Image: Juan Uslé

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El Cultural

Juan Uslé

La trama de la pintura

4 abril, 2001 02:00

Otrared, 2000-01 (198 x 112).

Toda una tradición del arte abstracto del siglo XX, la que se prolonga desde Piet Mondrian hasta Sol Lewitt, estuvo dominada por el recurso obsesivo a la retícula. La cuadrícula cartesiana parecía garantizar una composición rigurosamente objetiva y encarnaba un orden platónico absoluto, libre de los accidentes de la vida humana, un orden que excluía el tiempo y lo narrativo. El gran hallazgo de Juan Uslé, que como todos los grandes hallazgos parece asombrosamente simple, consiste en haber reinventado la retícula partiendo precisamente de lo que ella desterraba: el proceso material de la pintura y el curso de la vida. Ha convertido las bandas verticales y horizontales en pinceladas a mano alzada, aplicadas con una regularidad que no es mecánica, sino que responde, como la respiración o el pulso, a las oscilaciones de un cuerpo vivo. Y con el ritmo corporal ha recuperado los gestos, los movimientos expresivos. En los últimos años, las retículas se han vuelto más complejas y más agitadas; han pasado de evocar la estructura de la ciudad moderna, frenética pero ordenada, a sugerir selvas, laberintos vegetales atravesados por "rizomas". La última etapa de Uslé aparecía bajo el signo de un cierto barroco. Ahora, después de la gran retrospectiva de su obra en Santander el verano pasado podía esperarse un giro en la trayectoria del pintor, y esta exposición, en efecto, sugiere una inflexión sutil. En la mayoría de las composiciones me parece encontrar ahora a un Uslé menos profuso que en los últimos tiempos, más despojado y esencial.

La metáfora fundamental que inspira la obra de Uslé es la del oficio de tejer. Sus pinceladas se cruzan y se superponen como los hilos en el telar, formando una textura más tupida o más abierta, impecable como en las Edades de la Luna (con esos círculos en la banda izquierda que podrían aludir a un orden astral) o completamente deshecha, como en Otrared. De esa imagen del tejer y destejer surge la eficacia decorativa de la pintura de Uslé (y hay que recordar, como señala acertadamente Fernando Castro en el texto del catálogo, la rehabilitación de lo decorativo en el arte de las últimas décadas). Pero evocar los procesos textiles es sobre todo recobrar el sentido del tiempo y del relato que había sido excluido de la retícula. En todas las mitologías aparece la Moira que devana la hebra de la vida humana y la tejedora que entrecruza los hilos para formar la trama de la existencia. Hilo y tejido representan la continuidad del devenir, una continuidad precaria, amenazada siempre por el desgarramiento. ésa es la sugerencia que apunta una y otra vez en las pinturas de Uslé.

A veces, el pintor prescinde completamente de la retícula, y deja los trazos fluidos, ondulantes sobre el blanco de la tela, como en el cuadro titulado expresivamente Líneas de vida, que ostenta una magnífica libertad mironiana. La mayoría de las veces, sin embargo, el sentido narrativo se sirve de la trama de fondo como de un bajo fundamental, sobre el cual el menor incidente puede cobrar un valor teatral. En Beauty and sorrow, sobre el tejido continuo de color lavanda aparece una lágrima o una gota de sangre. En Doblante, una forma naranja emerge del fondo negro y se despliega insinuante. En Nudo suelto, el cabo atraviesa el fondo formando un arabesco de bucles y tirabuzones. Las mejores piezas de la exposición son, a mi juicio, las reunidas en la sala del fondo de la galería, esos grandes cuadros verticales y tenebrosos de la serie Soñé que revelabas, donde el ritmo de las pinceladas sugiere una cortina modulada por las variaciones de la luz, con una alternancia rítmica de franjas brillantes y mates, como de seda y terciopelo. En uno de esos cuadros espléndidos, la continuidad ondulante del tejido, del pesado telón, se rasga de arriba a abajo en una dramática abertura de claridad.