En el imaginario colectivo existe una creencia bastante extendida que apunta que nada que proceda de la "madre naturaleza" puede hacernos daño. Que cualquier alimento o remedio que se extraiga de ella y no haya sido alterado por la mano del hombre será mucho mejor que un medicamento de la farmacia o un producto procesado del supermercado. En España, por ejemplo, hay quien toma un vasito de agua con limón en ayunas porque cree que ayuda a depurar el intestino o previene el cáncer. También los hay que toman un diente de ajo cada mañana porque confían en que pueda salvarles de padecer enfermedades cardiovasculares.

Lo cierto es que las cosas no son tan fáciles como podrían parecer en un principio. De hecho, la ciencia y la investigación avanzan para que alimentos naturales como la leche, por ejemplo, sean mucho más seguros de lo que lo eran antes. Es más, en la naturaleza también podemos encontrar veneno como la cicuta o alimentos que contienen en su interior amigdalina, un compuesto que se transforma en cianuro al entrar en contacto con determinadas sustancias que tenemos en nuestro cuerpo. Ocurre, por ejemplo, con las almendras amargas, los albaricoques, los melocotones, las manzanas, las peras o las cerezas.

Miguel Ángel Lurueña, doctor en Ciencia y Tecnología de los Alimentos y autor del blog de divulgación Gominolas de petróleo, ha abordado la cuestión en distintas ocasiones a través de su cuenta de Twitter. "Las semillas de manzana contienen amigdalina, un compuesto que se transforma en cianuro. Habría que comer muchas para que un adulto notara síntomas adversos (unas 170) y aún más para morir (entre 4.300-5.700), pero aun así se recomienda no consumir esa parte", escribía hace unos meses. 

En realidad, no es el único alimento con el que ocurre esto. También sucede con las almendras amargas, o con las cerezas y con las peras. Sin embargo, las semillas que tienen un mayor contenido de amigdalina son el albaricoque y el melocotón. "Las semillas de frutas como el albaricoque y el melocotón (las almendras del interior de los huesos) contienen amigdalina. Su consumo es peligroso, especialmente en niños pequeños. Cuidado: a veces se venden como supuesto remedio contra el cáncer", escribía Lurueña el pasado mes de agosto en otro tuit. 

En realidad, Lurueña no es el único divulgador que ha advertido sobre lo que esconden las semillas de algunas frutas en su interior. Beatriz Robles, especialista en Seguridad Alimentaria y autora de Come seguro comiendo de todo (Planeta, 2020), también trata el tema en uno de los capítulos de su último libro. "Cuando se muelen estas semillas (por ejemplo, para hacer harinas), las enzimas que estaban encerradas se liberan. Algo similar ocurre al masticar los huesos, con el añadido de que las propias enzimas de la saliva y del resto del sistema digestivo ayudan a que se produzca la reacción", escribe la experta. 

Robles advierte que, aunque se recomienda evitarlos, no pasa nada por que nos comamos uno de estos huesecillos o semillas sin querer. "La dosis letal de cianuro está entre 0,5 y 3,5 miligramos por kilo de peso corporal (entre 35 y 245 miligramos para un adulto de 60 kilos), y el contenido en cianuro en las semillas oscila entre 500 y 3.800 miligramos por kilos, y cada una pesa 0,5 gramos, así que en el peor escenario posible, tendrías que comer al menos 18 huesos para que provocasen la muerte", escribe la experta en su libro. 

Los especialistas advierten que los huesos de albaricoque se han utilizado como supuesto remedio contra el cáncer. Sin embargo, nada de esto ha sido probado científicamente, tal y como advierte el Instituto Nacional del Cáncer de Estados Unidos: "La amigdalina se ha utilizado en algunos países como tratamiento para el cáncer, pero no se ha demostrado que sea eficaz en ensayos clínicos con seres humanos". 

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