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El primer paso para colocarse en la elite de los poderosos es empezar a jugar con ellos desde la casilla de salida.

Rafael Arias-Salgado —recuerden, ministro por partida doble— compartió promoción escolar con Guillermo de la Dehesa (vicepresidente del Banco Santander), Jaime Lamo de Espinosa (marqués, barón y exministro), Juan Abelló (empresario y cazador), Javier Rupérez (diplomático y político a partes iguales) y Rodrigo Uría (abogado de primera línea).

Durante sus años de pantalón corto en el colegio de Nuestra Señora del Pilar de Madrid se cruzaban en el patio con los jóvenes hermanos Solana, Rubalcaba, Fernando Savater y Miguel Ángel Fernández Ordóñez, exgobernador del Banco de España, entre muchos otros nombres que con los años ilustrarían las portadas.

Todos ellos forman parte de la "élite biempensante" del siglo XX, educada detrás de los muros de piedra del prestigioso colegio situado en la calle Castelló del madrileño barrio de Salamanca. Quien describe así a la generación que incluye a presidentes y candidatos a presidente del Gobierno, embajadores y líderes de las mayores compañías españolas es Juan Luis Cebrián, presidente del grupo PRISA. Los conoce bien porque él es uno de ellos.

Como también lo son el expresidente José María Aznar y Juan Villalonga, director de Telefónica desde 1996 a 2000, coincidiendo con la segunda legislatura de su colega de pupitre. Esta dupla de amigos y sin embargo compañeros de altos vuelos paralelos, equivalente a la de Zapatero-Javier de Paz —aunque este último solo llegó a consejero de la compañía de telecomunicaciones cuando su amigo presidía el país— sale a relucir en cada artículo que se acuerda de la escuela marianista de Madrid. Pero no son dos. Son decenas los personajes importantes curtidos en El Pilar. Ningún otro centro de enseñanza reúne tanto poder por metro cuadrado.

En sus años mozos, Jaime Lissavetzky —presidente del Consejo Superior de Deportes durante siete años y candidato derrotado del PSOE a las municipales madrileñas de 2011— hizo sus pinitos sobre las tablas.

Uno de los papeles que, vaya usted a saber por qué, se le quedó grabado en el cajón de la memoria fue ése en el que interpretó a un empresario sin escrúpulos. Por entonces, iba a la clase A y les llamaban «los ángeles». Su mejor amigo era Alfredo Pérez Rubalcaba, delegado de clase y atleta. Ambos formaron parte de la generación del 68 del Pilar junto al poeta Luis Antonio de Villena y al político Mikel Buesa, llegado a Vox desde UPyD al cierre de esta edición.

Dos hermanos socialistas

Años antes habían pasado por el colegio dos hermanos, los Solana, que acabarían desempeñando sendos papeles fundamentales, y casi simultáneos, en la historia del socialismo español. Ambos arrancaron su carrera política como diputados en las primeras elecciones, las de 1977.

Con Felipe González en el poder, su ascenso se empinó: Javier ocupó la casilla del Ministerio de Cultura y Luis, la de la presidencia de Telefónica.

En 1988, Javier saltó a la de Educación y Ciencia y un año después Luis ocupó la de la dirección general de RTVE, en la que se mantuvo hasta 1990, cuando eligió continuar jugando su partida en la empresa privada. Mientras tanto, Javier pasaba a Exteriores y a la secretaría general de la OTAN, la misma organización de la que el PSOE prometió sacarnos en la campaña electoral del 82. Habían pasado 13 años desde las primeras elecciones democráticas.

¿Qué fue de ellos? Luis Solana preside desde 2013 Wayra, una aceleradora de startups de Telefónica. Javier Solana es patrono del Museo del Prado. Ambos se han reconvertido, además, en columnistas con solera.

Las filas populares también se nutrieron de pilaristas como Pío García Escudero, conde y presidente del Senado desde 2011. La familia al completo le esperaba cuando se alistó en el colegio: el retrato de sus dos abuelos colgaba del vestíbulo de la planta superior y las fotos de su padre y sus tíos adornaban los pasillos. En el recreo jugaba con sus primos. Todo quedaba en familia.

Luis Peral, senador y exconsejero madrileño, tuvo cintura suficiente como para ser elegido para el cargo tanto por Esperanza Aguirre como por Alberto Ruiz-Gallardón y aptitudes atléticas para hacerse con la medalla de bronce de los 4 × 100 metros en los campeonatos escolares gracias, en parte, al sprint final del último relevista: Rubalcaba.

Dos directores en prácticas

El ensayo para Cebrián para sus años en PRISA fue la revista Soy Pilarista. Aunque en el patio le llamaban rata literata, él prefería firmar los textos con un pseudónimo mucho más elevado: Napoleón.

Las miras del pequeño Cebrián iban más allá de los cotilleos y las crónicas internas del clásico periódico escolar. Cuando iba a sexto de Bachillerato y era jefe de redacción, decidió entrevistar al presidente Eisenhower y le envió unas preguntas por correo.

