
Andrés Lozano dirige el departamento de Neurocirugía en la Universidad de Toronto.
Andrés Lozano, neurocirujano español más citado del mundo: "Las máquinas y el cerebro se unirán, no habrá diferencia"
"El nivel de España en ciencia es muy alto" / "Llevo en este campo desde hace más de 30 años y aún quedan muchas incógnitas por descubrir" / "Los descubrimientos más importantes en la ciencia son casi siempre por error" / "Si a uno le gusta, el trabajo no es trabajo, es una pasión
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El neurocirujano Andrés Lozano (Sevilla, 1959) se marchó, apenas cumplido los tres años, del sevillano barrio de Triana para poner rumbo a las gélidas tierras de Canadá. "No fue una decisión mía", defiende en un casi perfecto español. Fue su tío, el más mayor, el que emigró primero para más tarde traer a sus siete hermanos consigo. Quizás fue de él de quien heredó la capacidad para ser tan decidido. Aunque, en su caso, no fue un país, sino un órgano; en concreto, el cerebro.
Con 13 años, ya tenía claro que quería estudiar el cerebro, ese órgano que sigue siendo el gran desconocido para la ciencia. El propio Lozano, que lleva más de 30 años dedicándole "muchas horas y mucho trabajo", reconoce que "aún quedan muchas incógnitas". Aunque en este tiempo también se han dado hallazgos importantes, entre los cuales se encuentra precisamente el de este investigador de la Universidad de Toronto.
Era 2008, y Lozano se disponía, junto con su equipo del Toronto Western Hospital, a operar a una persona con obesidad aplicando la entonces técnica experimental de la estimulación cerebral profunda. El objetivo era reducir el apetito. Pero no lo consiguieron. El paciente sí que recordó un suceso que había vivido 30 años antes, puesto que su capacidad de aprendizaje, que estaba deteriorada, se había incrementado. "Los descubrimientos más importantes en la ciencia son casi siempre por error", apunta el neurocirujano español más citado del mundo.
Ahora, atiende por videollamada a EL ESPAÑOL tras haber participado en un reciente estudio que ha demostrado que los trasplantes de células madre pueden convertirse en un prometedor tratamiento para los pacientes con párkinson. Confiesa, eso sí, que aún es pronto como para hablar de beneficio clínico (los investigadores están a la espera de comenzar la fase III). Lozano no parece que vaya a cejar en su empeño. Por algo le llaman "el neurocirujano de los casos desesperados": "Acuden a mí cuando han probado todo y no tienen más opciones".
¿En qué momento decide dedicar su carrera a un órgano que sigue siendo el gran desconocido?
Con 13 años. A esa edad decidí que quería estudiar el cerebro. Fue por la curiosidad, por explorar lo desconocido y también, claro, por conocer cómo funciona el cerebro.
¿Por qué ese interés a tan temprana edad?
En Canadá, había un neurocirujano muy famoso, Wilder Penfield, que tenía un programa de televisión en el que operaba a pacientes con epilepsia. También les estimulaba el cerebro; y cuando lo hacía, les generaba recuerdos de momentos que habían vivido pero de los que no se acordaban. Me pareció fascinante no sólo cómo funciona el cerebro, sino que tuviera grabados todas las vivencias y que estimulándolo se pudieran recuperar. Aunque a día de hoy es un problema que no está resuelto el poder extraer todas las memorias del cerebro.
¿Llegará un momento en el que podamos hacerlo?
Yo estoy trabajando con la empresa Neuralink recogiendo la actividad de las neuronas del cerebro para poder decodificar esas señales y saber lo que el cerebro está pensando. Podemos leer el cerebro y lo próximo será 'escribir' en él, dándole nueva información.
Hay un proyecto, por ejemplo, con personas ciegas porque aunque tienen un daño en los ojos, la corteza cerebral para la visión no está dañada. Entonces quizás se les pueda poner una cámara con electrodos directamente en el cerebro para que puedan restablecer la visión.
Es un ejemplo de cómo se pueden 'escribir' datos en el cerebro. Y es probable que lo primero sea esto, corregir problemas de visión y de audición, pero lo siguiente será introducir recuerdos, sean reales o no.
