
De Burgos Bengoetxea, en un partido de La Liga Europa Press
De Burgos Bengoetxea, el árbitro que no quieren ni UEFA ni FIFA y al que la RFEF premia con El Clásico en la final de Copa
Fiel a Medina Cantalejo, su historial preocupa más al Real Madrid que al Barcelona. Nunca ha arbitrado en la Champions League.
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Ricardo de Burgos Bengoetxea fue designado por el CTA para ser el árbitro en la gran final de la Copa del Rey, que este sábado enfrentará al Real Madrid y al FC Barcelona en el estadio de La Cartuja de Sevilla. Su nombramiento despierta pasiones encontradas: 'celebrado' por la parroquia culé y criticado por la afición blanca, que recuerda con recelo el historial del colegiado vasco.
Fiel a Medina Cantalejo, actual presidente del CTA, el propio Comité avaló su candidatura para dirigir el partido. No obstante, su actuación al mando del silbato ha sido objeto de críticas, pues ni la UEFA ni la FIFA han confiado en él para encuentros de Champions League o citas internacionales desde su nombramiento como internacional en 2018.
La estadística arroja luz sobre el debate: con De Burgos Bengoetxea en el terreno de juego, el Barcelona se alza con la victoria en el 81% de sus duelos, mientras que el Madrid apenas suma un 64% de triunfos. Además, en los últimos cinco encuentros dirigidos por el vasco, el cuadro merengue sólo celebró el triunfo en dos ocasiones, un dato que alimenta las suspicacias de su afición.
Sus precedentes en el Clásico no son baladí: este sábado será el cuarto que arbitre. En la Supercopa de España 2017/18 acaparó los focos al expulsar a Cristiano Ronaldo con doble amarilla —la primera por retirarse la camiseta tras un gol y la segunda por presuntamente simular un penalti de Umtiti— y señalar una pena máxima a favor del Barça por una presunta falta de Keylor Navas sobre Luis Suárez, en una acción que provocó airadas protestas madridistas.
El siguiente enfrentamiento directísimo tuvo lugar en Arabia Saudí durante la Supercopa 2022/23, donde el colegiado pasó más desapercibido en el 1-3 que certificó el triunfo blaugrana.

Cristiano Ronaldo en el momento de la expulsión de De Burgos Bengoetxea. Reuters
Sin embargo, en el tercer Barça-Real Madrid, celebrado en el Camp Nou, la intervención del trencilla bilbaíno volvió a generar controversia: anuló un gol de Asensio por fuera de juego con líneas cuestionables del VAR y, poco después, validó la diana de Kessié a pesar de una falta previa de Robert Lewandowski sobre Dani Carvajal, volviendo a encender el descontento blanco.
Las últimas controversias
Los últimos precedentes no han ayudado para mejorar la impresión madridista sobre De Burgos. Este curso hizo de VAR en el derbi liguero en el Bernabéu y hubo polémica: avisó de un penalti de Tchouaméni en una jugada aislada en la que el francés apenas rozó al jugador del Atleti. También desde la sala VOR, en el Real Madrid-Espanyol de esta temporada, no avisó de un manotazo a Fran García dentro del área que hubiera sido penalti.
Las polémicas con De Burgos también se extienden al curso pasado. Dirigió el Getafe-Real Madrid, en el que el vasco pasó por alto dos penaltis claros: uno sobre Vinicius y otro sobre Brahim Díaz, y se ahorró dos rojas tras dos entradas temerarias de Luis Miilla a Joselu y de Djené a Tchouaméni. También arbitró el Sevilla - Real Madrid, anulando con polémica dos goles a los blancos y no pitando un penalti de Navas sobre Vinicius.
De Burgos Bengoetxea forma parte del círculo de confianza de Medina Cantalejo y de Clos Gómez, responsable del VAR, lo que a juicio de la RFEF avala su nombramiento para la final copera. Aun así, su currículo internacional no convence a la UEFA ni a la FIFA, que jamás le han asignado un compromiso de alto nivel continental.
La afición madridista teme que la designación inicial de Soto Grado —retirado finalmente por discrepancias con el presidente del CTA— fuera sustituida por De Burgos Bengoetxea, con el riesgo de repetir actuaciones que pasaron a la historia por su polémica contra los blancos. A pocas horas del duelo en La Cartuja, el eco de sus decisiones anteriores resulta más que un simple rumor: es un recordatorio de por qué parte de la casa blanca no confía en la imparcialidad del silbato vasco.