El accidente de Pierre Levegh en las 24 Horas de Le Mans 1955

El accidente de Pierre Levegh en las 24 Horas de Le Mans 1955

Motor

El día que las 24 Horas de Le Mans se tiñeron de sangre con 83 muertos: 70 años de la mayor tragedia del automovilismo

El 11 de junio de 1995 un accidente entre Pierre Levegh y Lance Macklin cambió para siempre la seguridad en las carreras.

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Ya han pasado 70 años del momento más trágico de la historia del automovilismo. Hace siete décadas, el 11 de junio de 1955, una catástrofe sacudió a las 24 Horas de Le Mans y dejó en el camino a 83 víctinas, entre ellas las de un piloto.

Todo ocurrió en el circuito de Sarthe, Francia, ante más de 300.000 espectadores. Todos ellos en vilo por la a rivalidad entre el británico Mike Hawthorn y el argentino Juan Manuel Fangio, con ambos pilotos intercambiando la primera posición y sacando una vuelta de ventaja al resto.

A las 18:28 horas, en la vuelta 35, se produjo el desastre. Mike Hawthorn, que lideraba con su Jaguar, adelantó al Austin Healey de Lance Macklin y, de manera repentina, frenó para entrar a boxes.

Macklin, sorprendido, realizó una maniobra brusca hacia la izquierda para evitar al Jaguar, sin percatarse de que justo detrás venían dos Mercedes lanzados a toda velocidad: el de Pierre Levegh y, unos metros más atrás, el de Fangio.

Levegh intentó esquivar a Macklin, pero no lo logró. Su Mercedes-Benz 300 SLR impactó contra la parte trasera del Austin Healey y, a más de 200 km/h, utilizó el coche como rampa, elevándose y volando hacia las tribunas repletas de público.

El monoplaza, fabricado con una aleación de magnesio altamente inflamable, se desintegró en el aire y explotó al tocar el suelo, lanzando piezas y fuego sobre los espectadores.

El resultado fue devastador: 83 personas murieron, incluido el propio Levegh, y más de 120 resultaron heridas. La escena era dantesca, con cuerpos y escombros por todas partes, y la confusión reinando entre los asistentes y el personal de rescate, que improvisó camillas con vallas publicitarias para trasladar a los heridos.

Vivo de milagro

En medio de ese caos, Juan Manuel Fangio se salvó de milagro. El argentino, que venía justo detrás de Levegh, fue alertado por el propio piloto francés, quien en un último acto reflejo levantó la mano para advertirle del peligro. Ese gesto permitió a Fangio reaccionar a tiempo y esquivar los restos del accidente por apenas unos centímetros.

El destino quiso que el mejor piloto de la época, y uno de los más grandes de todos los tiempos, no formara parte de la lista de víctimas. Fangio continuó la carrera, impactado por lo ocurrido, y su testimonio siempre destacó la importancia de ese aviso que le salvó la vida.

La imagen de Fangio sorteando el desastre se convirtió en símbolo de supervivencia y de la delgada línea que separa la gloria de la tragedia en el automovilismo.

A pesar de la magnitud del accidente, la organización decidió no suspender la carrera. La explicación fue que detener la prueba podría provocar una invasión de la pista por parte del público, dificultando la labor de las ambulancias y los equipos de rescate.

Fangio, durante una carrera.

Fangio, durante una carrera. EFE

Así, mientras los servicios de emergencia atendían a los heridos y retiraban los cuerpos, los autos seguían girando y la competencia continuaba como si nada hubiera pasado.

Mike Hawthorn y Jaguar se alzaron con la victoria, pero la celebración quedó marcada por la polémica y la indignación de la opinión pública, que no comprendía cómo era posible que la carrera no se hubiese detenido tras semejante tragedia.

Los cambios

Las consecuencias del desastre de Le Mans fueron profundas y transformadoras. Mercedes-Benz, directamente involucrada en el accidente, decidió retirarse de las competiciones automovilísticas durante más de tres décadas.

Francia, Alemania, España y Suiza suspendieron temporalmente las carreras; en el caso suizo, la prohibición duró hasta bien entrado el siglo XXI. El accidente aceleró la revisión de las normas de seguridad en el automovilismo: se introdujeron cinturones de seguridad, barreras de protección, zonas de escape y una mayor separación entre el público y la pista.

También se desarrollaron monos ignífugos, cascos integrales y se eliminó el tradicional arranque tipo Le Mans, en el que los pilotos corrían hacia sus autos. La tragedia cambió la percepción pública sobre el automovilismo, poniendo la seguridad por encima del espectáculo y la velocidad a cualquier precio.

La cobertura mediática y la indignación social obligaron a organizadores y fabricantes a replantear sus prioridades y a invertir en innovación tecnológica enfocada en la protección de pilotos y espectadores. El desastre de Le Mans de 1955 marcó el final de una era de imprudencia y el inicio de una nueva etapa en la que la seguridad se convirtió en el pilar fundamental de las carreras de autos.

Hoy, setenta años después, el recuerdo de aquella tarde fatídica sigue vivo en la memoria del deporte motor. El accidente de Le Mans no solo es un símbolo del riesgo inherente al automovilismo, sino también el punto de inflexión que salvó innumerables vidas al impulsar una revolución en la seguridad de las carreras.