La Historia no quiso envolver de épica la batallita del ahora directivo de comunicación y la Casa Blanca respondió con una carta en la que explicaba, con una educación exquisita, que el presidente de Estados Unidos no tenía tiempo para atender asuntos de adolescentes. Pero el joven Cebrián lo había intentado y quería contarlo, orgulloso, en las páginas de la revista. Así que publicó la misiva. La noticia no eran las respuestas del presidente a las preguntas del joven periodista. Era que se había producido alguna respuesta. Algo era algo.

Dos cosas cambiaron por entonces en la ideología de Cebrián. La primera fue su interés juvenil por la carrera sacerdotal. Quería ser cura, pero la visión de las chicas en la Facultad de Filosofía le acabó redirigiendo hacia el periodismo. La segunda fue la ilusión que despertó en él, como en otros muchos, la ascensión de Fidel Castro al poder. Esa admiración se truncó cuando, ante las cámaras de televisión, el cubano propinó un puñetazo al embajador español. Para Cebrián, uno más de aquellos «españoles, hidalgos, valientes» que entona el himno pilarista, eso fue el colmo. Tenía que hacer algo y escribió un editorial «bastante duro», según sus propias palabras.

Directores e intelectuales que pasaron por El Pilar.

Directores e intelectuales que pasaron por El Pilar.

Casi una década antes, el encargado de llevar las riendas de Soy Pilarista fue Luis María Anson (sin acento, como él mismo quiso, para mantener el origen de su apellido francés). El académico que presidió Efe, dirigió ABC y fundó La Razón ha mantenido una relación intensa con el colegio marianista desde que se graduó.

En enero de 1967 contrajo matrimonio en la capilla del centro en una ceremonia a la que asistió buena parte de la nobleza de la época. Entre tanto título nobiliario destacó la presencia de la infanta Margarita, hermana de Juan Carlos de Borbón, que acudió desde el exilio de la familia en Estoril (Portugal). Su padre, Don Juan, apadrinó la ceremonia desde la distancia como reconocimiento a la defensa que Anson, miembro de su consejo privado, había profesado siempre por la recuperación de la monarquía en España de la mano de los Borbones. En concreto de ese Borbón: Don Juan.

Los otros dos Anson

Flashforward. El sábado 14 de mayo de 2011, 43 exalumnos de la promoción de 1951 se reúnen para celebrar su 60 aniversario. No faltó a la cita Anson pero tampoco Antonio Garrigues-Walker, presidente del despacho de abogados más importante de España, de la filial nacional de la firma de relojes Rolex y (aunque suene a fuera de juego) del capítulo español de la ONG Transparencia Internacional.

Pero es en la promoción precedente, la de 1950, en la que se forjó la amistad entre ambas familias. El escritor Francisco Ansón —este sí con tilde y hermano del académico— fue a clase con el hermano del abogado, Joaquín Garrigues-Walker, que fue ministro de Adolfo Suárez y falleció en 1980. «Estudié la carrera de Derecho en su casa. Eran una familia maravillosa», recuerda Francisco sobre los Garrigues-Walker.

Aún falta por aparecer un Ansón en el Pilar, Rafael, que se graduó en 1952 y presidió RTVE entre 1976 y el 1977. Ahora es presidente de la Real Academia de Gastronomía, está muy vinculado al centro como su hermano Luis María y es un anfitrión generoso: pagó la ronda de la celebración de las bodas de diamante de su promoción en 2013.

Cebrián y Anson no son los únicos directores de periódico forjados en El Pilar. Juan Ignacio Luca de Tena, hijo del fundador de ABC, fue el primer presidente de la Asociación de Antiguos Alumnos del colegio. Torcuato, su hijo, siguió la tradición familiar: fue al Pilar, dirigió ABC y heredó el marquesado.

Y TÚ, ¿DE QUIÉN ERES?

Los códigos del poder, en ocasiones, son tan estrictos y reconocibles como los del western. No hay nada que marque tanto el camino que recorre cada una de las aventuras en el salvaje oeste cinematográfico como el paisaje: piensen diez títulos de películas y cuenten cuántos accidentes geográficos han nombrado. Así se forjan sus mitos, a golpe de cactus y desierto. Lo que marca las cicatrices de cada personaje es de dónde viene porque no es lo mismo haberse curtido en la polvorienta Dodge City que tener las uñas limpias y arregladas de un ciudadano de la brillante San Francisco. Ese origen marca hasta su nombre. En Río Bravo, el joven y entusiasmado pupilo de John Wayne es Colorado. Ni nombre ni apellido a la vista. Sólo Colorado. «El origen geográfico de un personaje casi siempre es lo que lo constituye. Con el nombre no basta, es preciso decir de dónde viene y sólo entonces será reconocido.» O dónde estudió.

Eva Belmonte es periodista y autora del libro 'Españopoly' (Planeta, 2015). Aquí puedes comprar el libro y aquí puedes consultar su página web.

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