El día del último concierto de The Beatles, en la azotea.

El día del último concierto de The Beatles, en la azotea.

Si pudieses ir a desayunar con quien te diese la gana, ¿con quién lo harías?

En 1966, la respuesta a esa pregunta era The Beatles. Ya fuese uno un banquero londinense, un agricultor del Languedoc o la mismísima Imelda Marcos. Por eso la poderosa esposa del dictador filipino insistió en que el grupo acudiese a una recepción oficial en el palacio presidencial el día siguiente a su concierto en el Rizal Memorial Sports Complex de Manila. Porque, sencillamente, quería desayunar con los Fab Four.

La mañana del 5 de julio, Brian Epstein comparecía en el vestíbulo del hotel para declinar en el canal nacional de la televisión filipina la generosa oferta de la Mariposa de Hierro, pero en el momento en el que el mánager iba a descargar su batería de sentidísimas disculpas, la pantalla se fue a negro.

Escupieron a Ringo. Retuvieron al asistente de la banda, Mal Evans. Les amenazaron a punta de pistola. La policía filipina no les permitió despegar hasta que abonasen unos impuestos 'recién aprobados'

Una hora después, los Beatles y todo su equipo corrían por el aeropuerto internacional de Manila para subirse a su avión perseguidos por una muchedumbre rabiosa que no consentía el plantón a su Primera Dama. Escupieron a Ringo. Retuvieron al asistente de la banda, Mal Evans. Les amenazaron a punta de pistola. La policía filipina no les permitió despegar hasta que abonasen unos impuestos recién aprobados que consistían en pagar exactamente la cantidad que habían ingresado en el concierto de la noche anterior. Todo muy democrático.

Más grandes que Jesús

Al llegar a Inglaterra, George Harrison declaró: “Vamos a tomarnos un par de semanas antes de ir a ser golpeados por los americanos”. El comentario de Lennon afirmando que eran “más grandes que Jesús” había sacudido el fervor cristiano de los beatos Estados Unidos de los sesenta, provocando protestas, quemas de discos e incluso serias advertencias del Ku Klux Klan. Un clima de tensión que, unido a las desastrosas condiciones técnicas de los directos, llevaron a los de Liverpool a anunciar que el concierto del 29 de agosto en San Francisco sería el último de su carrera.

El comentario de Lennon afirmando que eran “más grandes que Jesús” había sacudido el fervor cristiano de los beatos Estados Unidos de los sesenta, provocando protestas, quemas de discos e incluso serias advertencias del Ku Klux Klan

Pero no lo sería. Hubo uno más. Después de aquel turbulento 1966, los cimientos del grupo comenzaron a resquebrajarse. Las tiranteces durante la grabación del Sgt. Pepper’s Lonely Hearts Club Band y del álbum blanco distanciaron severamente a los miembros de la banda. George y Ringo se sentían infravalorados. Lennon y McCartney estaban inmersos en una batalla de egos. Brian Epstein falleció en extrañas circunstancias. Y el agotamiento de George Martin al frente de aquel jardín de infancia era más que evidente.

Para intentar recomponer la pasión de los primeros años y los lesionados afectos mutuos, a Paul se le ocurrió entonces que sería conveniente desarrollar entre todos un proyecto novedoso que cristalizase en la publicación de un disco, la emisión de un documental y la celebración de un concierto. Sería un nuevo punto de partida para The Beatles. El inicio de una fructífera segunda etapa. Y una canción daría título a toda la idea: Get Back. Es decir, “volver”. Nunca un verbo sonó tanto a declaración de intenciones.

Harrison, marginado

Pero la cosa no salió como el bueno de Paul esperaba. La grabación del álbum sería la base del propio documental, por lo que en enero de 1969 los cuatro músicos y su equipo técnico se desplazaron a los estudios cinematográficos de Twickenham y se pusieron a las órdenes del director Michael Lindsay-Hogg para filmar todo el proceso. Allí se encontraron con rutinas desconocidas para ellos, acostumbrados a grabar solos en los estudios EMI hasta altas horas de la madrugada. En Twickenham estaban rodeados de cámaras, sonidistas e iluminadores y, para colmo, había que madrugar. Cuatro músicos levantándose al alba. Habrase visto.

Las composiciones de Harrison no eran tenidas en cuenta por el aplastante binomio Lennon/McCartney, por lo que el guitarrista anunció que tenía intención de abandonar el grupo. A cambio de no hacerlo, impuso dos condiciones. Incorporar a la banda al teclista Billy Preston —nunca llegó a ser miembro oficial de The Beatles, pero sí formó parte del grupo en la práctica y su nombre consta en los créditos del disco que culminaría el proyecto Get Back— y trasladar la grabación del álbum al estudio que el propio grupo tenía en el edificio de su empresa, Apple Corps, en la calle Savile Row de Londres. Todo el mundo aceptó. A la mierda con el atrezzo cinematográfico.

Las tensiones entre los cuatro músicos no se redujeron grabando en Savile Row, pero el proyecto seguía adelante. Ninguno de ellos quería saber nada del documental

Las tensiones entre los cuatro músicos no se redujeron grabando en Savile Row, pero el proyecto seguía adelante. Ninguno de ellos quería saber nada del documental, que sería emitido como un especial de televisión, pero Apple Corps había invertido mucho dinero en él, existía un contrato de distribución con United Artists y, en definitiva, no podían permitirse cancelarlo. Las canciones cuyo proceso de creación y grabación se reflejaba en el mismo serían publicadas en el disco, que por primera vez no sería producido por George Martin sino por Phil Spector. Y esas serían las canciones que precisamente se interpretarían en directo en el primer concierto de The Beatles desde agosto de 1966. Tal vez, quién sabe, el primero de muchos.

