Nacer Bouhanni en el Giro de 2014

Nacer Bouhanni en el Giro de 2014 Getty Images

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El boxeador de los sprints

El sprinter francés Nacer Bouhanni, un ciclista que entrena boxeando, busca consagrar esta temporada una carrera deportiva marcada por su difícil carácter.

7 marzo, 2016 13:30

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Vuelta a Turquía 2011. Un neoprofesional francés llamado Nacer Bouhanni se bate el cobre en una llegada masiva con lo más granado del pelotón mundial. Se las tiene tiesas con una leyenda entonces en declive, Alessandro Petacchi, que al cruzar la línea de meta se alza sobre la bicicleta y le lanza un puñetazo en la espalda. “Cuando llegamos al hotel, fui a buscarle a la habitación. Le pedí que no volviera a hacer eso nunca más o le mataría”.

Petacchi Punch - Tour of Turkey 2011

El episodio, narrado en una entrevista con la revista Ciclismo a Fondo, retrata perfectamente el personaje de uno de los corredores más explosivos del pelotón mundial. Lo es por sus condiciones deportivas: Bouhanni es un sprinter ligero de chasis y ágil de arrancada, de los que marcan la diferencia en los primeros 100 metros que pasa alzado sobre los pedales. Lo es, también, por su carácter: tan fuerte que le convierte en líder indiscutible para su equipo y en enemigo indeseable para sus rivales.

Los pósters

Cuando Nacer Bouhanni (1990, Épinal – Francia) era un niño, en su habitación colgaban dos pósters, dos leyendas: Bernard Hinault, ganador de cinco Tours de Francia, y Mike Tyson, dos veces campeón del mundo de los pesos pesados. Ambos referentes los heredó de su padre, inmigrante argelino que también le legó la religión musulmana e incluso le concertó una boda que el propio Nacer canceló en un gesto de rebeldía.

No tenía ni 20 años y aún no sabía que hacer con su vida. Se divertía entre las doce cuerdas y con la bicicleta, pero trabajaba como gendarme. Hasta que, en un momento dado, decidió apostarlo todo por esta última. Pronto era ciclista profesional con FDJ, uno de los equipos con mayor tradición del pelotón mundial, aunque seguía (y sigue) boxeando durante la pretemporada varias horas diarias a modo de entrenamiento y distracción.

Su talento y su personalidad supusieron éxito y problemas. Apuntó 30 victorias en cuatro temporadas, pero en el seno de la escuadra destacó más por sus faltas de respeto a técnicos y compañeros. Particularmente cruda fue su rivalidad con su quinto Arnaud Démare, campeón del mundo sub23 en Copenhague 2011, con quien debía compartir liderato de cara en las llegadas masivas. Eran polos opuestos: frente al volcánico Bouhanni, Démare es mucho más suave y comedido hasta rayar la pasividad.

El staff encabezado por el paternal Marc Madiot prefería a Démare por su buen comportamiento y le alineaba en las mejores carreras en detrimento de Bouhanni, quien inflaba su cuenta en su calendario alternativo y se daba golpes en el pecho ante los medios. En 2014 ambos ciclistas acababan contrato. Démare había conseguido 15 victorias, ninguna de ellas en el World Tour, y Bouhanni 11 que incluían tres etapas del Giro y dos de la Vuelta. Madiot renovó al prudente Démare y enseñó la puerta de salida al efervescente Bouhanni.

El ‘treno’

La segunda mitad de aquella última temporada con el trébol de la entidad pública de loterías francesa en el maillot fue una subasta. Bouhanni se dejó querer por la mayoría de escuadras de primera división, que veían en él un diamante en bruto muy complicado de pulir y encajar en el mosaico que debe ser todo buen equipo ciclista. Terminó fichando por uno de segunda, Cofidis, que tenía hueco en la plantilla tras varias campañas de cierta deriva deportiva y el presupuesto necesario para construir lo que Bouhanni más ansiaba a su alrededor: un bloque de lanzadores que trabajaran para él en cada sprint. Lo que en el ciclismo se conoce con el italianismo ‘treno’.

