José María Lassalle, artífice del canon digital aplicado por el PP.

José María Lassalle, artífice del canon digital aplicado por el PP. Efe

Cultura

Méndez de Vigo despide a José María Lassalle

Cinco años después, el currículo del ex secretario de Estado de Cultura está colmado de fracasos como la reforma de la LPI y el canon digital ilegal. Le sustituirá en el cargo Fernando Benzo.

18 noviembre, 2016 04:16

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José María Lassalle nació, creció y murió con el canon digital. La trayectoria política del diputado por Cantabria se resume en una transformación ilegal en la compensación a los autores. Exoneró a las empresas tecnológicas de pagar el canon a los creadores por la reproducción de sus obras y desvió a las arcas del Estado el ingreso.

Gracias a Lassalle todos los españoles, desde 2011, pagamos 5 millones de euros que según el Tribunal de Justicia de la Unión Europea es ilegal. Como adelantó este periódico, el Tribunal Supremo lo tumbó. Y con él al secretario de Estado de Cultura, fulminado por el ministro de Educación, Cultura y Deporte, Íñigo Méndez de Vigo, tal y como ha podido saber este periódico. El sustituto es Fernando Benzo, hasta ahora subsecretario del Ministerio de Educación.

Lassalle se reunió el jueves con los responsables de las direcciones generales a su cargo para despedirse de ellos. La comida fue en La Carmencita, un restaurante de cocina cántabra cerca de la sede del antiguo Ministerio de Cultura, en el que el santanderino solía comer habitualmente. Delante de él tenía a un equipo que nada tenía que ver con el grupo original con el arrancó su andadura, una de las más polémicas y desastrosas de las que se recuerdan en democracia.

Ha tenido el don de enfrentarse a su superior, José Ignacio Wert, con Cristóbal Montoro y con el sector cultural, que ha llegado a pedir su dimisión por la reforma de la Ley de Propiedad Intelectual, que hay que reformarla de arriba abajo. El equipo que empezó con él ha terminado huyendo de su vera y por si fuera poco tampoco tenía buena relación con el actual ministro de Cultura.

La mayoría absoluta en el Congreso de los Diputados le ha servido para ignorar durante la legislatura a toda la oposición en bloque y centrarse en el acoso y derribo de su propio partido, al que se enfrentó por haber eliminado el ministerio que, creía él, le correspondía. En la primera rueda de prensa en la que presenta la partida de los Presupuestos Generales del Estado destinada a la Cultura, defiende los recortes del 15% respecto al año anterior y los califica como “responsables”.

En la comparecencia insiste en el hecho de que, a pesar de la dramática reducción aplicada a las cuentas, la prioridad del Ministerio es la de garantizar el acceso a la cultura. Es decir, harán lo que puedan para no cerrar los museos y otras instituciones públicas. Durante sus años al frente, la cultura ha perdido más de 200 millones de euros en las aportaciones públicas.

En esa misma rueda de prensa, a principios de 2012, anuncia su principal proyecto para la legislatura, que también terminará abandonando: salvar a la cultura de los recortes presupuestarios que ellos mismos acaban de aplicar sin miramientos. Habla de un “modelo de transición que acabe con las artes sustentadas por las administraciones públicas”, uno “con mayor implicación de la sociedad civil”. La creación de una nueva Ley de Mecenazgo. Se compromete delante de todos los periodistas a tener el anteproyecto de la norma acabado antes de verano de 2012. Noviembre de 2016, sale de Cultura y sin reforma de la norma. Otro fracaso más a añadir a su currículo.

La batalla de las subvenciones la perdió. La batalla de la fiscalidad, también. Pidió a Montoro mejoras en las deducciones para las producciones cinematográficas del 24% y Montoro anunció que dejaría los tipos donde ya estaban, en el 18%. ¿Para qué querría un productor español o extranjero rodar una superproducción en España si filmándola en otro país europeo le va a salir más barata? Con el IVA cultural el pinchazo ha rozado el ridículo.

Lassalle defendía su canon digital porque era un visionario. En la comisión de cultura en el Congreso, en 2014, advertía al resto de los grupos, en contra, que “hay que legislar con visión de futuro y teniendo en cuenta el cambio tecnológico”. La copia analógica ha dejado de tener sentido para él, porque la propia evolución del consumo tiende a ser progresivamente marginal. La reclamación de las entidades [casi 120 millones de euros por año por compensación por copia privada] no se corresponde con la actualidad”, explicó el secretario de Estado de Cultura para dejar claro que en esto no defendería a su sector.

Para Lassalle, antiguo profesor universitario, lo que cuenta son las licencias, no las copias analógicas y hay que legislar para la explotación de los derechos en la Red: “Operamos profuturo”, adelantó con un término novedoso e inútil. La Unión Europea lo sentenció como ilegal. Aquel día también dijo de su reforma de la LPI que es “tremendamente novedosa”. Hay que reformarla entera.

La última semana en el cargo de José María Lassalle ha sido el resumen perfecto del dislate encadenado, la inactividad y el descontrol de la cartera. Primero, la negligencia mostrada ante el Premio Nacional de Traducción, del que demostraron no conocer las normas del mismo al premiar a una obra en euskera como si fuera una lengua extranjera. La sentencia del Tribunal Supremo le mandó definitivamente al banquillo, con su invento.