El planeta se enfrenta a una situación de pobreza crítica. El mejor indicador para comprobarlo es la crisis alimentaria que viven día tras día numerosos hogares del mundo: 828 millones de personas se acuestan con hambre cada noche, una cifra que marca el máximo desde hace 20 años. Los datos provienen de la FAO, que alerta en su último informe El estado de la seguridad alimentaria y la nutrición en el mundo cómo las crecientes desigualdades entre poblaciones son cada vez más marcadas.

El hambre es la consecuencia más visible de la pobreza, pero esta es una contingencia con muchas otras aristas relacionadas con la salud. Si los datos de la FAO están en lo cierto, la salud mundial muy pronto se verá comprometida por todos los problemas que derivan de la escasez de recursos económicos. 

Para que el lector se haga una idea, la pobreza mata más que el alcohol, la obesidad y la hipertensión. Así lo afirma una famosa investigación publicada en The Lancet y que da fe de la fuerte influencia que tiene la pobreza sobre la morbilidad y la mortalidad.

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Concretamente, el estudio refiere que, mientras que un bajo nivel socioeconómico resta 2,1 años a la esperanza de vida, el consumo de alcohol lo hacía en -0,5, la obesidad en -0,7 y la hipertensión en -1,6. "Vivimos en un mundo muy desigual, en el que unos enferman más que otros y mueren más que otros", resume Manuel Franco, investigador en Salud Urbana y Epidemiología Social de la Universidad Johns Hopkins y portavoz de la Sociedad Española de Salud Pública y Administración Sanitaria (SESPAS). 

Una de las líneas de investigación de este experto se centra, precisamente, en explicar cómo y por qué la pobreza puede matar más que las enfermedades citadas. De hecho, la crisis sanitaria provocada por la Covid ha sido el escenario perfecto para su campo de estudio.

"En la pandemia, se llegó a hablar de sindemia, palabra que también busca subrayar los orígenes sociales del problema. Al principio, los que más morían eran los más vulnerables. Por un lado, los más mayores y los enfermos crónicos. Por otro, los que responden a la desigualdad que tenemos en nuestro mundo. Desigualdad entendida también desde el punto de vista sanitario: a quién tiene la posibilidad de que le atiendan, de que le llegue la vacuna, de que se pueda teletrabajar, de no trabajar, etc.", explica Franco.

Y ya no es sólo el hecho de hablar de países ricos, países pobres. Estas diferencias se dan entre habitantes de la misma ciudad, como ha puesto de manifiesto el trabajo del epidemiólogo: "En Madrid, existen diez años de diferencia entre la esperanza de vida de los que habitan un barrio y los de otro".

Enfermedades crónicas no transmisibles

En esta desigualdad, Franco destaca el papel de las enfermedades crónicas no transmisibles, sobre las que tienen un papel preponderante, precisamente, la alimentación y las facilidades de acceso a una dieta equilibrada y saludable, dos variables en las que influye el poder adquisitivo para comprar estos alimentos. El propio informe de la FAO resalta que los hogares con menos recursos están expuestos a una dieta de mala calidad, que puede dar lugar a diferentes formas de malnutrición, como desnutrición, carencias de micronutriente, sobrepeso y obesidad. 

El documento acaba de dar con una de las partes de la piedra angular que sostiene este problema: la obesidad. Esta patología aumenta el riesgo de enfermedades crónicas como la hipertensión, la diabetes tipo 2 y el colesterol, con las siguientes consecuencias que tienen sobre la salud cardio y cerebrovascular todas ellas. 

Según un estudio elaborado por Save the Children, la obesidad ataca más a los hogares de renta baja. Así un 32,5% de los niños españoles con exceso de peso provienen de familias con menor poder adquisitivo, frente al 19% con rentas altas. "Las familias con ingresos inferiores a 18.000 euros y cuyos progenitores no tienen estudios superiores ni trabajo remunerado conforman el colectivo más vulnerable al exceso de peso", reza otro documento, esta vez del Ministerio de Consumo. 