Cofidis concedió a Bouhanni todos sus deseos. Le extendió un contrato largo y generoso, por encima del millón de euros anuales, que el pasado mes de septiembre amplió hasta 2017. Incorporó a su técnico de cabecera, un excorredor llamado Jacques Décrion, más tres ciclistas de su confianza y uno de su elección para configurar un ‘treno’ de garantías.

En pretemporada, un experto lanzador de un conjunto rival pronosticó: “El problema del ‘treno’ de Cofidis va a ser que les faltará alguien capaz de conjuntar a los ciclistas. Bouhanni tiene un talento enorme para esprintar, pero no para crear un grupo a su alrededor”. Acertó. En los tres primeros meses de temporada, el boxeador no fue capaz de ganar ninguna carrera. “Está decepcionado con sus compañeros porque no han estado a su altura”, dijo entonces Décrion.

En el Dauphiné, antesala del Tour de Francia, sólo uno de los miembros del ‘treno’ original, Geoffrey Soupe, seguía junto a Bouhanni. Algunos, como Adrien Petit, pidieron no volver a correr con él. Otros, como Steve Chainel, fueron relegados al ostracismo. En ese Dauphiné, Bouhanni anotó dos victorias, una de ellas sin apenas apoyo de sus compañeros. Esta pretemporada, Bouhanni todavía ponía el vídeo de la carrera a Soupe y le recriminaba su mal trabajo de aquel día.

La obsesión

“Está obsesionado con la victoria”, sintetizó Soupe ante las cámaras de Canal+. “Nacer es así”, concede uno de sus gregarios, el marbellí Luis Ángel Maté. “Es una persona muy exigente consigo mismo y con los demás, con un carácter fortísimo, de ganador nato”. El propio Bouhanni hace suyo el término “obsesión” cuando se refiere a su relación con la victoria. “Es algo natural en mí. Ya me pasaba de pequeño jugando a los bolos con mis amigos”.

Ese carácter se transforma en una actitud en que se leen coraje y displicencia, determinación y temeridad. No es casualidad que Petacchi le golpeara aquel día en Turquía. Sus caídas en momentos clave de la carrera son habituales por los riesgos que suele tomar y le granjean enemistades. En la segunda etapa del pasado Tour de Francia se pasó de frenada en una rotonda marchando en cabeza. Su accidente provocó cortes en el pelotón que afectaron a varias estrellas.

“Es un descerebrado”, dijo un ciclista World Tour que veía la carrera desde casa resumiendo el sentir de un pelotón en el cual Bouhanni no cae bien. “Nacer no es un ciclista al uso”, defiende Maté. “Y, como persona singular, despierta mucho cariño y mucha envidia”. Tanto recelo genera que incluso rompe la espiral del silencio en la cual el pelotón encierra mucho de lo que sucede dentro de él. En la pasada Ruta del Sol, tras ganar Bouhanni una etapa, el alemán Simon Geschke tuiteó indignado contra cómo el francés había sido empujado por sus compañeros durante las subidas de la jornada. Se trata de un suceso habitual en los velocistas, que por su constitución tienden a sufrir cuesta arriba. Suele pasarse por alto. Pero Bouhanni es Bouhanni.

“Pienso que hacen falta personajes como él en este deporte porque rompen con el patrón habitual”, concluye Maté. “En el pelotón, Nacer no tiene amigos. Esos están fuera de la bicicleta. Aquí sólo quiere a su alrededor gente que haga bien su labor”. Todo lo demás no importa. “¿Que si es fácil trabajar con él?”, preguntan a otro de sus lanzadores, Christophe Laporte. “Claro. Simplemente tengo que hacerle caso en todo lo que diga”.

Nacer Bouhanni compite esta semana en París-Niza, segunda carrera del UCI World Tour en la cual buscará el triunfo en las etapas de lunes y martes, propicias para el sprint. No lo tendrá fácil: frente a él estarán rivales de la altura de Alexander Kristoff, André Greipel o Michael Matthews, ganador hoy del prólogo. También participa en la prueba gala Alberto Contador, máximo favorito a la victoria en la general de un evento retransmitido por Eurosport y Teledeporte que concluirá el próximo domingo y tendrá final en alto miércoles y sábado.