El Gobierno ha trabajado duro. Primero desangró a la industria cultural y a los creadores con recortes en ayudas e impuestos disparatados. Y cuando tuvo al sector en la lona sacó su golpe mortal: el “Estatuto del Artista”. Una operación de salvamento que mantendrá a todos tranquilos, sin escándalos ni revuelos. Con la condición de esperar, en silencio y con paciencia, hasta que el Congreso de los Diputados monte, durante los próximos tres años, las reglas que reconocerán los derechos laborales de los creadores. Y así es como el que antes ahogaba, ahora salvará a los supervivientes.

Gracias a la oposición en bloque, Íñigo Méndez de Vigo podrá dormir tranquilo los próximos años, haga lo que haga. Nadie le sacará los colores, nadie le pondrá en un apuro. Es la primera vez que ocurre algo parecido. Así pasó en el Congreso antes de que las diputadas se marcharan de vacaciones de Navidad, hubo silencio escandaloso ante el conflicto de Lérida y Sijena, alentado y provocado por el ministro y conseller con fines electoralistas.

Iñigo Méndez de Vigo, mitad conseller, mitad ministro. Javier Muñoz

Podemos, Ciudadanos, PP y PSOE cogidos de la mano para alcanzar un objetivo tan loable, que lo demás ha dejado de tener importancia. Al saco roto. Podemos le ofreció la escapatoria al PP y el uno de marzo se celebró la primera sesión de la subcomisión para la elaboración del Estatuto -pedida por Podemos- que atenderá a las necesidades de las más de 500.000 personas empleadas en el sector. 

Por primera vez a los grupos políticos les parecieron interesantes -para sus intereses- los derechos de una profesión oculta a los ojos del legislador. Pero, ¿por qué renunciar a lo demás? Tal y como ha podido saber este periódico, pelearán por el estatuto a cualquier precio. Y poco más. PSOE y Ciudadanos piensan y actúan igual que Podemos. Pueden llamarlo oposición amarrategui. Y el PP se frota las manos, claro, porque nadie pone contra las cuerdas su gestión, porque todos quieren salir en la foto de la firma del primer Estatuto del Artista. Y así será 2018.

Toca besos y caricias

De la hora de las tortas se ha pasado a las caricias, porque la oposición aspira a asegurar el estatuto. Nada más. Y el Gobierno quiere mantener acorralado y silenciado el sector qué más daño les hace cada vez que se levanta contra las políticas del Partido Popular. Pero ahora el PoPó es la Cultura. Todas las asociaciones y representantes de los damnificados por el fusilamiento cultural del PP en cinco años han pasado por el Congreso a dar su versión de los hechos. Les explican las necesidades y carencias que tienen para que quede un estatuto eficaz. Son escuchados, quedan satisfechos y templan las gaitas con los suyos. Jugada maestra. 

Fernando Benzo en el Congreso de los Diputados despidiendo el año cultural. Efe

En 2018, Íñigo Méndez de Vigo podrá dormir tranquilo hasta 2019 y así hasta el final de la segunda legislatura marianista. El Gobierno Rajoy -con el barón de Claret, Cristóbal MontoroÁlvaro Nadal como trío galáctico- ha logrado convertir a la opinión pública más molesta y combativa con sus derechos y las causas ajenas, en un insignificante montón invisible de nada. Los han atemorizado, precarizado, esclavizado, reprimido, sometido, aborregado, dividido, amargado y deprimido. Son náufragos sin solución que se conforman con lo que sea. Por primera vez en la democracia española, el bloque cultural es pura ceniza. Carcoma. Del “No a la guerra” al “No me atrevo a protestar”. 

Sin capacidad de huelga

En los tiempos marianos sólo les ha conseguido sacar a la calle José María Lassalle, secretario de Estado de Cultura y perfecto enemigo de sus representados, que pidieron su cabeza por lo bien que lo estaba haciendo todo. Nada más asumir su cargo lapidó el Canon Digital y se atrevió con lo intocable: el dinero de los creadores, que pasaron de ingresar 100 millones a 5 millones de euros en derechos de autor. No le tembló la mano porque la cúpula de la Cultura estaba -también- rota de corrupción. Con dos fotos en 2011, el sector perdió su legitimidad y su fuerza social. En una, Teddy Bautista sale de declarar de la Audiencia Nacional, tras pasar una noche en los calabozos; en la otra, un furgón de la Guardia Civil saca ordenadores y papeles de la SGAE. La política había perdido el miedo a la cultura.

