Una cena en el interior de un restaurante

Una cena en el interior de un restaurante Bing Guan Reuters

Salud Pandemia

Los cuatro factores de los supercontagios: solo uno depende de la mala suerte

Los espacios cerrados, donde se acumulan multitudes que mantienen un contacto estrecho, son el caldo de cultivo perfecto para los supercontagios. 

21 octubre, 2020 02:49

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¿Qué tiene que ver la Covid-19 con la ruleta rusa? Aparentemente nada. La primera es una enfermedad que ha puesto a España y el resto del mundo patas arriba. La segunda es un macabro juego de azar que acaba siempre con la muerte de uno de sus participantes. 

Sin embargo, según cómo se mire, contraer esta patología tiene algo de azaroso. Una persona puede ir a un concierto donde haya, pongamos, 5, 6 o más infectados y salir de ahí perfectamente sano y que lo haga también el resto del auditorio. 

Otra puede ir sola al interior de un restaurante, sentarse relativamente apartada del resto de los comensales, cenar y enfermar a los pocos días, como probablemente habrán hecho muchos otros de los clientes del local. 

El riesgo del supercontagiador

La clave, la diferencia entre la buena y la mala suerte, es cruzarse con un supercontagiador, alguien que -probablemente asintomático- cause grandes cúmulos de casos. ¿Son la mayoría? No, ni mucho menos, según distintos estudios oscilan entre el 10% y el 20% de los infectados por el coronavirus Sars CoV-2, pero su impacto es brutal: causan el 80% de las infecciones totales. 

Esto no sucede, ni mucho menos, con todas las enfermedades. No pasa con la gripe, ni con el sarampión. Normalmente de las patologías se dice que son contagiosas o no, y ya podemos pasar a hablar de grado de contagio. 

Esto, el grado de contagio, es lo que se ha medido tradicionalmente en la Covid-19. Se ha hecho con el famoso número reproductivo Ro, que a todos se nos hizo muy familiar en la primera oleada. ¿A cuántas personas contagiaba cada infectado? 

Como explica a EL ESPAÑOL el portavoz de la Sociedad Española de Epidemiología Joan Caylà este parámetro sigue siendo muy útil, porque porque con una R elevada, las cosas van peor que con una cercana a 0. Pero mientras que la mayoría de nosotros diríamos que si hay un Ro de 2, es que cada caso contagia a dos personas, la realidad es otra: significará que si en un lugar hay 100 casos, en unos días habrá 200, pero los 100 no habrán contagiado por igual. 

El parámetro K

Entra ahí en juego el parámetro de dispersión K, que mide si la epidemia avanza uniformemente o si, por el contrario, los casos se agrupan en casos acumulados (clusters, en inglés). Cuanto menor es K, más concentrada en casos acumulados es la transmisión de la epidemia.

Tal y como se explica en este completo reportaje de The Atlantic, asumir que la Covid tiene una K muy baja y que, por tanto, tiende a acumularse en grupos, puede tener consecuencias a la hora de establecer medidas de prevención. 

Porque sabemos que, además de supercontagiadores, hay eventos y lugares supertransmisores. Es decir, que no es lo mismo encontrarse con un supercontagiador (que, recordemos, no tiene cuernos ni la cara pintada) en una playa y saludarle a distancia, que cenar con él en el interior de un restaurante mal ventilado. 

Los expertos identifican cuatro factores que favorecen la transmisión de la Covid. Para que un lugar sea supertransmisor, se tienen que juntar esos cuatro factores o, mejor dicho, cuantos más se junten más posibilidades hay de salir de ahí infectado. 

Al igual que hablamos de las tres emes para prevenir la Covid (Mascarillas, dos Metros de distancia y lavado de Manos), habría que alejarse de lugares donde se junten las tres ces (aCumulaciones, espacios Cerrados y Contacto estrecho). Otros muchos estudios apuntan a que el hablar alto también favorece la transmisión, pero lo hace más en lugares que cumplen las tres ces. 

Pero, un momento, ¿no habíamos hablado de cuatro factores? El cuarto que falta es, por supuesto, el más importante, pero precisamente el que no se puede prevenir: que entre en escena un supercontagiador. Si evitamos los eventos o lugares donde se produzcan las tres ces, importarían mucho menos.

Cambio en el rastreo

Pero identificar los lugares de supercontagio y dotar de importancia al parámetro K tiene otra implicación: el rastreo de contactos podría cambiar radicalmente y hacerse más atinado. ¿Y si en vez de preguntar a un recién infectado con quién ha estado en los dos días anteriores a los síntomas se le pregunta dónde ha estado dos él en los días previos a la infección?

Porque si la respuesta es que ha estado en un lugar supertransmisor quizás sea ahí donde haya que mirar. Quizás haya que ver si hubo más contagios y localizar al supercontagiador, para asegurarse de ponerlo en cuarentena. Puede ser perfectamente que no conozca al recién diagnosticado y puede, también, que no sepa que él está infectado.  

Por las características de la Covid-19, la mayoría de la gente habrá sido infectada por alquien que ha contagiado a más gente. ¿Por qué no poner todos los esfuerzos en localizar a ese caso fuente y, después, rastrear sus contactos?

Por supuesto, nada de esto es fácil de llevar a la práctica, y menos si la situación es, como ocurre ahora mismo en España, muy mala. Por esta razón, Caylà insiste en que lo importante ahora es que todos nos demos cuenta de que estamos en un momento crítico y que toda la población asimile como propias las recomendaciones: las famosas tres emes que ningún otro parámetro pueden hacer olvidar.