Image: Heroínas, victoriosas y hermosas

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Exposiciones

Heroínas, victoriosas y hermosas

Heroínas.

11 marzo, 2011 01:00

Mona Hatoum: Por encima de mi cadáver, 1988-2002

Comisario: Guillermo Solana. Museo Thyssen-Bornemisza / Fundación Caja Madrid. Paseo del Prado, 8 / Plaza San Martín, 1. Madrid. Hasta el 5 de junio.

La figura de la mujer en la modernidad es analizada en esta exposición del Museo Thyssen-Bornemisza de Madrid.

De manera ni obsesiva ni continua, aunque sí presente en su programación desde que Guillermo Solana es director artístico del museo, el Thyssen ha dedicado algunas exposiciones a la imagen de la mujer en el arte occidental, desde el Renacimiento hasta la actualidad. Es inevitable recordar aquí, comisariada también por Solana, el brillante precedente de Lágrimas de Eros y su recorrido por las figuras femeninas de la seducción.

Por sus azañas las conocereis
Ahora dedica una muestra monográfica a glosar la figura de la mujer aunque no desde su papel de conquistadora, delicada o servicial, obediente y maternal, o sumisa a un orden religioso o mundano superior, sino en su papel menos corriente, y al final plenamente reconocido por la contemporaneidad, el de heroína. Según el diccionario de la RAE, heroína es la mujer ilustre y famosa por sus grandes hazañas, la que lleva a cabo un hecho heroico o la protagonista de una obra de ficción. Aquí, el comisario, antes que inventariar un nuevo catálogo de mujeres célebres ha optado por agruparlas de acuerdo "a sus escenarios y sus vocaciones: la iconografía de la soledad, el trabajo, el delirio, el deporte, la guerra, la magia, la religión, la lectura y la pintura"; es decir, una nomenclatura que persigue, a la vez, dos imaginarios: el masculino que observa los papeles trastocados de la representación que le es común de la mujer, y el propio femenino, que se construye a sí mismo desde la corrección y la limitación de la norma.

Ordenada de un modo temático, no cronológico, la exposición reitera una fórmula ya ensayada y que Solana describe como la yuxtaposición en cada capítulo de la muestra de "obras de distintas épocas, lenguajes y medios artísticos para provocar una reflexión sobre lo que cambia y lo que permanece a través de esas diferencias". Nada puede objetarse a la selección de piezas, centradas en obras fechadas desde el siglo XIX hasta hoy, de un muy amplio espectro geográfico y cierta inclinación por románticos, prerrafaelitas y simbolistas, así como contemporáneos, en este caso casi todas de autores mujeres. Son muchas las obras excelentes, algunas excepcionales y de difícil acceso, cuya calidad y acierto proporcionan momentos particularmente felices. Así, las obras de Goya con las de Malévich, de Maruja Mallo y Janine Antoni, en la segunda sala, o la confrontación de Alma Tadema y Nancy Spero, en la tercera. Tambien hay experiencias que, no por conocidas, dejan de ser impactantes y reveladoras, como la lúcida instalación en solitario del vídeo de Pipilotti Rist, Ever is Over All, de 1997, con su delicada y brutal danza destructora, entre las robustas trabajadoras y las ménades furiosas.

La mujer mística
Se resuelven con inteligencia las diferencias que impone el convenio entre el Thyssen y Caja Madrid, según el cual, algunas exposiciones reparten su recorrido entre ambas sedes. En el museo Thyssen, las dimensiones de los distintos espacios permiten un diálogo próximo entre sí de obras que establecen un vínculo íntimo con el espectador, cercano y acogedor. En la Casa de las Alhajas de la Fundación Caja Madrid, se ensancha monumentalmente la exposición en dos grandes pisos que imponen un mayor número de obras para cada capítulo, lo que multiplica el número de "magas" y "mártires" incluidas en la selección, sin que sepamos si eran del todo necesarias. Aún así facilitan la comprensión del imprescindible y convincente conjunto de autorretratos -desde las obras de Anguissola y la extraordinaria Artemisia Gentileschi hasta las de Frida Kalho-, del segundo piso. No puedo evitar, sin embargo que, por contraste, siempre me resulte un ambiente algo industrial y frío.

Al criticar en estas mismas páginas la exposición Lágrimas de Eros, apunté que el comisario, entre la provocación o el clasicismo, había optado exclusivamente por éste último. Y algo semejante se produce en este caso. Curiosamente, en el catálogo de la exposición, y sobre todo en el texto de Rocío de la Villa, se citan y examinan algunas de las artistas mujeres que más han contribuido en el último siglo a la consideración de la mujer y a la revocación de los roles, impedimentos y techos de cristal impuestos por la sociedad patriarcal. Y ahí quedan esas mujeres, nómina exclusiva del texto escrito cuyas obras no traspasan las puertas del museo ni cuelgan de las paredes. Como si de algún modo, al elegir, lo políticamente correcto o la voluntad de hacer que el arte sea siempre para todos los públicos, hubiesen impuesto su razón frente a una posible propuesta más penetrante y ácida. A fin de cuentas, todas las representaciones que contemplamos son de heroínas que siguen resultando, primordialmente, hermosas.