Ultras del Lazio en la grada del Olímpico de Roma.

Ultras del Lazio en la grada del Olímpico de Roma.

Serie A

Lazio - Roma, el derbi donde hasta los curas compran bengalas

Sin quererlo, Mussolini fue quien creó una rivalidad ya histórica entre los dos equipos de la capital italiana, que hoy se enfrentan en la Coppa en horario nocturno por primera vez en años.

1 marzo, 2017 00:12

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El Derby della Capitalle vuelve a jugarse de noche por primera vez en años. La violencia en torno a los dos equipos romanos aleja a los fans del fútbol y alimenta un largo recorrido plagado de anécdotas y reyertas que oculta una gran rivalidad futbolística. El fútbol, la clase obrera, los poderosos, el orgullo del barrio y diversas ideologías obsoletas en ciertos sectores han hecho del Lazio-Roma una rivalidad singular en el pasado y el presente.

A finales de los años 20 fue Mussolini quien apostó por unificar los equipos de Roma en un conjunto capaz de combatir con las superpotencias septentrionales y así surgió el AS Roma, un club que agrupaba a todos los ya existentes excepto a uno, el Lazio. Ingredientes perfectos para iniciar un pulso por Roma que, por desgracia, llega desde anécdotas como ultras disfrazados de curas para comprar bengalas a apuñalados. Mario Gago y Mar Bianchi, dos corresponsales españoles de Onda Cero y Sport, respectivamente, nos sirven de guía en este viaje a las catacumbas del fútbol romano.

Las bengalas del cura y el patrón inventado

“El Derby della Capitale es el más violento de Italia. En otros partidos como Milan-Inter puedes ver a gente con distintas camisetas ir juntos a San Siro, éste es distinto. Aquí cada uno intenta demostrar que es mejor en el campo y animando en la grada”, explica Mario. “Lo que motiva la rivalidad son las ganas de demostrar quién manda en la ciudad. Es algo más social, la Roma está ligada a la clase trabajadora y el Lazio, el primer equipo en nacer, se relaciona con la clase privilegiada”. Esas ganas de dejar claro quien anima mejor quedaron claras en 1978.

Enric González recordaba en su obra Historias del Calcio el episodio más pintoresco de esta rivalidad. En marzo de 1978, Aldo Moro, presidente del partido Democracia Cristiana, fue secuestrado y sus cinco escoltas asesinados. Bajo un clima de vigilancia extrema se celebraba el Roma-Lazio y el aficionado Franco Storace, que posteriormente llegó a Ministro con el partido de Berlusconi, quería demostrar que los aficionados de la Roma eran mejores que su rivales con un tifo de bengalas. Como el dueño del taller de pirotecnia era del Lazio decidió disfrazarse de cura para pedir 400 bengalas que iluminaran las fiestas de Marzafora. En ese momento nadie reparó en que Marzafora no existe. Únicamente es una construcción con las palabras ‘Forza Roma’ (palabras que iluminaron las bengalas).

Racismo, horarios y política en Roma

La ultraderecha italiana tiene una buena representación en el Lazio. “No es que haya que pensar así para animar al equipo, no se puede generalizar con la afición porque es algo más separado por barrios (Roma centro y Lazio periferia), pero las muestras de racismo siguen vigentes entre los ultras laciales”, resume Mar. Los saludos fascistas y los Irriducibili (grupo ultra del Lazio) han ido ligados desde hace años: Paolo Di Canio o Mauro Zárate son algunos de los jugadores que pusieron cara a este fenómeno que compartía un sector amplio. De hecho, ese grupo ha dejado pancartas penosas como “Auschwitz es su ciudad, los hornos sus casas” o cánticos frente al Tottenham (por las raíces judías del club y contra futbolistas negros del cuadro inglés) que obligaron a la UEFA a cerrarles el estadio en 2013.

De hecho, tras el último derby que acabó en tangana, el serbio Lulic abrió otro episodio: “Rüdiger [defensa negro de la Roma] debería callarse, hace dos años estaba vendiendo calcetines en Stuttgart”. Dicha invención del jugador del Lazio más enfocada al estereotipo y al racismo no hace más que ahondar en una herida abierta. Los ultras laciales siguen con sus cánticos ofensivos a su máximo rival, a quienes dedicaron en 2001 una pancarta con todos sus demonios juntos: “Roma. Equipo de negros, afición de judíos”. Al lado de estos, los ultras romanistas parecen disimular también su afiliación a la extrema derecha.

Di Canio saluda a la afición del Lazio tras un partido contra el Livorno en 2006.

Di Canio saluda a la afición del Lazio tras un partido contra el Livorno en 2006.

El partido que les enfrenta en Coppa es una novedad porque por fin vuelve a disputarse de noche (20:45 horas), algo que hace años que no se podía dar por incidentes violentos. “Desde 2013 se juega por la tarde por una cuestión de seguridad. Sigue muy presente el enfrentamiento que acabó con un acuchillado del Lazio en 2011. Incluso la final de 2013 se jugó de tarde, es una novedad el horario de 20:45”, reconoce Mario.

Toda esta inestabilidad se expande al resto de aficionados: la última encuesta del instituto Demos expone que un 15% de los encuestados se califica de “ex aficionado” por motivos tales como la seguridad y la corrupción y que sólo un 20% consideran que el fútbol italiano es “creíble y limpio”.

Tanto Mario como Mar coinciden en las repercusiones negativas de la problemática ultra en el fútbol italiano. “La afición no ultra ha dejado de acudir en cierta medida a estos partidos, lo que sumado a las huelgas de ciertos sectores radicales ha dado lugar a los mínimos históricos de asistencia al estadio”, explica Mario. Los datos son claros: de 51.000 espectadores en el Olímpico en los duelos de 2012 a menos de 35.000 en el reciente 2016. “Los aficionados de las curvas del Olímpico (Lazio curva norte y Roma sur) se niegan a ir por las altas medidas de seguridad que ha impuesto el prefecto de Roma (vallas, separaciones del resto de la grada y fuertes cordones de seguridad). De hecho la convivencia entre aficiones es inexistente dentro del estadio”, aclara Mar. Sirvan de ejemplo los ultras romanistas que en su ‘huelga de animación’ se fueron al antiguo estadio de su club, el Testaccio, durante el último Derby della Capitale.

Lazio y Roma se verán las caras bajo un clima extraño. A la tensión externa se le suman disputas internas en el seno lazial, ultras que dejan las curvas vacías y un historial delictivo en el que lo más simpático que hay es la anécdota de las bengalas y Marzafora. Una ciudad, dos equipos y demasiados ingredientes ajenos al fútbol y a la lógica del siglo XXI.