Pablo Urdangarin, a la derecha, en su debut con la selección española de balonmano

Pablo Urdangarin, a la derecha, en su debut con la selección española de balonmano RFEBalonmano

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Pablo Urdangarin se hace 'hispano': un debut que "llega tarde" tras muchas mudanzas y charlas con su padre

El lateral del Granollers cumple su sueño a los 24 años sin pasar por categorías inferiores de la Selección tras una vida marcada por la exposición pública.

Más información: Pablo Urdangarin y Johanna Zott, besos y carantoñas en el campo de balonmano, con la infanta Cristina como testigo

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Pablo Urdangarin ya es internacional. Este jueves por la tarde, el jugador del Fraikin BM Granollers debutó con la selección española de balonmano en el amistoso ante Suecia en Linköping, culminando así un sueño que él mismo reconoce que ha llegado más tarde de lo habitual.

A sus 24 años, y sin haber pasado por ninguna categoría inferior de la Selección, el hijo menor de la infanta Cristina e Iñaki Urdangarin se convirtió en 'hispano' tras un camino marcado por sus mudanzas y las constantes charlas telefónicas con su padre que han sido claves para sostener su carrera.

El debut de Pablo no es el de un jugador convencional. Su trayectoria vital, marcada por el caso Nóos y las circunstancias familiares, explica por qué nunca vistió la camiseta de España en juveniles ni en categorías inferiores.

Ese es precisamente el primer leitmotiv de su historia: las mudanzas constantes que fragmentaron su formación deportiva y retrasaron su explosión hasta convertirlo en un caso atípico dentro del balonmano español.

El segundo, igual de importante, tiene nombre y apellido: Iñaki Urdangarin, su padre, leyenda del balonmano español y su 'psicólogo' particular antes de cada partido.

Washington, Barcelona, Ginebra

Para entender la tardanza de Pablo Urdangarin en llegar a la selección hay que remontarse a su infancia. Nacido en Barcelona en diciembre de 2000, Pablo apenas vivió los primeros años de estabilidad antes de que todo se desmoronara. Cuando el caso Nóos estalló, él tenía nueve años.

Pablo Urdangarin, de niño, en una imagen de archivo en Mallorca

Pablo Urdangarin, de niño, en una imagen de archivo en Mallorca GTRES

La familia se trasladó entonces a Washington buscando refugio mediático, pero la experiencia fue traumática. En el colegio, otros niños españoles le recordaban constantemente la situación de su padre, llegando incluso a decirle que era un ladrón.

En 2012, los Urdangarin regresaron a Barcelona para afrontar el juicio, pero la situación se volvió insostenible. Un año después, en 2013, hicieron las maletas definitivamente y se instalaron en Ginebra, donde Pablo encontró cierta tranquilidad para seguir practicando deporte.

Allí, en Suiza, tuvo que elegir entre el tenis y el balonmano cuando acabó el bachillerato en el centro Ecolint. Eligió la pelota y la pista, pero también la emancipación.

El salto a la madurez

Con apenas 17 años recién cumplidos, Pablo tomó una decisión que marcaría su vida: mudarse solo a Alemania para fichar por el TSV Hannover-Burgdorf.

Era 2018 y el adolescente se lanzaba a un país desconocido, a un idioma nuevo y a un balonmano profesional que no perdona. En Hannover le esperaban dos excompañeros de su padre en el Barça, Iker Romero y Carlos Ortega, que se convirtieron en sus mentores.

Ambos le ayudaron a bloquear el ruido exterior, las presiones mediáticas y los prejuicios sobre sus apellidos, y le enseñaron a focalizarse únicamente en el balonmano.

Aquel año en Alemania fue decisivo. Pablo reconoce que estuvo a punto de dejarlo todo, que tuvo que decidir si realmente quería dedicarse en serio al balonmano o pasar página. Decidió seguir.

En 2019 dio un nuevo salto y fichó por el HBC Nantes en Francia, donde ya declaró abiertamente que su ambición deportiva era llegar a ser internacional con España. Pero aún faltaban años y más mudanzas.

El regreso a España

En 2020, Pablo volvió a casa. Fichó por el Barça B y en octubre de 2021 debutó con el primer equipo luciendo el dorsal 77, un homenaje al mítico siete que llevaba su padre. Pero fue en 2023, con su fichaje por el Fraikin BM Granollers, cuando todo cambió.

Su entrenador, Antonio Rama, le reconvirtió de extremo derecho a lateral derecho, la misma posición que ocupaba Iñaki en su época dorada. Esa transformación táctica desató su mejor versión.

