Alfonso Pérez, en una imagen de archivo.

Alfonso Pérez, en una imagen de archivo. EFE

Fútbol

Alfonso Pérez (53), exfutbolista, sobre sus inversiones: "Hay que hacer algo que te guste, pero hay que tropezarse para aprender"

El exjugador de la Selección rompió los esquemas al empezar a usar zapatillas blancas de la marca Joma en el año 1998.

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Cuando Alfonso Pérez se puso las botas blancas en 1998, nadie más en el fútbol lo había hecho. Los detractores fueron inmediatos. El seleccionador Javier Clemente le decía en broma que los defensas lo veían "de refilón" cuando cogía el balón. Los periodistas lo criticaban. La innovación duele, siempre.

Pero Jesús Martínez, responsable de Joma en aquella época, vio oportunidad donde otros tenían miedo. Le hizo una apuesta a Alfonso: le dijo que no tenía "agallas para ponérselas". Alfonso las aceptó. "Eran de piel de canguro, súper cómodas. Solamente variaba el color", recordaba con el paso del tiempo.

El efecto fue instantáneo. Sus abuelas, viendo sus partidos por televisión, "enseguida lo detectaban" en la cancha porque era el único con botas blancas.

"En el 98, 99 y 2000 fue una explosión, era una locura", declaró tiempo atrás en el podcast La Bolsa de Deporte de MAPFRE.

"En aquel momento, y hasta el año 2003, éramos la primera o segunda marca que más botas vendía en España". No era un éxito menor: desde la fábrica de Toledo salían 120.000 prendas diarias. El color revolucionó el sector del fútbol mundial.

Alfonso Pérez, en una imagen sacada de sus redes sociales

Alfonso Pérez, en una imagen sacada de sus redes sociales Instagram

Lo extraordinario es que Alfonso pudo haber ganado cifras alucinantes. "Posteriormente, con los años, tuve varias ofertas de otras marcas", confesó. Podría haberse sumado al tren de las multinacionales cuando llegaron Zidane, Beckham, Ronaldinho, Ronaldo y Figo con presupuestos publicitarios agresivos que coparon el mercado en 2003-2004.

Rechazó todas las ofertas. "Creo que esta firma es una familia que siempre me ha tratado francamente bien", explica sobre Joma.

Esa fidelidad se prolongó más allá de su carrera deportiva. A día de hoy, Joma le garantiza el material que necesita -de "8 ó 10 pares por temporada"- sin que tenga que pedir nada.

Como inversor, Alfonso diversificó en lo que conocía: restauración, hotelería, cámaras de fútbol innovadoras, criptomonedas. Su mejor inversión fue Servitel, una empresa de menaje y restauración que montó con dos amigos con poco capital inicial y que ahora es socio de Mahou.

El vino de Casa Lobos fue un fracaso. Los banderines con cámaras para corners tardó años en despegar, aunque funciona.

Su lección es clara: "Hay que hacer algo que te guste, pero tienes que aprender. A veces es bueno pegarse un tropezazo para aprender". Prácticamente todo su patrimonio está en inmuebles alquilados -todos ya pagados-.

A los jóvenes les aconseja: "En vez de comprarte coches buenos con 20 años, cómprate un buen piso o un buen local y alquílalo".

La ironía de su historia: podría haberse hecho multimillonario copiando a Nike, pero eligió el camino de la fidelidad y la diversificación prudente.