¿Introducir en el cerebro de una persona recuerdos que no ha vivido nunca?
Sí, es como si el cerebro fuera un disco duro y pudieras descargar y subir información. Por eso decimos que las máquinas y el cerebro se van a unir. No va a haber diferencia entre un ordenador y un cerebro. El cerebro va a poder hablar con el ordenador, y viceversa. Poniendo un pendrive en el cerebro podremos recoger datos de él e introducir datos nuevos también, independientemente de que sean reales o no.
¿Se aventura a dar una fecha?
Se estima de aquí a 20 años.
¿Ha pensado en los conflictos éticos que puede tener esto?
Sí, tiene conflictos éticos bastante importantes. Las personas podrían ser más inteligentes, al aumentarles la memoria. Se podrían hacer muchas cosas. La pregunta no es sólo si se debe hacer, sino quién va a tener acceso a esta información. Además, es un proceso que va a costar mucho dinero. ¿Quién lo va a pagar? ¿Queremos ir hacer una sociedad mejorada?
Es como con la cirugía estética. Aunque en este caso la neurocirugía estética consistirá en aumentar ciertos caracteres del cerebro, como la capacidad de memorizar. Eso en el futuro se va a poder hacer. La pregunta también es quién va a regular todo esto. Hay muchos problemas éticos.

Andrés Lozano durante una conferencia impartida en España el pasado año.
¿Usted se sometería a una intervención de este tipo?
De momento, no (se ríe). No obstante, lo primero va a ser poder corregir una dificultad a alguien y que se recupere de tal forma que pueda funcionar de una mejor manera. Distinto es coger a alguien normal y que sea superdotado. Eso no es lo que interesa, aunque se podrá hacer y plantea otro problema ético.
¿Cómo ha cambiado su visión del cerebro desde que se interesó por él a los 13 años?
Creo que en los problemas fundamentales, como qué es la conciencia, cuál es la base de la memoria o cómo el cerebro almacena las memorias, hemos dado algún paso, pero no tantos. Llevo en este campo desde hace más de 30 años y aún quedan muchas incógnitas por descubrir.
¿Cuál es la que más interés le suscita?
Pues problemas como qué es la conciencia, cómo está codificado el cerebro o cómo se pueden acceder a los recuerdos que se almacenan en él. No sabemos mucho de todo eso. Y en el futuro si conocemos esto quiere decir que podemos introducir y sacar recuerdos del cerebro. Pero hay mucho por hacer, y por eso el porvenir es tan interesante.
¿Le produce cierta rabia que a una de las técnicas por las que más ha sido reconocido en su carrera llegase por error?
No, es que los descubrimientos más importantes en la ciencia son casi siempre por error o por coincidencia. Cuando ves algo que no te esperabas quiere decir que es significativo. Me encanta cuando vemos cosas que no eran las que esperábamos porque significa que hemos descubierto algo importante. Lo mismo le pasó a Cristóbal Colón cuando descubrió América sin esperarlo.
En PubMed aparece como autor en casi 800 publicaciones. ¿Es de los que no descansa nunca su cerebro?
Bueno, es un trabajo en equipo, con cerca de 30 científicos. Sí que es cierto que siempre estoy pensando en cosas nuevas que hacer. Pero es lo que hace que la vida sea interesante. Yo disfruto todos los días que trabajo, porque es la pasión que tengo.
¿Ha tenido que sacrificar algo para llegar a ser el neurocirujano más citado del mundo?
Creo que no. Se puede hacer, dentro de una vida normal. Hay que trabajar, eso sí. Pero si a uno le gusta, el trabajo no es trabajo, es una pasión. Es posible hacerlo sin hacer gran sacrificio. Hay muchas horas y mucho trabajo, pero es la vida que uno escoge.
¿Por qué le llaman "el neurocirujano de los casos desesperados"?
Los pacientes, por lo general, acuden a mí cuando han probado todo y no tienen más opciones. Hemos operado a jóvenes con distonía, una enfermedad por la que el cuerpo está torcido y en la que no se sabía qué hacer en estos casos, y hemos descubierto que hay sitios del cerebro que se pueden estimular y producir un beneficio.
