A finales de octubre del año que dejamos atrás, miles de mujeres firmaron una carta para protestar contra los abusos de poder y sexuales en el sector del arte contemporáneo. Entre ellas estaban Cindy Sherman, Laurie Anderson o Jenny Holzer (de uno de sus “Truism” toman la referencia para el manifiesto). Pero también muchas otras, menos conocidas, y que sabían de primera mano lo que significa el abuso de poder sexista, independientemente del grado en que lo hubieran vivido.

Esto me parece una de las claves fundamentales para entender por qué la revista Time ha reconocido como personas del año 2017 a la mujeres que no guardan silencio y denuncian el sexismo. Se trata de sororidad. Lo que explica que miles firmen un manifiesto común, al margen de los grados de violencia machista que cada una haya vivido en sus carnes, es precisamente el #YoTeCreo. Yo creo lo que dices porque sé que es real porque, en mayor o menor medida, he sufrido el sexismo en sus múltiples manifestaciones.

Te creemos

Algo tan simple pero tan importante como decirle a una mujer que la crees, que crees lo que denuncia aunque no lo hayas visto, es parte también de esta sororidad. No me hace falta haber estado allí para saber lo que es que un profesor se sobrepase o haga comentarios inapropiados y machistas, o que cuestionen tu relato por cómo vas vestida, cómo te comportabas o qué estabas haciendo antes o hiciste después.

No me hace falta haberlo vivido para saber qué casi 1.000 mujeres han sido asesinadas por sus asesinos machistas en la última década en España y que en este país se denuncia una violación cada ocho horas (y eso sin contar las agresiones que no llegan nunca a denunciarse).

La Caja de Pandora

Este #YoTeCreo tuvo su respuesta también en el contexto artístico español apenas unos meses antes que el manifiesto “As no surprise”. El verano de 2017, una participante en las residencias A quemarropa, en Alicante, denunciaba la agresión por parte de un tutor y que desencadenaría una ola de solidaridad feminista en las redes, concretándose en un espacio seguro y privado llamado “La Caja de Pandora”.

Esta “caja” recogería, en menos de una semana, más de 2.000 adhesiones de mujeres (es un grupo no mixto) vinculadas a la cultura y que, por un lado, querían apoyar a la agredida y, por otro, poner voz a sus experiencias. Voces que denunciaban situaciones de violencia machista a lo largo de su vida, desde la adolescencia pasando por la universidad o el trabajo.

Un grupo sin representantes, horizontal y donde es tan importante hablar como escuchar a las demás. Así se estructura Pandora, como una plataforma de cuidados y confianza mutua entre las mujeres. Sólo un espacio tan particular, cerrado, y con el afecto y la sororidad como base, podría dar cabida a los relatos de unas y otras, que encuentran en las demás un apoyo sincero.

La mujer y la cultura

El caso Weinstein (con decenas de mujeres denunciando abusos sexuales en el cine por parte del productor), el movimiento #MeToo para responder colectivamente a los abusos de poder, #YoTeCreo como grito de sororidad ante las dudas de algunos, o La Caja de Pandora… sin importar qué desencadenó una u otra respuesta. Lo cierto es que se hacía necesario poner sobre la mesa la realidad que viven las mujeres, en cualquier ámbito, pero también en el de la cultura, tan proclive a lo precario, inestable e intermitente, que condiciona especialmente que alguien se atreva a denunciar a quien está por encima en la escala de poder.

Una respuesta unánime que recuerda que si tocan a una, tocan a todas, y que aunque los abusos de poder ocurran casi sin sorpresa, la respuesta será decidida. Ya no habrá más silencio cómplice.

* Semíramis González es co-directora de la feria de arte emergente JustMAD, junto con Daniel Silvo.