Varios países, con EEUU y Reino Unido a la cabeza, trabajan para implantar una ley que obligue a los restaurantes y establecimientos de comida rápida a que marquen en la carta o expliquen de otro modo la cantidad de calorías que contiene cada plato. Esto, como demostró un estudio previo, no solo anima a los restauradores a presentar recetas más saludables, sino que puede salvar decenas de miles de vidas en solo cinco años al contribuir indirectamente a prevenir la epidemia de diabetes de tipo 2 y de enfermedades cardiovasculares derivada del consumo de la denominada 'dieta occidental', rica en grasas y azúcares.

Este estudio, publicado en la revista Circulation: Cardiovascular Quality and Outcomes, ha simulado qué ocurriría si un millón de estadounidenses entre los 35 y los 80 años recortase, aunque fuese moderadamente, su ingesta calórica cuando comen fuera, mediante elecciones dietéticas más saludables guiadas por el etiquetado. Además de los beneficios a la salud pública, los investigadores calculan que se ahorrarían entre 10.000 y 14.000 millones en gasto sanitario, y otros 3.000-5.000 en costes sociales tales como la pérdida de productividad a lo largo de toda una vida.

El análisis estima que, partiendo de 2018, fecha en la que se estableció la norma en Estados Unidos, para 2023 el etiquetado saludable habría prevenido dentro del grupo estudiado hasta 14.698 casos de enfermedades cardiovasculares, incluyendo 1.575 muertes; 21.522 nuevos casos de diabetes de tipo 2; y añadido 8.749 años de vida sin problemas de salud al conjunto de población. A lo largo de la vida, los problemas de corazón evitados serían 135.781; las muertes, 27.646; los casos de diabetes, 99.736; y los años saludables de vida sumados al total de la sociedad ascenderían a 367.450.

"Antes del COVID-19, los americanos consumían en un restaurante una de cada cinco calorías. Y es probable que tras el desconfinamiento lo vuelvan a hacer. Nuestro estudio muestra que etiquetar las calorías en los menús de los restaurantes puede prevenir importantes enfermedades y ahorrar miles de millones en costes sanitarios", explica Dariush Mozaffarian, decano de la Friedman School Friedman School of Nutrition Science and Policy en la Tufts University (EEUU).

La simulación estimó, en base a estudios sobre intervenciones previas en el etiquetado alimentarios, que los consumidores se verían animados a escoger alternativas con menor aporte calórico, lo que supondría un "modesto recorte" de unas siete calorías por comida. Además, la mitad de estas calorías "ahorradas" serían recuperadas en otro momento de forma inconsciente, por ejemplo al 'picar' algo en casa. 

Sin embargo, si además de la respuesta de los consumidores, se estima la acción proactiva de los propios restaurantes para reformular sus propios platos y reducir el cómputo final de calorías anunciado en la carta, los beneficios de la norma se duplican, suponiendo un recorte de un 5% de las calorías consumidas en una comida fuera de casa a lo largo de cinco años. Eso, con una estimación "conservadora" de que la mitad de la ingesta calórica se recuperaría con el 'picoteo' insano después.

"También pudimos ver que el etiquetado calórico en la comida ayudaba a reducir las disparidades en problemas de salud, ya que los mayores beneficios se observaban en las comunidades de minorías desfavorecidas, con menor renta y nivel de educación, como son los hispanos y los afroamericanos", explica otra de las investigadoras de la Friedman School, Renata Micha.

Thomas Gaziano, investigador del segundo centro involucrado, la Escuela Harvard Chan de Salud Pública, incide en que "las estimaciones fueron cautelosas, basadas en la idea de que tanto los consumidores como los restaurantes van a recortar las calorías solo de forma moderada. El placer forma parte de la atracción de comer fuera, y nuestro modelo asume que la gente va a seguir dándose un capricho. Pero la experiencia puede ser más saludable si ambos, la industria de la restauración y el comensal, hacen algunos cambios".

La ley federal y la regulación subsiguiente de la Food and Drugs Administration, la máxima autoridad sanitaria estadounidense, obliga a las cadenas de restaurantes y comida rápida con al menos 20 locales a mostrar la información calórica en sus menús, aunque esta norma se ha "flexibilizado" durante la pandemia debido al impacto económico que ha sufrido la restauración.

"La flexibilización actual es apropiada teniendo en cuenta que muchísimos estadounidenses se encuentran ahora sin empleo y las escuelas están cerradas", valora Mozaffarian. "Pero la mejora del perfil saludable de nuestro sistema de alimentación es crucial, dado el impacto desproporcionado de la pandemia sobre personas con problemas de salud derivados de la dieta como la obesidad y la diabetes". 

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