Observo que la última víctima de las brigadas del odio madridista y tuitero es Luka Jovic y su sequía goleadora. Viene a ser un poco como odiar a Juan Pablo I, el Papa breve, por no haber publicado más encíclicas. La quintaesencia de la histeria consiste en montar en cólera contra quien menos ha podido hacer para remediar la situación desfavorable que sea, bien por falta de posibilidades, bien por falta del bien más preciado: el tiempo.

Es necesario atesorar un par de pelotas mayores que la desfachatez de Guardiola para cargar contra el casillero por estrenar de un chico que casi no juega, y que a veces, cuando lo hace, como pasó en los últimos minutos de Estambul, se desempeña por orden del técnico como interior derecho, con lo que el gol no puede ser la exigencia que defina su rendimiento.

Cuando fichó por el Madrid se mostró como un tipo escueto, y yo escribí algún artículo loando la economía en palabras característica de los asesinos, incluso de los psicópatas del gol. Jovic mostró la parquedad expositiva de Javier Bardem en No es país para viejos, con lo que yo soñé con Ter Stegen temblando, aferrado a una recortada mientras suenan pasos por el pasillo y la sombra de dos pies se cierne sobre la luz que entra por debajo de la puerta.

Jovic se lamenta después de la anulación de su gol

Jovic se lamenta después de la anulación de su gol Reuters

Los asesinos, venia a decir yo en aquel texto de bienvenida, hablan poco para que les dé tiempo a matar más, lo que viene a demostrar que valoran enormemente su tiempo, lo que viene a demostrar que lo necesitan. Ni los serial killers más resolutivos ejecutan una mosca si no les das unos segundos para estudiar el patrón seguido por su trayectoria y convertir en la última esa curva sobre la cesta del pan. La mosca es espachurrada por su mano impía en centésimas de segundo, pero hace falta una mínima preparación. Con tiempo y práctica, pueden salir ahí fuera y desollar transeúntes o porterías contrarias con la confianza que otorga un sótano bien provisto de cadáveres.

Como buen matarife, sí, Jovic habla poco para que le dé tiempo a matar más, pero como la cosa siga así se va a convertir en una monja verborreica. No le impongo yo a Zidane el que lo incluya en las alineaciones, menos aún estando Karim como está, pero debería ser posible hacer un poder en beneficio de la violencia expeditiva, máxime cuando es esta la principal asignatura pendiente del equipo como volvió a verse en Estambul.

Benzema es un poeta metido a aniquilador, faceta donde luce sorprendente maña, pero hay estrangulamientos que se le resisten. Entre "póngase así" y "estese quieto" (Karim nunca tutea a sus víctimas), no falta la presa que bracea lo suficiente para zafarse de su soga. No es un profesional, que es lo que el Madrid va a necesitar tarde o temprano y que yo no sé si es Jovic, pero sí sé que tiene las trazas para serlo, y que la única poesía que conoce es el sonido de las vértebras del cuello apagando la luz.

Hay que hacer posible que poeta y asesino puedan establecer un turno no necesariamente igualitario pero sí lo suficientemente letal, y que ponga en perspectiva no solo las inmejorables prestaciones del poeta, sino hasta qué punto conviene exprimirlas tanto que el poeta se agote y el asesino se quede a medio brotar, como las personas de Amanece que no es poco. Al Madrid le ha salido un asesino en el bancal y hay que saber cuidarlo para que crezca, sin que el barbecho deba eternizarse. Roten, o cambien ocasionalmente el sistema, pero hagan que corra la sangre del gol, la savia roja que corre por esas venas serbias.