También hemos operado a personas con depresión, párkinson, con epilepsia o Trastorno Obsesivo Compulsivo (TOC). Son pacientes que han probado todo y en los que el último recurso es la neurocirugía. Aun así, hay veces en las que no sabemos hacia qué parte del cerebro dirigirnos. Algunas veces acertamos y en otros, no.
Recientemente, ha participado en un estudio esperanzador para los pacientes con párkinson. ¿Es posible que el trasplante de células madre se convierta en un tratamiento eficaz para esta enfermedad?
Aún es pronto como para saberlo. Es de fase I, por lo que sólo hemos comprobado si la técnica era segura. Tendremos que hacer estudios más avanzados. Ahora, de hecho, ya estamos trabajando en el estudio a doble ciego. Una vez que lo tengamos terminado, podremos ver si verdaderamente las células presentan un beneficio clínico.
¿Cree que podría llegar a tener más beneficio que los tratamientos actuales?
Es una estrategia diferente. En la enfermedad de Parkinson sabemos que las células dopaminérgicas se mueren. Por ello con esta técnica de neurorestauración lo que intentamos es reemplazar esas células que se han muerto. Cuando hacemos estimulación cerebral profunda, por ejemplo, estamos modulando la actividad del cerebro entero, y el efecto es inmediato. En el caso de los trasplantes, las células tardan en crecer.
¿Y podría ser útil para otras enfermedades?
Sí. Cualquier enfermedad donde se pierdan las células en el cerebro se pueden reemplazar: enfermedad de Huntington, ELA, quizás alzhéimer… Aunque todavía no sabemos si las células se pueden integrar en los circuitos del cerebro.
¿Es de los científicos que confía en lograr una cura para el alzhéimer en un futuro cercano?
No, creo que en el futuro cercano no se va a conseguir. Van a pasar muchos años hasta que se logre. Hay pocas curas en el cerebro hasta ahora porque una vez que está dañado, no se puede reemplazar. Puede que la haya, pero no lo veo en los próximos 10 ó 20 años. Habrá métodos para mejorar la enfermedad, eso sí.
¿Cómo valora el nivel de la investigación que se hace en España?
Es muy alto. Suelo acudir con frecuencia, además de que procuro que científicos y neurocirujanos españoles vengan a Toronto uno o dos años para hacer un intercambio. Esto ayuda mucho a crear puentes entre Canadá y España. Aunque hay muchas cosas por hacer.
El Gobierno de España ha anunciado recientemente una partida de 45 millones de euros para atraer a investigadores de prestigio internacional. ¿Cree que es un país atractivo para la élite científica internacional?
Sí, creo que sí. La calidad de vida en España es magnífica y la gente también es muy buena. Aunque quizás habría que pensar en la cuestión del idioma. En la ciencia, el idioma por excelencia es el inglés. Es difícil para investigadores que sean de otros países que vayan a España si no hablan español. En Alemania o Francia tienen laboratorios que están funcionando en inglés. Se han dado cuenta de que es una forma para atraer talento científico.
¿Le preocupa cómo está tratando el Gobierno de Estados Unidos a sus colegas científicos?
Sí, nos preocupa porque va a tener un impacto global. Pero no todo es malo. Surge una oportunidad para que el resto de países podamos colaborar entre nosotros, comprobar cómo podemos funcionar cuando las reglas del juego han cambiado.
¿Cree que en la política hay cerebros que 'cerebros' que son menos inteligentes?
La inteligencia es un proceso estable, no ha cambiado desde hace miles de años. Es verdad que ahora vivimos más tiempo y con la edad se pierden capacidades. Cuando tienes 25 años, estás en tu mejor momento. Si todos tuviéramos esa edad, seríamos más inteligentes. Pero a medida que se envejece, también se adquiere una mayor sabiduría.
¿Sigue regresando a España, pese a que se marchó a Canadá cuando sólo tenía tres años?
Sí, intento ir tres o cuatro veces al año.
¿Qué es lo que más echa de menos cuando regresa a Toronto?
La playa, la cultura, la comida, la historia… Y el clima. Aquí el invierno es muy duro.
Le debe ser complicado entonces regresar.
Bueno, es un buen sitio para trabajar, aunque haga frío.