Saúl Martínez-Horta, neuropsicólogo.

Saúl Martínez-Horta, neuropsicólogo.

Salud

Saúl Martínez-Horta, neuropsicólogo: "La felicidad es saber que todo está ordenado y no tener miedo a lo que suceda"

"Nuestra especie nunca ha vivido tan bien" / "El cerebro está diseñado para sobrevivir, no para ser felices" / "Debemos tomar conciencia como seres humanos de que nuestra biología es frágil" / "Los pacientes [con neurodegeneración] no pierden su identidad, pero su cerebro está desordenado

Más información: Paso de gigante para la cura del alzheimer y el párkinson: desentrañan el mapa proteico de la neurodegeneración

Publicada

Las claves

El neuropsicólogo Saúl Martínez-Horta afirma que recibir un diagnóstico de alzhéimer o párkinson puede aportar alivio y comprensión, además del impacto inicial.

Destaca la importancia de cuidar la salud cardiovascular, mantenerse activo física y socialmente, y estimular el cerebro para retrasar la aparición de enfermedades neurodegenerativas.

Martínez-Horta subraya que la genética y los factores ambientales influyen en el desarrollo y evolución de estas patologías, y que la información puede ser terapéutica y útil para tomar decisiones.

Considera que la felicidad es el resultado de sentir que todo está ordenado, sin miedo al futuro, y que debe normalizarse la expresión de emociones negativas como parte de la vida.

Cuando alguien recibe un diagnóstico de alzheimer o de párkinson, le cae como un jarro de agua fría. Da miedo pensar en que puede llegar un día en el que nos olvidemos de cómo se llama nuestra pareja o nuestro hijo, de cuál es nuestro libro favorito o, incluso, de dónde está nuestra casa, entre otras muchas cosas.

Sin embargo, tras esa noticia también puede haber alivio, como el de poder comprender qué está ocurriendo y saber qué va a pasar a partir de ese momento. Así lo explica Saúl Martínez-Horta (Barcelona, 44 años), neuropsicólogo del Hospital de la Santa Creu i Sant Pau, en la capital catalana.

El especialista acaba de publicar su tercer libro, El cielo que perdió sus estrellas (Geoplaneta, 2025), y en él ahonda en todo este mundo. Hace un recorrido por las enfermedades neurodegenerativas para explicar qué le ocurre al cerebro en cada una de ellas, qué falla o qué deja de funcionar.

Parte de los procesos neurodegenerativos se deben a factores genéticos. ¿Qué puede hacer una persona que sepa que tiene esta predisposición para retrasar todo lo posible su aparición?

Es muy importante cuidar la salud cardiovascular, que tiene un impacto inmenso en la cerebral. Además, mantener un estilo de vida lo más activo posible, no solo en cuanto al ejercicio, sino a las relaciones sociales y la estimulación cognitiva. Todo esto también contribuye mucho.

En realidad no deberíamos esperar a saber si tenemos o no riesgo genético de desarrollar una patología de este tipo, ni ninguna. Cuando recibimos un diagnóstico, obviamente, suele surgir esa necesidad de intentar mejorar, pero quizás lo que tendríamos que hacer es hacerlo desde antes.

Creo que es mucho más coherente tomar conciencia como seres humanos de que nuestra biología es frágil y de que, inevitablemente, algo nos va a suceder en el futuro.

Además de estos factores genéticos, hay otros (ambientales, la edad…) ¿Qué es lo que tiene más peso a la hora de desarrollar una enfermedad neurodegenerativa?

Es algo muy difícil de determinar. Hay ciertos escenarios, aunque no son los más habituales, donde la genética es un factor determinante y directo para desarrollar la enfermedad.

Sin embargo, incluso en estos escenarios donde todo está establecido genéticamente, la forma que adquiere la enfermedad, cómo se comporta, cómo evoluciona, es indisociable de los factores ambientales y de otros mecanismos.

Una mutación puede provocar la enfermedad, pero los demás elementos determinan la forma final y cómo de rápido evoluciona la enfermedad.

En el libro habla de su consulta y cuenta varios casos en los que diagnostica un proceso neurodegenerativo como el alzheimer y el párkinson ¿Cree que su trabajo consiste, al menos en parte, en dar malas noticias?

Sí. Inevitablemente, al dedicarse a esto, una parte muy importante del trabajo es informar de cosas que no nos apetecen. Son muy malas noticias y al principio de mi carrera pensaba que mi trabajo destruía en pocos segundos la vida de una persona, de una familia.

