Montoya se abre la camisa cuando se entera en 'La isla de las tentaciones' de que su novia le ha sido infiel.

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Salud

La psicología confirma que hay dos formas de sentir celos de tu pareja: "Definen la personalidad más masculina o más femenina"

Una investigación con 4.500 personas revela que aspectos como la orientación sexual y los rasgos de personalidad son el verdadero motor de los celos.

Más información: Lara Ferreiro, psicóloga experta en infidelidades: "Las mujeres nos enganchamos a las parejas tóxicas por nuestro cerebro"

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Las claves

Una investigación revela que los celos en las parejas no dependen tanto del género, sino de la orientación sexual y los rasgos de personalidad.

Los hombres muy heterosexuales tienden a experimentar celos sexuales, mientras que los hombres homosexuales, bisexuales y todas las mujeres se sienten más amenazados por la infidelidad emocional.

Los celos pueden ser normales o patológicos; en el segundo caso, se convierten en un ciclo de inseguridad y control que erosiona la relación.

Gestionar los celos implica reconocer la emoción, comunicarla adecuadamente y mantener la autonomía personal para evitar la dependencia emocional.

Casi uno de cada tres españoles reconoce haber sido infiel alguna vez, según algunas encuestas sobre relaciones de pareja. Y aunque el deseo o la traición física siguen siendo los grandes detonantes, los expertos coinciden: el miedo a perder la conexión emocional pesa cada vez más. La ciencia empieza a explicar por qué.

Durante décadas, la psicología evolutiva sostuvo una idea aparentemente sólida: los hombres temen más el engaño sexual —por el riesgo de criar a un hijo ajeno—, mientras que las mujeres sufren ante la infidelidad emocional, por miedo a perder la protección del compañero. Pero una nueva evidencia ha puesto en duda esa frontera biológica.

Una investigación publicada en la revista Archives of Sexual Behavior, liderada por la Universidad Noruega de Ciencia y Tecnología y Kansas State University, analizó a 4.500 personas y reveló que los celos no se explican tanto por el género como por la orientación sexual y los rasgos de personalidad.

El hallazgo rompe el patrón clásico: solo los hombres muy heterosexuales mostraron los típicos celos sexuales, centrados en el acto físico. En cambio, los hombres homosexuales y bisexuales, así como todas las mujeres —independientemente de su orientación—, se sintieron más amenazados por la infidelidad emocional: el miedo a que su pareja se enamorara de otra persona.

"Solo los hombres con un alto grado de heterosexualidad exhiben la reacción típicamente masculina", explica el profesor Leif Edvard Ottesen Kennair. El resto reacciona de forma distinta porque el riesgo biológico —la duda sobre la paternidad— desaparece, dando paso a un temor más universal: perder el vínculo afectivo.

La investigación señala que los celos son "fácilmente feminizados". Cuanto más empatía y sensibilidad muestra una persona, más probable es que su miedo se oriente hacia la traición afectiva y no hacia la sexual. "La mayoría de los seres humanos somos quimeras; no somos estrictamente una cosa o la otra", resume Kennair.

Por tanto, cada individuo, concluyen los investigadores, combina rasgos masculinos y femeninos en distinta medida, y ese equilibrio define qué tipo de traición le duele más: la del cuerpo o la del corazón.

Celos y control

Los celos pueden ser una alarma natural ante la pérdida del vínculo, pero cuando se intensifican sin motivo real dejan de proteger y empiezan a destruir. En ese punto ya no hablamos de una emoción, sino de una obsesión que se disfraza de amor.

Los especialistas advierten que el miedo constante a la infidelidad puede derivar en conductas de control: revisar el móvil, rastrear redes sociales o interrogar a la pareja. En el fondo, el problema no es la sospecha, sino la imposibilidad de tolerar la incertidumbre. El control se convierte en un intento fallido de calmar el miedo.

Ese miedo no tiene tanto que ver con la pareja como con la propia inseguridad. La celopatía —los celos patológicos— aparece cuando la relación se vuelve el centro de la identidad: cuando perder al otro equivale a perderse a uno mismo.

La dependencia emocional actúa como combustible. Quien no se siente completo fuera de la pareja tiende a confundir amor con posesión y cuidado con vigilancia. El resultado es una relación marcada por la ansiedad y el control, donde la confianza se mide en concesiones.

La psicología clínica distingue entre celos normales y patológicos. Los primeros son manejables; los segundos se transforman en un ciclo de inseguridad, baja autoestima y pensamientos como "sin ti no soy nadie". Muchos expertos señalan que este patrón puede aparecer desde las primeras relaciones, disfrazado de amor romántico.

Los profesionales especializados en violencia relacional recuerdan que controlar la ropa, los horarios o las amistades —aunque se presente como protección— constituye una invasión emocional. No es amor ni preocupación: es poder disfrazado de afecto, y siempre erosiona la libertad y la autoestima del otro.

Gestionar los celos

Gestionar los celos no significa eliminarlos, sino aprender a entenderlos. Los psicólogos coinciden en que esta emoción puede regularse si se identifica su origen. En la mayoría de los casos, el problema no está en la pareja, sino en la inseguridad personal que despierta la sensación de perder el control.

El primer paso es reconocer la emoción antes de actuar. Cuando aparece la punzada del miedo, conviene detenerse y observar la reacción. Esa pausa —que puede ser apenas unos segundos— transforma la sospecha en comunicación y evita que la desconfianza se convierta en un ataque.

La forma de expresarlo también importa. Hablar desde la propia vivencia, sin culpar, ayuda a mantener el diálogo abierto. Decir "me siento inseguro cuando…" en lugar de "tú haces que me sienta así" convierte el reproche en una oportunidad para reforzar la confianza y construir empatía.

El segundo paso es recuperar la autonomía. Una vida equilibrada no puede girar solo en torno a la pareja. Mantener amistades, proyectos y espacios propios reduce la dependencia emocional y evita que el amor se confunda con necesidad. La independencia, recuerdan los expertos, es la base de una relación sana.

Y si los celos causan sufrimiento o impulsan conductas de control, el apoyo profesional se vuelve esencial. La terapia ayuda a identificar los pensamientos que alimentan la desconfianza y a sustituir el miedo por seguridad emocional. No se trata de dejar de sentir, sino de aprender a sentir sin dañar.

Al final, los celos no distinguen entre hombres y mujeres. Son una emoción tan humana como ambigua, moldeada por el equilibrio entre rasgos más masculinos o más femeninos. Reconocerlos sin vergüenza ni dramatismo es el primer paso para que el amor deje de confundirse con posesión.