En su primera temporada en Granollers anotó 85 goles en 30 partidos. En la segunda, 117 tantos en 30 encuentros, con una media de casi cuatro goles por partido. En la actual campaña ya suma 23 dianas en siete jornadas.

Pablo Urdangarin pasó de ser una promesa interesante a convertirse en uno de los laterales más en forma de la Liga Asobal. Su altura de 1,95 metros, su brazo zurdo explosivo, su capacidad de salto y un lanzamiento rápido que descoloca a los porteros le han dado una identidad propia.

Pero el salto definitivo llegó en julio de 2024, en el Mundial Universitario de Antequera. Allí, Pablo lideró a España al título y fue elegido MVP del torneo y máximo goleador con 35 tantos en cinco partidos. Fue su gran escaparate, la señal definitiva para que el seleccionador Jordi Ribera lo tuviera en cuenta.

Un año después, el pasado 14 de octubre, recibió la llamada que cambiaría su vida deportiva.

Las charlas con su padre

Si hay algo que Pablo Urdangarin ha repetido en los últimos días es que su padre es mucho más que un referente técnico.

Iñaki, con 154 partidos internacionales, dos bronces olímpicos y 53 títulos con el Barça, es su psicólogo particular. Antes de cada partido, padre e hijo hablan por teléfono. No sólo comentan táctica o rivales, sino que Iñaki trabaja con Pablo la confianza, la actitud, la gestión de la presión y el disfrute del juego.

Pablo ha explicado que esas conversaciones le han ayudado enormemente a gestionar momentos difíciles, especialmente cuando en partidos calientes recibe insultos relacionados con sus apellidos.

Iñaki Urdangarin en uno de los partidos de su hijo Pablo con el Granollers

Iñaki Urdangarin en uno de los partidos de su hijo Pablo con el Granollers GTRES

Su respuesta es de una madurez llamativa: asegura que se lo toma como una señal de que está haciendo las cosas bien, porque los rivales intentan desestabilizarlo. Esa fortaleza mental no es casualidad, es fruto de años de trabajo emocional y de haber atravesado situaciones complejas desde muy joven.

Pese a que juegan en la misma posición, Pablo y su padre son jugadores distintos. El joven reconoce que Iñaki era más listo en la pista, con una inteligencia táctica superior, mientras que él destaca por su habilidad, explosividad y potencia física.

También es consciente de que le quedan años para acercarse al nivel de su padre, y no sabe si lo logrará. Pero lo importante es que ha encontrado su propio camino.

Un debut tardío pero que cuenta

Lo más inusual del caso de Pablo Urdangarin es que nunca estuvo en ninguna selección inferior española. Las mudanzas, los años en Suiza y su paso por Alemania y Francia fragmentaron su formación y le mantuvieron fuera del radar de la Federación durante años.

Por eso, cuando habla de su convocatoria, repite que ha llegado tarde. Pero también añade que, para él, esta es la que cuenta, la absoluta, y que tiene muchas ganas de demostrarlo.

Cuando Jordi Ribera le llamó tras el partido del Granollers contra el Barça, Pablo apenas pudo procesar la conversación. El seleccionador le explicaba cómo sería la semana de entrenamientos, pero él sólo podía pensar en que iba a ser convocado con España.

Lo primero que hizo fue llamar a sus padres y a sus hermanos. Luego, empezar a prepararse para un debut que, aunque tardío, culmina un sueño que ha perseguido desde que decidió, con 17 años y lejos de casa, que el balonmano sería su vida.

Este jueves, Pablo Urdangarin saltó a la pista en Linköping vistiendo la camiseta de España por primera vez. Su madre, la infanta Cristina, le acompañó en su debut y su novia, Johanna Zott, seguramente estaría siguiendo el partido desde algún lugar. Igual que su padre, que también habrá cumplido con el ritual de la llamada previa.

Y Pablo sintió el escalofrío que anticipaba al pensar en el himno español sonando para él.

"Siento que me he quitado un peso de encima, pero lo he disfrutado al máximo", decía en unas declaraciones facilitadas por la Federación tras el partido.

Ha llegado tarde, sí, pero ha llegado. Y lo ha hecho por el camino más difícil: el de las mudanzas, el de la soledad en Alemania con 17 años, el de los insultos en las pistas y el de las charlas telefónicas con un padre que le ha enseñado que el balonmano es mucho más que meter goles.

Es confianza, actitud y, sobre todo, disfrute. Pablo Urdangarin ya es hispano. Y esta vez, para quedarse.