La clave de este problema la otorga este último informe: "Los menores de familias con rentas superiores a 30.000 euros presentan mayor adherencia a la dieta mediterránea, con consumo diario de frutas, verduras, legumbres y pescado".

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Esto, además, no es un drama que se ciña sólo a la infancia. Según detalla el trabajo Obesity: Health and Economic Consequences of an impending global challenge, más del 70% de los 2.000 millones de personas con sobrepeso y obesidad viven en países de ingresos bajos o medios.

"Se recomienda hacer deporte y cuidar la nutrición para prevenir enfermedades, pero esto, al final, quién lo puede hacer. Pues una persona que sabe que a las cinco de la tarde se le cae el boli. Pero los que trabajan doce horas al día y tienen que desplazarse una hora y media de ida y una hora y media de vuelta ¿cómo lo hacen? Todo es parte de la misma rueda", lamenta Franco.

El cáncer de pulmón

La obesidad también tiene una estrecha relación con el cáncer, pero, en esta categoría, destaca un tumor en especial: el cáncer de pulmón.

La investigación Desigualdades socioeconómicas y medioambientales en la distribución geográfica de la mortalidad en grandes ciudades de España (1996-2015), ofrece un Atlas de la Mortalidad en el que, en un simple vistazo, se puede ver qué enfermedades afectan más y dónde. Como destacó en la presentación del proyecto su coordinador, Miguel Ángel Martínez Benito, el cáncer de pulmón parece tener una incidencia más elevada en hombres que habitan lugares de rentas más bajas

Este verano, otro estudio promovido por el Instituto de Salud Carlos III y la Asociación Española Contra el Cáncer confirmaba la relación entre los hombres con menos recursos económicos y el cáncer de pulmón. La hipótesis principal es que los datos son fruto de la implementación del hábito tabáquico, que primero se instauró en hombres de clases acomodadas, luego en hombres de menos recursos, luego en mujeres de rentas más altas y, por último, en mujeres en general. De hecho, es ahora cuando la Sociedad Española del Cáncer de Pulmón está avisando de la creciente incidencia del cáncer de pulmón en mujeres.

Eso sí, el mismo documento daba cuenta de que entre las mujeres con rentas más altas hay más cáncer de mama. Esta relación se sigue investigando, aunque se barajan hipótesis como el efecto de ciertas terapias hormonales durante la menopausia.

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"Diabetes, cáncer, enfermedades cardiovasculares, enfermedades de pulmón, etc. Son enfermedades que tenemos que seguir intentando prevenir, porque cuestan mucho dinero y, también, mucho sufrimiento y mucha muerte. Y esto es algo en lo que tenemos que organizarnos mejor, tanto a nivel local como a nivel multilateral", sentencia Franco.

La catástrofe temprana

Además, a estas patologías, se suma lo que científicos han denominado "la catástrofe temprana", por el título de una famosa investigación de 1995 que avisaba de que los estratos sociales influían en el desarrollo lingüístico de los niños.

En esta línea, destaca un estudio publicado en JAMA Pediatrics y que comprobó cómo el desarrollo de algunas regiones del cerebro es más sensible al entorno y a la crianza de los pequeños. Al parecer, descubrieron que la materia gris del cerebro estaba menos desarrollada en los niños de hogares con menos recursos. Concretamente, la del lóbulo frontal, el lóbulo temporal y el hipocampo era hasta un 10% menor en niños criados en hogares por debajo del umbral de la pobreza.

Además de influir en el desarrollo educacional, esto tiene su relevancia en enfermedades como la demencia. Un estudio que ha seguido a los mismos sujetos durante 70 años para comprender el desarrollo del alzhéimer, alertaba que aquellos que habían accedido a una mejor educación tenían menos riesgo de tener la enfermedad. "La educación no sólo aumenta las oportunidades, sino que tiene un efecto significativo en la salud del cerebro", lamentan los autores.