Salud

Hasta un 50% de los TAC craneales son innecesarios: "Nadie hace caso a las guías médicas"

Los radiólogos están peleando para acordar unos criterios de derivación de los pacientes y no abrumarlos con un exceso de pruebas de baja relevancia.

22 enero, 2024 01:57

"¿Hay algún caso en particular con el que dijeran 'basta ya', hay que hacer algo para frenar esto?", pregunta el periodista. "¡Todos los días!", responde José María García Santos, jefe del servicio de Radiología del Hospital Morales Meseguer de Murcia. "¡Y varias veces!"

Tras pensarlo un poco, su compañera de departamento, Juana Plasencia, apunta a los desmayos. "Cuando alguien se cae al suelo es muy aparatoso, lo primero que quieren saber es que no tenga nada en la cabeza cuando, probablemente, [el problema] no venga de la cabeza sino del corazón. Yo no he visto un problema neurológico nunca en estos casos, pero a cada paciente que viene así se le pide un TC de cráneo".

TC son las siglas de tomografía computarizada, una prueba diagnóstica que cada vez se realiza más. El problema es que un tercio de las veces, la prueba es innecesaria. Cuando se trata de TC craneales pedidos desde urgencias, esa proporción aumenta hasta llegar a la mitad de las veces.

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La cuestión es que no es una prueba inocua. "Si tienes entre 35 y 40 años y te han hecho ya cuatro escáneres de cráneo, te han hecho muchos", apunta García Santos. Cada prueba genera una mínima cantidad de radiación que, por sí misma, sería inocua, pero cuya acumulación puede aumentar el riesgo de cáncer.

Aunque no maneja unos porcentajes concretos de cuánto aumenta ese riesgo, destaca que "es acumulativo. Si tienes 80 años y te haces uno, la probabilidad es poca, Si te haces el primero con 20, va aumentando".

Plasencia y García Santos han plasmado sus preocupaciones en un artículo publicado en la revista European Radiology. "Mes a mes van aumentando progresivamente la cantidad de pruebas en nuestro entorno y cada vez vemos más TC normales, cuyo resultado no sirve para nada".

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No se trata únicamente del riesgo de cáncer. El exceso de pruebas de este tipo, además de sobrecargar el sistema —afectando de paso a aquellos pacientes que sí las necesitan—, puede producir, por un lado, una cascada de pruebas innecesarias y, por otro, un sobrediagnóstico de algunas patologías.

García Santos lo explica así. "Si, al hacer un TAC [la 'a' es por "axial"] torácico, ves una manchita en el hígado y no sabes lo que es, puedes —y lo harás muchas veces— decir que ves algo ahí y piden más pruebas".

"La probabilidad de que esa manchita sea algo es muy baja", continúa, "pero en el segundo escáner la ves y ya decides 'pincharla' para ver lo que es, y ya te metes en un procedimiento invasivo". Esa cascada de pruebas genera, además, un sentimiento de ansiedad en el paciente y la familia, de tensión por el siguiente procedimiento.

Fascinación por la tecnología

"Hoy en día, para un mismo paciente, se hacen muchas más pruebas diagnósticas. Cuando yo empecé ya existía el TAC pero teníamos resonancia magnética ni PET [tomografía por emisión de positrones]. Todas esas pruebas no se han correlacionado con mejor calidad de vida y supervivencia".

La OCDE estima que entre el 10% y el 34% del gasto sanitario es "potencialmente" inapropiado. Esto se resume en procedimientos diagnósticos o terapéuticos que no aportan valor a la salud del paciente.

En el caso de las pruebas de imagen, el porcentaje se eleva considerablemente; más, cuando se piden desde urgencias: se dispone de poca información y poco tiempo, hay que tomar una decisión y 'asegurarse' de que no hay algo más detrás de lo que parece una simple caída.

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García Santos apunta también a una "fascinación por lo tecnológico", una cultura predispuesta a su uso y un mayor acceso a este tipo de pruebas como factores clave.

En el caso del TAC craneal se une, además, que tiene menos alternativas —"en el tórax puedes realizar una radiografía, en el abdomen una ecografía"— y que hay muchos síntomas que pueden indicar ese 'algo más' que temen los médicos.

"Por ejemplo, una cefalea puede ser síntoma de muchas cosas", apunta Juana Plasencia. "Esto produce una sobrecarga y a veces retrasa las pruebas que el paciente realmente necesita".

La bala ya está en el aire

La radióloga explica que, cuando es muy claro que un paciente no necesita ese tipo de pruebas, "llamamos al peticionario". Sobre todo cuando se trata de un paciente joven donde el potencial daño es más probable que la patología que quieren descartar. "Llamamos al médico y llegamos a un acuerdo pero, muchas veces, es el propio paciente quien demanda la prueba".

José María García Santos pone un ejemplo gráfico. "Nosotros llegamos cuando ya se ha disparado el revólver y la bala está en el aire. En ese momento, es muy difícil pararla".

De un tiempo a esta parte, las sociedades médicas y los organismos evaluadores de la actividad asistencial a nivel internacional han elaborado guías para estandarizar cuándo es recomendable y cuándo no realizar pruebas. Sin embargo, "en la práctica nadie sigue esas guías".

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El tema preocupa a los radiólogos de forma generalizada. Luis Concepción, responsable de Asuntos Profesionales de la Sociedad Española de Radiología Médica (Seram), explica a EL ESPAÑOL que "las pruebas radiológicas no son inocuas, hay que hacer las imprescindibles para que el paciente esté bien cuidado sin exponerle en exceso a las radiaciones".

Concepción indica que la dotación tecnológica de urgencias en España es adecuada para su nivel de desarrollo, "pero eso no quier decir que no haya que emplearla de forma justificada". Además, "el manejo de la incertidumbre ha cambiado y disponemos de herramientas que permiten manejarla".

En Europa se estima que ocurren dos millones y medio de traumatismos craneoencefálicos al año y se producen unas 300 hospitalizaciones por cada 100.000 personas. Sin embargo, menos del 10% presentan anomalías intracraneales detectadas mediante tomografía. De ellas, menos del 1% requiere de intervención quirúrgica. La mortalidad, del 0,1%, puede catalogarse de "excepcional", apuntan en la Seram.

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Sin embargo, debido a esa baja prevalencia de mortalidad o de necesidad de intervención, no existe un acuerdo sobre a qué pacientes se debe realizar la prueba.

"Las guías tienden a decir lo que hay que hacer pero pocas dicen cuándo no hay que hacer algo", confirma Juana Plasencia. En el Morales Meseguer se están planteando la creación de protocolos para saber cuándo derivar un paciente y cuándo no hacerlo, pero "las estrategias son lo más difícil. Todo el mundo tiene que ser lo suficientemente valiente para no hacer".

La radióloga confiesa que lo que intentan "no es muy ambicioso en el sentido de dejar de hacer [pruebas de imagen], sino para evitar aquellas que no sirven para nada con una seguridad aceptable. Si tenemos éxito en esto ya habremos recorrido la mitad del camino".