En 2018, la política perdonará a la Cultura. A cambio pide más silencio, como ha quedado claro en las últimas galas de los Goya. En 2018, la Cultura perdonará a Rajoy.   

Propiedad a medias

¿Es que hay algo más importante que el Estatuto del Artista? En el ministerio de las migajas todo es importante, porque todo está en precario. La Cultura está por hacer en este país. Y el Ministerio tiene por delante varios saraos pendientes. El más gordo de todos es la multa que Europa va a facturar si Rajoy y Méndez de Vigo no desarrollan de una vez la Ley de Propiedad Intelectual, que quedó sin cerrar hace tres años. Tres años de retraso. Inadmisible que por esto tampoco se les ha llamado al orden en el Congreso.

Si los de Méndez de Vigo no reaccionan en las próximas semanas, la Comisión Europea abrirá un expediente sancionador con una multa de 100.000 euros diarios hasta que no se tramite el Proyecto Ley. En ese momento, se parará el procedimiento sancionador. Tal y como ha podido saber este periódico, el borrador del Proyecto de Ley que debía haber hecho Lassalle ni siquiera existía cuando abandonó su cargo para marcharse como secretario de Estado de Agenda Digital. Fiel a su perfil maratoniano. 

Más: el Canon Digital. Sí, el Gobierno todavía no se ha recuperado del tortazo que le dio el Supremo al declarar inválida la compensación por copia privada con cargo a los Presupuestos Generales que ejecutaron en 2011. El Gobierno tiene pendiente desarrollar el Real Decreto para elaborar unas tarifas apropiadas (a gravar en los aparatos tecnológicos) y un procedimiento más eficaz para que las tecnológicas paguen sin complicaciones. Es probable que hasta el final de 2018 no esté listo. En estos momentos, las tecnológicas, los autores y el ministerio elaboran sus propios informes para pedir lo que les conviene.

Derechos de autor en peligro

Sigamos: La nueva ley europea de derechos de autor está cociéndose en estos momentos en Bruselas, se están aprobando las ponencias y los procedimientos y hay mucho trabajo por delante para influir en las votaciones. El Ministerio debe trabajar para ponerse a la altura de un comisario que no tiene tanta sensibilidad por los derechos de los autores como por el mercado libre de derechos de autor.  

El lituano Andrés Ansip aseguró en su visita a España el pasado marzo que “las leyes de Europa empujan a la gente a robar”. Por supuesto, el comisario exige el fin del geobloqueo para crear un mercado único digital, sin tener en cuenta la gestión de los derechos país a país. A sus ojos, impedir a los usuarios consumir contenido más allá de sus fronteras es un retraso. Aquel día dijo que discriminar al consumidor por su nacionalidad y no por su tarjeta de crédito no es propio de esta unión europea y los primeros borradores sobre la nueva ley van en esa línea: una gestión única de licencias comunes, sin contar con las sociedades estatales. Los grupos parlamentarios españoles, hasta ahora, no se han mostrado partidarios.

Presupuestos Frudesa

Y para acabar, los presupuestos congelados. Los últimos quedaron en 801 millones de euros, cuando el PP llegó al poder estaba en 1.050 millones de euros. Y en 2013 llegó al mínimo de 721 millones de euros. Las ayudas al cine bajo mínimos históricos -30 millones de euros-, con una ley reformada que no termina de reformar. El patrimonio, un chiste. La promoción cultural, de risa. Los museos, rezando. Las bibliotecas, sin libros nuevos. El fomento de las industrias culturales, desaparecido. ¿Ha dicho Ley de Mecenazgo?

Cultura cuenta con un ministro que es, además, portavoz del Gobierno y nunca había estado tan desaparecida en las oraciones de los Consejos ministriles. Hasta las nuevas industrias en aparecer prefieren alojarse en otras carteras, con otros ministros, donde les atiendan, les cuiden y les ayuden más. Y no tienen miedo a decirlo. Pero todo está bien. Sin rechistar digan: “Perdón, Mariano. Gracias”.