“¿Qué? ¡Vaya sensación más guapa! ¿Eh?”

Aunque pueda parecer extraño, es muy habitual escuchar esa frase entre jugadores o entrenadores en el vestuario de un Grand Slam como Wimbledon. A diferencia de otros torneos, como los Masters 1000, en los grandes hay una diferencia muy especial: la posibilidad de disfrutar tras cada triunfo de unas mini-vacaciones activas, por llamarlo de alguna forma. 

Me explico. En un Grand Slam se juega cada dos días. Son torneos compuestos por partidos al mejor de cinco sets que duran dos semanas, así que hay una jornada de descanso tras cada encuentro para que los tenistas puedan recuperarse del esfuerzo. 

Una vez que el jugador ha terminado un partido en un grande, y siempre que haya ganado, tiene una sensación de tranquilidad que no existe en ningún otro torneo del circuito. Primero, porque sabe que va a poder disfrutar de la victoria, que la siguiente ronda todavía queda muy lejos. Segundo, porque al día siguiente acudirá a entrenar, pero haciendo un poco lo que quiera, a su ritmo. Y tercero, porque poder relajarse un poco ayuda a encarar mejor lo que le espere en el futuro.  

Nadal, en un entrenamiento en Wimbledon.

Nadal, en un entrenamiento en Wimbledon. Peter Klaunzer Efe

En un Masters 1000, Rafa muchas veces empieza a competir el miércoles, pero luego le vienen todos los partidos seguidos. A veces le toca jugar de noche, acabar a las 11 y salir corriendo a buscar un sitio para poder cenar algo. Aunque le respeten un poco el descanso, y programen su partido a las tres de la tarde del día siguiente, eso le provoca un estrés que el cuerpo sufre, aunque sea de forma indirecta. 

A Nadal le gusta calentar unas tres horas y media antes de su partido. Si juega a las tres, tiene que estar en pista a las 11 de la mañana. Para calentar a las 11 hay que salir al menos dos horas antes al club. Es decir, se tiene que levantar a las siete y media u ocho, habiéndose ido a dormir tarde porque atender a la prensa, cenar y conseguir quedarse dormido conlleva un buen rato. 

Todo esto es distinto en un Grand Slam, donde la sensación tras la victoria es muy bonita.

Rafa le ganó a Dudi Sela su primer encuentro el martes y luego se fue al supermercado a comprar para cocinar en la casa que tenemos alquilada cerca del All England Tennis Club viendo el Inglaterra-Colombia de octavos de final de la Copa del Mundo de fútbol. Comentamos el partido que jugó, pero sin entrar a fondo. Tampoco hablamos del cruce de segunda ronda contra el kazajo Kukushkin. No podemos estar pensando en tenis todo el rato.

Este miércoles por la mañana entrenamos una hora y media. Un poco de movilidad, de dirección, de saques, de restos y de voleas. Pusimos en común lo que pensaba cada uno que se podía mejorar y el día de descanso nos ha permitido trabajarlo con calma, pensando en seguir evolucionando para acercarse a su mejor versión.

A partir de la noche ya le cambiará un poco la cara. Después de la cena la cabeza empezará a pensar en el partido del día siguiente. Y el jueves cuando se levante será otra persona completamente distinta. Ya sabe que si gana, además de clasificarse para la tercera ronda y seguir adelante en Wimbledon, tendrá de nuevo el regalo que solo existe en un Grand Slam: una tregua en forma de mini-vacaciones.

*** Francis Roig fue tenista profesional y es entrenador de Rafael Nadal desde 2005.