Emma Dimery, superviviente de cáncer de colon.

Emma Dimery, superviviente de cáncer de colon.

Salud

Me diagnosticaron cáncer de colon terminal a los 23 años: estos son los síntomas en España que no deberías ignorar

La joven ha conseguido sobrevivir a este tumor de mal pronóstico gracias a la inmunoterapia, pero el cáncer en jóvenes aumenta cada año.

Más información: Cuando el diagnóstico de cáncer llega antes de los 30: "En lo primero que pensé fue en mis padres"

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El cáncer colorrectal es ya el tumor más diagnosticado en España, con más de 42.000 nuevos casos anuales, y representa cerca del 15% del total de diagnósticos oncológicos. Aunque históricamente ha afectado sobre todo a mayores de 70 años, los expertos alertan de un repunte preocupante entre menores de 50. La detección precoz es crucial: si se identifica en fases iniciales, la supervivencia supera el 90%, pero cae al 10% en etapas avanzadas. Por ello, se insiste en la importancia del cribado, la vigilancia de síntomas como sangre en las heces o fatiga persistente, y la adopción de hábitos de vida saludables.

Cuando Emma Dimery escuchó las palabras "cáncer de colon terminal", tenía 23 años, una carrera artística por delante y toda la vida por vivir. Lo que comenzó como una simple revisión médica anual se convirtió en un punto de inflexión devastador. En su caso, los síntomas a los que tuvo que prestar atención fueron cansancio, calambres y anemia.

Su diagnóstico no solo fue demoledor por su gravedad —un estadio IV, con metástasis—, sino también por la violencia emocional de saber que sus planes, sus sueños y su cotidianidad quedarían aplastados por una enfermedad que, según los médicos, le dejaba pocas probabilidades de alcanzar la treintena. "No me impactó tanto el diagnóstico como el pensar que ya no podría tener una vida 'normal': salir, trabajar, tener citas", relató años después. Ese desconcierto inicial, en el que lo trivial parece más urgente que lo vital, es una reacción humana comprensible ante lo inconcebible.

Su historia, sin embargo, no es solo un retrato de la dureza de enfrentarse a un cáncer tan agresivo a una edad en la que apenas se han desplegado las alas, sino también un ejemplo luminoso de cómo la investigación médica, la tecnología genética y el apoyo afectivo pueden obrar auténticos milagros. Porque, contra todo pronóstico, Emma sobrevivió. No solo eso: doce años después de aquella noticia devastadora, vive sin rastro del tumor, trabaja como ilustradora, está casada y ha hecho de su experiencia una plataforma para concienciar a otros sobre un tipo de cáncer que no deja de crecer entre los menores de 50 años.

Los primeros síntomas que experimentó —fatiga persistente, calambres abdominales y una sensación generalizada de agotamiento— fueron minimizados, tanto por ella como por los profesionales médicos. A fin de cuentas, era una joven activa, acababa de terminar la universidad y, como tantas otras personas de su edad, pensó que su malestar era consecuencia de "vivir al límite". Pero durante una revisión rutinaria, una simple analítica de sangre reveló un nivel alarmantemente bajo de glóbulos rojos. Aquella señal, silenciosa pero reveladora, llevó a una colonoscopia de urgencia. El resultado fue devastador: dos tumores, uno del tamaño de una pelota de softball y otro como una de golf, ya extendidos en la zona intestinal.

Camino a la curación

A partir de ese momento, Emma comenzó un recorrido médico arduo: una cirugía inicial para extirpar parte del colon, seguida de ciclos agotadores de quimioterapia y radioterapia, con apenas pausas para recuperar fuerzas. A pesar de esos esfuerzos, la enfermedad siguió avanzando. En 2016, el cáncer alcanzó su sistema reproductivo, lo que obligó a realizarle una histerectomía parcial, una decisión desgarradora para una mujer joven que aún no había tenido hijos ni tomado decisiones sobre su futuro familiar. En paralelo, la medicina tradicional parecía llegar a sus límites, y la esperanza empezaba a desvanecerse.

Sin embargo, en ese punto crítico, la ciencia propuso una alternativa inesperada. Emma fue incluida en un ensayo clínico pionero desarrollado por Emil Lou en la Universidad de Minnesota. El enfoque era revolucionario: en lugar de atacar el tumor con quimioterapia convencional, los investigadores utilizaron ingeniería genética para modificar células inmunitarias extraídas de la propia paciente, entrenándolas para detectar y eliminar las células cancerosas con mayor eficacia. Tras reintroducir esas células modificadas en su cuerpo, los efectos fueron casi inmediatos. En apenas dos meses, Emma fue declarada libre de cáncer. Su caso fue calificado como "extraordinario" por el equipo médico, que observó también respuestas positivas —aunque no tan radicales— en otros participantes del estudio.

Esta innovadora técnica se inscribe en el auge de las inmunoterapias personalizadas, que han transformado el abordaje de tumores como el melanoma, el cáncer de pulmón y el colorrectal. Estudios recientes publicados en Nature Medicine respaldan estas terapias con evidencia sólida: pacientes con tumores refractarios a tratamientos tradicionales han logrado detener la progresión del cáncer e incluso alcanzar remisiones completas gracias a esta tecnología. No obstante, aún se trata de procedimientos complejos, costosos y de disponibilidad limitada, lo que subraya la necesidad de seguir invirtiendo en su desarrollo.

La historia de Emma no solo es un relato médico, sino también profundamente humano. Durante su tratamiento, el apoyo emocional fue crucial. Su madre, su hermana y, posteriormente, su pareja —a quien conoció en medio del caos de las terapias— conformaron el equipo que ella bautizó con ternura como "Team Weston". Este grupo no solo la sostuvo emocionalmente, sino que le ayudó a redefinir su propósito: vivir no como una superviviente pasiva, sino como una mujer consciente de su cuerpo, de su comunidad y del valor de compartir su experiencia para salvar otras vidas.

Cambio de dieta radicalmente

Uno de los aspectos que más ha transformado desde entonces es su estilo de vida. Emma ha eliminado la carne roja y los alimentos ultraprocesados de su dieta, en línea con la evidencia científica que los vincula a un mayor riesgo de cáncer colorrectal. Más allá de la alimentación, Emma también ha modificado su mentalidad. En sus propias palabras, la experiencia le enseñó a "valorar los días buenos", a no dar por sentado lo que muchos consideran básico, como la energía para levantarse, el apetito o simplemente la calma.

En un contexto preocupante, donde el cáncer de colon en adultos jóvenes se ha disparado en las últimas décadas, su testimonio cobra aún más relevancia. Según datos del National Cancer Institute, entre 1990 y 2019 los casos diagnosticados antes de los 50 años aumentaron un 79%; y lo más alarmante: en muchos de estos casos, los síntomas son tan inespecíficos o malinterpretados que el diagnóstico llega cuando el cáncer ya se ha diseminado. La tasa de supervivencia a cinco años es del 64% si se detecta a tiempo, pero cae al 13% en estadios avanzados.

Por eso, Emma hace un llamamiento firme a la conciencia y la prevención. Recomienda a todos, especialmente a los menores de 40 años, conocer su historia familiar, realizarse análisis preventivos y no desestimar síntomas como sangrados, dolores abdominales persistentes o cambios en los hábitos intestinales. "El cuerpo habla. A veces en voz baja, pero si lo ignoras, grita. Yo no lo escuché a tiempo. Tuve suerte, pero otros no la tienen. La prevención salva vidas", concluye.