The Beatles.

The Beatles.

Pero hacía falta una ubicación. El lugar perfecto para el esperado regreso de los de Liverpool a los escenarios. Se pensó en el Coliseo de Thysdrus, el inmenso anfiteatro romano de El Djem, en Túnez. Se pensó en la explanada frente a las pirámides de Guiza. Se pensó en tocar a bordo del RMS Queen Elizabeth. Se pensó en un concierto en el desierto del Sáhara. Se pensó en la Roundhouse de Londres y en el Palladium. Años después Billy Preston recordaba que había sido Lennon quien finalmente propuso la localización idónea: la azotea del edificio de Apple Corps en Savile Row. Exactamente donde se encontraban en ese momento.

Todo se dispuso para la mañana del día 30 de enero. Se cumplen hoy 48 años. Sobre la azotea se colocaron unos tablones de madera improvisando un escenario. El personal de Apple Records —el sello discográfico de Apple Corps— montó el equipo de sonido y colocó los instrumentos. Los músicos, que en un primer momento estuvieron a punto de echarse atrás, salieron al tejado. Debido al frío, John y George pidieron prestados sus abrigos de pieles a sus respectivas esposas, Yoko Ono y Pattie Boyd. Ringo vestía un chubasquero. Paul, como no podía ser de otra manera, iba de traje. Afinaron sus instrumentos, los cámaras y el resto de asistentes se colocaron en los laterales de la azotea y The Beatles comenzaron a tocar.

Fin de fiesta

Una breve prueba de sonido, un ligero ensayo, algo de improvisación y el concierto echó a andar. La primera canción en sonar fue Get Back. Tocaron Don’t Let Me Down, tema que Phil Spector descartaría después para el álbum. Quizá como símbolo de las energías renovadas del grupo, interpretaron la canción One After 909, que Lennon y McCartney habían compuesto en sus primeros años juntos, a finales de la década de los 50. Sonaron Dig a Pony y I’ve Got a Feeling. Tocaron canciones ajenas, como el clásico country Danny Boy, Rainy Day Women de Bob Dylan, Ooh! My Soul de Little Richard e incluso el himno God Save the Queen. Volvieron a hacer sonar Don’t Let Me Down y otra vez más interpretaron Get Back. Hasta que les detuvo la policía.

En realidad, no fue un fin de fiesta traumático. Es muy probable que la intervención de las autoridades fuese lo que el grupo deseaba desde un primer momento, quizá para revestir su regreso de cierto dramatismo y ocupar así con más motivo las portadas. La comisaría del West End, de hecho, se encuentra en el número 27 de Savile Row, la misma calle donde se encuentra el edificio de Apple Corps. Sin embargo, les permitieron tocar durante cuarenta y dos minutos. Incluso avisaron por teléfono diez minutos antes de que salían hacia allí. Llegaron con calma, solicitaron cortésmente la finalización de la actuación y sólo cuando las quejas de los vecinos fueron a más —una cosa es desayunar con los Beatles y otra muy distinta tenerlos tocando sobre el tejado de al lado—, impidieron la continuación del concierto.

Es muy probable que la intervención de las autoridades fuese lo que el grupo deseaba desde un primer momento, quizá para revestir su regreso de cierto dramatismo y ocupar así con más motivo las portadas

Todo había salido a pedir de boca. La calle estaba repleta de gente mirando hacia arriba, buscando en el cielo a Lucy y sus diamantes. Las terrazas y azoteas contiguas se llenaron de fans y curiosos que no daban crédito a lo que estaban viendo. La prensa mundial se hizo eco de la noticia. Pero la idea de Paul de regresar a algún punto del pasado en el que las cosas encajaban nunca se llegó a materializar.

Antes de que Phil Spector terminase el disco y de que finalizase el montaje del documental, Paul McCartney, a la desesperada, ya le había pedido a George Martin que volviesen a grabar juntos. Que volviesen a hacer un álbum “como antes”, ese lugar en el tiempo en el que uno alguna vez fue feliz. Martin preguntó si John estaba de acuerdo y, en apenas unos meses, habían terminado de grabar el Abbey Road; un disco cuya belleza y proporción no refleja el enfrentamiento irreconciliable de los integrantes del grupo. Jamás volverían a grabar nada juntos.

El cásting

Al terminar el concierto en la azotea, antes de que la policía se los llevase, Lennon se dirigió por última vez al micrófono y, con su sarcasmo habitual, dijo: “Me gustaría dar las gracias en nombre del grupo y de nosotros mismos y espero que hayamos pasado el casting”. Y tal vez no estuviese tan desencaminado. Quizá todo aquello no había sido más que una prueba para demostrar que podían convertirse en la banda más importante del mundo para, después, irse al carajo.

El concierto en la azotea fue el primer directo de los Beatles en años, pero también fue el último de su carrera. El documental al que sirvió de broche de oro fue la última película del grupo. Y las canciones que se grabaron durante todo el proceso y que se tocaron aquella mañana, pasaron a convertirse en su último disco. Los Beatles no regresaban a ningún pasado idílico. Todo lo contrario. A pesar de que había sido en todo momento el nombre del proyecto, no tenía mucho sentido publicar su última obra bajo el título Get Back. Y por eso lo cambiaron por Let It Be: “déjalo estar”. Y lo dejaron estar.