que se saben vender –explica-. No quería pasar por el proceso editorial. No quería que alguien ajeno a mí me dijera que aquello estaba mal escrito. Pensé que como la intención de escribir un libro es que lo lean y lo que quería era que lo leyeran, ¿por qué no?”. Un año después su vida había cambiado completamente. Publicada por Seix Barral, Navarro pasó de ser “una tuitera a ser una tratada como una escritora”, recuerda.

Socióloga y economista feminista, Navarro es fundadora del proyecto editorial #Enjambreliterario y ha trabajado en diversas ONG relacionadas con derechos humanos. Casas vacías es la historia de dos mujeres, una madre que pierde a su hijo en el parque y otra que se lo lleva para criarlo como propio. Bajo aquella premisa la escritora mexicana que actualmente vive en Madrid, pudo armar un relato que indagara sobre la violencia estructural de México, la culpa, el dolor o la pérdida...

Pregunta. ¿También de la maternidad?
Respuesta. Yo empecé escribiendo porque estaba pensando en el dolor. En cómo las mujeres procesamos el dolor y, especialmente en México, cómo procesamos toda la violencia estructural que existe y cómo ese proceso mal encaminado puede generar malas decisiones y un mayor sufrimiento. Es una cadena en espiral que nadie detiene porque no hay contención hacia el dolor de las mujeres. Creo que la maternidad es transversal porque todas somos madres de alguna u otra manera. Incluso las que no son madres son 'no madres'. Eres Brenda, la no madre o Brenda, la madre. No hay más.

P. Además del dolor, sus personajes cargan con ciertas emociones de las que se sienten culpables después, ¿podemos huir de esos sentimientos negativos o son inherentes al ser humano?

R. Cuando escribí la novela me estaba cuestionando, y me lo sigo cuestionando hoy, esa parte de monstruosidad que tenemos todos los seres humanos y que socialmente no es aceptable. Nos educan para ser buenos y cuando no somos buenos se nos castiga y se nos culpa además. Creo que tenemos que empezar a cuestionarnos si realmente no debemos mirar a los ojos y aceptar esa monstruosidad. Es decir, mientras estemos negando las cosas horribles que podemos pensar, que podemos hacer y que hacemos comúnmente no vamos a saber convivir adecuadamente en sociedad. Cuando aceptemos que todos somos un poco monstruos, por así decirlo, cerraremos muchas heridas y empezaremos a reconstruir el tejido social a nivel mundial.

"En México el gran miedo es desaparecer. No tener la certeza de alguien sepa dónde estás o si estás ya muerto"

P. Ya desde el título remite al concepto de hogar y familia con ese Casas vacías, sus protagonistas también se lo plantean, ¿deberíamos reajustar la definición tradicional que tenemos?

R. Yo lo cuestiono porque parece que en la familia el referente siempre es papá, mamá e hijos, y hay veces que la familia son las amigas, o la abuela con los nietos, dos hermanas... Hay tantos conceptos que sostiene todavía la empatía entre seres humanos que me parece un poco diáfano decir que solamente una familia tradicional es familia. El asunto con cuestionar esto también tiene que ver con que si es la familia la que está sosteniendo el estado, desde que lo dice Engels, hay que acabar con ello completamente porque está recayendo el peso totalmente en las mujeres que además de sostener al estado viven una vida no digna la mayoría.

P. El eje de su novela son las desapariciones, que en México alcanzan ya la escalofriante cifra de 60.000 personas…

R. Sí, pero no solamente por el tema político en cuestión sino por cómo en México realmente estamos desapareciendo. El estado está desapareciendo. En realidad nunca ha existido como tal, como un estado de bienestar. Pero cada vez se hace más pequeño. Las mujeres estamos desapareciendo, físicamente, nos están matando. Los hombres y los niños están desapareciendo. Hay tantos niños en orfandad ahora mismo por tantas personas que han muerto… Parece que están tratando de aniquilarnos y hacernos sentir esa impotencia de “si me muevo mal o estoy en el lugar incorrecto voy a desaparecer”. Y yo creo que un gran miedo es ese: desaparecer. No tener la certeza de que alguien sepa dónde estás o si ya estás muerto. O desaparecer porque eres víctima de violencia sexual o porque estuviste en el lugar inadecuado. Y ese miedo lo están usando justamente para eso, para amedrentarnos o tenernos un poco controlados, para tenernos como nos tienen actualmente.

P. ¿Cree que los números juegan en contra? ¿Cuánto más víctimas hay más nos inmunizamos a sentir algo por ellas?

R. Es una narrativa por la que han apostado. Desde 2006, se ha apostado por estar hablando siempre de una violencia de una manera casi pornográfica en la que ya hemos normalizado totalmente a los muertos, los desaparecidos, las violaciones... De pronto son tantas las noticias que terminas volviéndote un poco insensible hasta que pasa algo. Esto es una cosa que hablamos mucho en México. Sientes que ya no puedes llegar a lo profundo de la violencia, de la desolación o de la desesperanza y entonces pasa algo que te hace darte cuenta de que todavía hay más fondo. Estamos en ese punto. Pero yo creo que las mujeres en México están haciendo muchas cosas y se están dando cuenta de que no necesitan interpelar al estado. Desde hace años han estado saliendo a manifestarse porque hay demasiados feminicidios. No hay un lugar en el que las mujeres actualmente se sientan seguras. Ni en casa, porque los violentadores están en casa, ni en el espacio público. Eso es muy interesante porque demuestra que el estado está ausente, totalmente, pero que las mujeres son las que están sosteniendo el país y su estructura.

