Una de las visiones más crudas de la capital del mundo.

Una de las visiones más crudas de la capital del mundo. Flickr/Herman Yung

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Nueva York chungo, todo lo que Woody Allen no ve

Una antología desvela la brecha de desigualdad entre ricos y pobres: vivir en Nueva York no es un derecho, sino un privilegio.

2 noviembre, 2015 01:49

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Vivir en Nueva York nunca fue tan difícil. El precio de la vivienda en alquiler en Manhattan y parte de Brooklyn vuelve a batirse a sí mismo: ahora son 3.339 dólares de media al mes. Algo más de 3.000 euros al mes te separan de la ciudad inalcanzable. “Nueva York es una historia de dos ciudades -la Nueva York rica y la Nueva York pobre-, pero es la historia de la Nueva York rica la que nos suelen contar”, al habla Tim Freeman, alguien que es nadie, alguien que como cualquiera siempre le gustó esta ciudad y siempre deseó vivir en ella. Lo consiguió: “Durante siete meses fui un sin techo”. Algunas noches si tenía bastante dinero dormía en una habitación de hotel; si estaba demasiado cansado para asumir las reglas del albergue dormía en la calle.

Cuando Tim hizo realidad su sueño por unos meses antes de largarse a Texas, unas 38.500 personas dormían cada noche en los albergues de la ciudad. Hoy las cifras superan las 55.000. De ellos, 23.000 son niños. “¿Qué le dices a tu familia el día de Navidad, cuando ellos están rodeados de calidez y felicidad y tú estás solo en un albergue para indigentes? Quise mandarlos a la mierda, pero les ahorré el mal trago”.

Foto Flickr / Heart Industry

Foto Flickr / Heart Industry

La eliminación del programa de ayudas -mano de Bloomberg- para sacar a los más desfavorecidos de los albergues con subvenciones para alquileres disparó la distancia entre esas dos ciudades. Tim pudo vivir en un apartamento en el Bronx un año y medio y aprendió que vivir en Nueva York no es un derecho, sino un privilegio. Es un gran escaparate de cultura, desde el cine a la música, pasando por la moda y la literatura, las referencias de la ciudad muestran su lado cool, divertido y glamuroso.

“Lo que estas referencias no suelen plasmar son las largas colas en las oficinas de asistencia social, ni a los niños que duermen en albergues, ni a la madre soltera que vive de prestaciones sociales y recibe una orden de desahucio, ni a los inquilinos de un edificio que se quedan sin gas porque el casero no ha pagado a la empresa suministradora”, ni todo lo crudo que desaparece de las postales en blanco y negro. El teleférico que conduce hasta la isla de Roosevelt, situada en el East River, cartel de Manhattan, marca la diferencia que separa la leyenda de Nueva York de la realidad.

La antología -popurrí de cuentos, ensayos, crónica y poesía- que publica la editorial Nórdica desvela la brecha de desigualdad insuperable entre los ricos y los pobres de la ciudad. En Nueva York: historias de dos ciudades recoge textos de Jonathan Safran Foer, Zadie Smith, Junot Díaz, Lydia Davis, David Byrne, Teju Cole y el anónimo testimonio de Tim junto a otras 24 voces. En ellos, la vivienda es la preocupación constante, el distrito de la ciudad que destina el porcentaje más elevado de sus ingresos al alquiler (el Bronx, con un 66%) es también el más pobre.

El barrio burgués

Adele es una vieja drag queen que se ha aferrado a su apartamento en Chelsea y recorre las calles del East Side, Zadie Smith mueve su personaje con toda la ironía que la gentrificación necesita para arrasar con toda esa “porquería deprimente”. “Al bajar de la acera, sorteó un gélido charco de fluido amarillo en el que flotaban tres platos congelados de papel. ¡Menudo vertedero! ¡Ojalá lo derribasen todo por debajo de la calle 6 Este y luego lo reconstruyesen, lo numerasen, le dieran cierta lógica y lo llenaran de hoteles de lujo, no un par, sino muchísimos! ¡Que no cortaran, que convirtieran aquello en un barrio burgués! ¡Que dejasen de conservar esta puta porquería!”.

El Nueva York de estas páginas es el de los albergues atestados y apestados, el que fuma crack, el que huele tan mal que los de la habitación lo rocían con ambientador y el del licenciado en Sociología por la Universidad de Chicago. “En un albergue hasta me encontré con un tipo vestido como un hombre de negocios”, escribe Tim.

El espejismo oculta la extinción de la clase media y la desigualdad disparada a niveles anteriores a la Gran Depresión. Entre 2001 y 2011, la ciudad perdió el 51% de los empleos de clase media. En la ciudad el coste de producción se había elevado tano que las fábricas y los talleres han ido a otra parte. La población se traslada a las afueras de la ciudad. Lo que se exhibe de la ciudad no se sostiene cuando se contrasta con la realidad: la desigualdad económica es mayor que nunca, aclara en la introducción John Freeman, antiguo editor de Granta y responsable de la compilación, que en la versión española incluye unas palabras de Antonio Muñoz Molina. Sólo a salvo en los grandes museos de los que habla el sexto distrito imaginado por Safran Foer, donde las visitas llevan “a cualquier sitio salvo al espacio donde me encuentro”.

Foto Flickr / Paolo Margari

Foto Flickr / Paolo Margari

Teju Cole ha recuperado sucesos publicados en 1912 en The New York Tribune, The New York Herald y The New York Times, y los ha convertido en tuits. Historias en 140 caracteres sobre la impredecible fuerza del destino. Estas píldoras son la nota más sarcástica del volumen. “A McNally le robaron 45 dólares en la calle 96. Una semana después, volvió a la escena del crimen para investigar y volvieron a robarle”. “Después de unas copas de más, Nixon, de Long Island, escribió una nota de suicidio, apuntó, disparó y solo se arrancó parte del cuero cabelludo”. “La señora Remsen, de la calle 62 Este, murió rica. Legó 5 dólares a su querido esposo, a entregar en plazos de 5 centavos semanales”. “Philip Joseph, de Henry Street, se arrojó delante del tren local y canceló sus planes de boda”.

La escritora y profesora mexicana María Venegas lleva el foco hasta las clases extraescolares para los niños de las escuelas públicas y concertadas de la zona. “Layla forma parte del grupo de escritura que tengo a mi cargo y, aunque es una excelente escritora, lleva varias semanas sin poder redactar ni una sola frase”. Layla se apaga y María no sabe el motivo. “¿Sabías que la mayoría de los chicos de los barrios pobres no van a la universidad?”, le pregunta. La tristeza ha caído sobre ella como una sombra y su profesora teme por su vida. En las siete semanas de calendario lectivo se han suicidado diez alumnos de las escuelas públicas de Nueva York. ¿Dónde está la banda sonora?