Luego vi que, independientemente de la mala noticia, la información puede usarse en positivo. Ahí te das cuenta de que nuestra manera de comunicar, cómo trasladamos todo ese mensaje, es fundamental.

¿Cómo puede usarse de forma positiva un diagnóstico así?

Tener un lugar desde donde tú o tu entorno pueda comprender qué significa esto, por qué están sucediendo determinadas cosas, es fundamental. Eso lo vemos mucho en la consulta. Cuando diagnosticamos un proceso, cuando damos respuestas, esto en sí mismo es muy terapéutico.

Luego está la parte, una vez recibida la información, de preguntarse qué podemos hacer con ella. Ya no pueden evitar que las cosas vayan a suceder de una determinada manera y se preguntan qué hacer con todo eso.

Algunos decidirán hacer cosas que no tenía previstas. Otros, quizá tomen ciertas decisiones de una manera distinta o tengan que organizar u ordenar cosas relativas a su futuro que nunca se habían planteado… Eso es darle una utilidad, usarlo de forma positiva.

Es común la frase de que una persona con una enfermedad neurodegenerativa deja de ser ella misma. ¿Es cierto que pierden su identidad?

Depende mucho de cómo conceptualicemos qué es ser en sí mismo. Somos el producto de una historia que hemos ido incorporando como parte de nuestra identidad, de unos recuerdos, de un conocimiento del mundo, de una forma de comportarnos, de una personalidad, una manera de hablar.

Las enfermedades neurodegenerativas según qué sistemas cerebrales descompongan pueden tener una capacidad muy grande para eliminar cosas muy definitorias del individuo, como su personalidad.

Lo que no es cierto es que desaparezca todo. Incluso cuando el deterioro ya es muy extenso, hay aspectos muy íntimos del individuo que pueden seguir existiendo. Lo que pasa es que todo se desorganiza, se desordena de una manera tan profunda que el individuo se vuelve, en algún momento, alguien irreconocible.

En el libro reflexiona sobre que necesitamos que nos recuerden que la vida es finita, con un escenario terrible a corto o medio plazo, para darnos cuenta de que no estamos viviendo la vida que queremos y actuar sobre ella. ¿Es el miedo el mayor motor de cambio?

Yo creo que el verdadero motor de cambio es la información. La mayoría de casos que conozco en los que se ha producido un gran cambio en la vida ha sido por eso. El miedo, a lo largo de nuestra vida, es un elemento que nos hace negar la realidad y lo bloquea precisamente esa transformación.

También habla sobre la resiliencia del cerebro y su capacidad para ir supliendo los primeros síntomas de estas enfermedades ¿Está mejor diseñado para sobrevivir que para ser feliz?

El cerebro no está diseñado para nada, pero las consecuencias de la evolución sobre él nos permiten hacer muchas cosas. Ahora, si hay algún objetivo de la evolución es que sobrevivamos, no que seamos felices.

Eso nos permite hacer muchas cosas, entre ellas, plantearnos la felicidad de una forma consciente y controlada, pero no es el objetivo del cerebro.

¿Cómo describe usted la felicidad?

Es una consecuencia de una serie de factores que se dan cuando no anticipamos sufrimiento, cuando no hay problemas que gobiernen nuestro presente. Saber que en todo está ordenado, todo está tranquilo, no hay ansiedad, no hay ningún miedo a lo que vaya a suceder. Esto nos mantiene en un estado de bienestar que, para mí, define lo que es ser felices.

¿Cómo encaja esto en el momento actual, en el que parece que hay que ser feliz sí o sí?

Hay que reconocer que nuestra especie nunca ha vivido tan bien. Sin embargo, el problema es, precisamente eso, si se convierte en obsesión. Entonces, por supuesto, se aleja, porque lo que eso genera malestar y contribuye de algún modo a la infelicidad.

Creo que nadie necesita que le expliquen que es ideal conseguir algo parecido a la felicidad. Es muy ingenuo pretender que cualquier ser vivo no busca un estado, digámoslo, biológico y psicológico equiparable de algún modo a esto que llamamos felicidad.

Lo que pasa es que yo creo que el gravísimo error está en no normalizar el hecho de que expresar emociones negativas y sentirnos mal forman parte de nuestra naturaleza y de la propia felicidad.