Nick Kyrgios, en una edición pasada del US Open

Nick Kyrgios, en una edición pasada del US Open AFP7 / Europa Press

Tenis

Kyrgios y la figura del 'hombre-villano' en la 'Batalla de los Sexos': un "cerdo machista", un fumador compulsivo y ahora él

El tenista australiano, tras nueve meses sin jugar un partido de 'singles', se medirá este domingo a Sabalenka, número uno de la WTA.

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Este domingo 28 de diciembre en Dubái, Nick Kyrgios y Aryna Sabalenka protagonizarán una de las exhibiciones más esperadas de la historia reciente del tenis. No es un partido cualquiera. Es un evento que revive una tradición casi muerta: el enfrentamiento directo entre un hombre y una mujer bajo reglas modificadas.

Pero tras esa simplificación deportiva se esconde algo más profundo: la necesidad de un villano. Sin él, la 'Batalla de los Sexos' no funciona como espectáculo.

Y Nick Kyrgios, el ex-prodigio australiano convertido en comentarista televisivo ocasional, es el heredero perfecto de una genealogía de provocadores que incluye al "cerdo machista" de Bobby Riggs y al fumador descarado de Karsten Braasch.

El arquetipo original: Bobby Riggs

Para comprender por qué Kyrgios encaja tan bien en este rol, hay que remontarse al principio. En mayo de 1973, un ex campeón de 55 años llamado Bobby Riggs desafió a Margaret Court, número 2 del tenis mundial femenino. Court aceptó confiada. Lo que sucedió fue un baño: 6-2, 6-1.

La prensa lo llamó la 'Masacre del Día de la Madre', y Riggs se convirtió instantáneamente en el símbolo viviente del machismo deportivo.

Pero aquí está la clave: Riggs no fue un villano accidental. Fue arquitecto de su propia villanía. Se autodenominó "cerdo machista" (male chauvinist pig), una frase que pertenecía más al universo de los slogans políticos que al del tenis.

Billie Jean King y Bobby Riggs, en la 'Batalla de los Sexos'

Billie Jean King y Bobby Riggs, en la 'Batalla de los Sexos'

Mientras la industria del deporte se debatía sobre igualdad salarial, Riggs alimentaba el fuego consciente y deliberadamente. Famosas son sus declaraciones: "Una mujer no tiene la estabilidad emocional para ganar" o "las mujeres pertenecen en el dormitorio y en la cocina, en ese orden". No era estupidez; era una estrategia de marketing avant la lettre.

Su éxito contra Court lo catapultó a un lugar donde quería estar: el centro de la atención. Billie Jean King, percibiendo el momento político, no pudo rechazar el desafío. El partido de septiembre de 1973 en el Houston Astrodome, que King ganó 6-4, 6-3, 6-3, se vio por 90 millones de personas en el mundo.

Riggs jugó contra lo que él mismo había construido: su reputación de arrogancia. Y perdió en la cancha pero ganó para siempre en la historia.

Karsten Braasch y la indiferencia ofensiva

Veinticinco años después, el modelo Riggs evolucionó en el alemán Karsten Braasch. En 1998, durante el Open de Australia, Venus y Serena Williams afirmaron públicamente que podrían vencer a cualquier hombre fuera del Top 200.

Braasch, entonces clasificado 203, aceptó el desafío. Pero a diferencia de Riggs, quien era un dramaturgo del ego, Braasch era un maestro de la indiferencia arrogante.

Venus (a la izquierda) y Serena Williams junto a Karsten Braasch tras su 'Batalla de los Sexos'

Venus (a la izquierda) y Serena Williams junto a Karsten Braasch tras su 'Batalla de los Sexos' Reuters

Su estrategia fue devastadora porque no parecía estar intentándolo. Su régimen de preparación constaba de una ronda de golf por la mañana, un par de cervezas ("shandies"), cigarrillos entre los cambios de lado.

Mientras Riggs buscaba provocar mediante las palabras, Braasch provocaba mediante la negligencia absoluta. Su cuerpo, su actitud, sus propios hábitos eran el mensaje.

Derrotó a Serena 6-1 y a Venus 6-2. La diferencia clave es que Braasch no era un excampeón en su apogeo como Riggs. Era un jugador de tercer nivel, oxidado, entrenándose con tabaco y cerveza. Y aun así, la brecha era abismal.

Después, una de sus frases más memorables circuló por la prensa: "Mi consejo para quien juegue contra las hermanas Williams es ser paciente. No te sorprenda si el partido se cancela varias veces". Era el mismo desprecio que Riggs, pero con más cinismo y menos grandilocuencia.

El tercer acto: Nick Kyrgios

Ahora llega Kyrgios, y su villanía es fundamentalmente diferente a la de sus predecesores. No es machismo explícito (eso cancela hoy) ni es indiferencia aristocrática fumando cigarrillos.

Es el caos milennial: un jugador que rompe raquetas, que grita a la grada, que defiende posiciones controvertidas en redes sociales, que es simultáneamente talentoso y autodestructivo. Kyrgios es el 'chico malo del tenis' convertido en exhibidor de puro entretenimiento.

Lo interesante es que, a diferencia de Riggs o Braasch, Kyrgios no necesita ser villano en el sentido tradicional. Simplemente lo es. Su reputación viene de años de escándalos, multas por malos comportamientos en pista, comentarios polémicos.

Cuando acepta jugar contra Sabalenka, no está diseñando un personaje; está siendo él mismo. Sabalenka, por el contrario, es la profesionalidad pura: número 1 del mundo, ganadora de Grand Slams, disciplinada. El contraste es automático.

Pero aquí está lo más importante: Kyrgios, como Riggs y Braasch antes que él, entiende que su rol es hacer que el espectáculo funcione. Cuando dice cosas como "voy a poner en el piso a Sabalenka" o cuando acepta reglas que lo desventajan (pista reducida para ella, un solo saque para ambos), está perpetuando una tradición.

La tradición de que estos encuentros funcionan porque hay alguien a quien odiar, alguien contra quien luchar no solo en la pista sino narrativamente.

El legado del villano

Otros hombres han participado en batallas similares a lo largo de la historia, desde Bunny Austin contra Dorothy Round en 1936 hasta exhibiciones más recientes. Pero pocos han abrazado el rol del antagonista tan completamente como Riggs, Braasch y ahora Kyrgios.

Ellos entendieron algo que el tenis moderno a veces olvida: que el deporte sin narrativa es solo ejercicio. Y una batalla de sexos sin un 'villano' es solo un partido de tenis más.

Aryna Sabalenka y Nick Kyrgios, en una imagen que subieron a redes sociales

Aryna Sabalenka y Nick Kyrgios, en una imagen que subieron a redes sociales

Lo que suceda el domingo en Dubái probablemente no decidirá nada sobre la igualdad de género en el tenis. Pero sí continuará una tradición peculiar y fascinante: la del hombre que se atreve a ocupar el papel de antagonista, sabiendo que, gane o pierda, será recordado como parte de una historia mucho más grande que el resultado.