En México sientes que ya no puedes llegar a lo profundo de la violencia y entonces pasa algo que te hace darte cuenta de que todavía hay más fondo

P. ¿Y qué solución le ve?

R.  La solución que yo veo está en ellas. Son las mujeres, por ejemplo, las que están haciendo la búsqueda de las personas desaparecidas. Hay como toda una brigada de mujeres que buscan a los hijos desaparecidos y que los encuentran. No es poca cosa. En México no tenemos sanidad accesible para todo el mundo ni tenemos prestaciones laborales. Tenemos toda esa ausencia del estado y todo lo hemos venido subsanando las mujeres. Y en el momento en que las mujeres dejemos de hacer ese trabajo de verdad se va a caer todo. Yo apostaría por que de verdad dejaran de sostenerlo y lo mandaran al demonio. Y creo que eso es lo que está pasando actualmente. Las diversas manifestaciones, especialmente de chicas universitarias, es “de verdad lo queremos quemar todo”. Y yo creo que de verdad, aunque sea de manera simbólica, deberíamos de quemarlo todo. 

P. México tiene un alto número de feminicidios, sin embargo, en su novela decide fijarse en España, y situarlo aquí, ¿por qué? 

R. Me parecía importante que esa empatía que ha generado la novela, la generara sin que solamente se ubicara en México. Porque la violencia en todos sus matices está en todas partes y yo creo que en España hay como grandes problemas, entre ellos los feminicidios, pero todavía hay tiempo de prevenirlos. Todavía hay tiempo de discutirlo, de que esto pare, antes de que llegue a los extremos que hay actualmente en México y me parecía importante, yo ya vivía en España, generar este diálogo con las mujeres españolas. 

P. ¿Qué papel tiene la literatura en todo esto?

R. La literatura está permitiendo que tanto las mujeres que escriben como las mujeres que leen sientan que están generando voces. Es decir, no es que nosotras, como escritoras, les estemos dando voces a las lectoras sino que las propias lectoras agarran un libro como en el caso de Casas Vacías, y de pronto se dan cuenta de que les gusta y generan el boca a boca. Eso ha permitido que incluso la industria editorial tenga que voltear hacia las escritoras. Se dan cuenta de que se están comprando a más mujeres, de que los clubes de lectura, que generalmente gestionan las mujeres, son los que están marcando la tendencia, que ya no es nada más lo que digan los medios de comunicación sino lo que digan las lectoras. Hay un momento ahora mismo en México, y creo que también lo hay en España, y en Argentina y en Chile, que nos damos cuenta de que no necesitamos la validación de los medios tradicionales para generar literatura o periodismo. Estamos haciendo que vean aunque no quieran. Y eso me parece fundamental.

P. A lo largo de Casas vacías, intercala poemas de Wislawa Szymborska, ¿por qué?

R. Para empezar porque es mi poeta favorita. Es una cosa muy de ego pero quería tener una conversación con ella. Me hubiera gustado conocerla y decirle este poema me hizo sentir justo estas cosas que plasmo. Era como un homenaje, por supuesto. Y era como sentirme que podía conversar con ella. Yo creo que para eso sirve la literatura, para conversar con personas que no conoces. 

P. ¿Y qué otros referentes tiene?

R. Es triste porque siempre te lo preguntan y siempre se te olvida alguien. Pero yo siempre menciono a Agatha Cristie que me parece que es la escritora del siglo XX, que no hay una escritora igual, lo que no quiere decir que sea la mejor pero creo que es la que nos ha mostrado literariamente de lo que un escritor puede ser capaz. Planearlo de la manera en la que ella lo planeó y escribirlo de la manera en la que lo escribió me parece que hasta ahora no hay nadie que se le asemeje. También me gusta Elfriede Jelinek, que es una escritora muy dura, muy difícil de leer porque toca temas muy complicados de las mujeres. 

P. ¿En que consiste su proyecto #EnjambreLiterario?

R. El proyecto empezó porque yo tenía estas ganas de que se leyeran otras voces literarias que no fueran las de siempre. Queríamos publicar escritoras que escribieran en español y empezar a trabajar, saber si funcionaba la venta con una impresión a demanda, no meternos en rollos de distribución, sino que quien lo quisiera leer, lo pagase. Nos ha ido más o menos, pero nos ha permitido darnos cuenta de que México es un mercado muy importante y no sabe que lo es. Eso es lo que nos toca ahora. Hacerle ver que es uno de los mercados más importantes de América Latina. Nosotras contribuimos de manera muy minúscula. Lo que soñamos para las escritoras que hemos publicado es que llegue, por ejemplo, Sexto Piso y las lea y se las lleve. Queremos ser un puente, no queremos hacernos ricas con la edición del libro sino que se presente como un libro profesional y que alguien más, que tenga la capacidad de distribución, se las lleve.

@mailouti