¿Qué ingredientes se nos vienen a la mente cuando hablamos de la dieta Mediterránea, el tesoro gastronómico y cultural de nuestras mesas? Si nos atenemos a la definición que maneja la investigación en el campo de la nutrición, hablamos de una alimentación basada en el aceite de oliva virgen extra, la fruta, las verduras y legumbres, los frutos secos y las semillas, los cereales y el grano entero, y el pescado.

¿Y nada más? ¿Qué hay de la carne, como el cerdo ibérico con el que se elabora nuestro jamón de fama mundial? Lo cierto es que un patrón de alimentación mediterráneo restringe el consumo de carne roja, que es la que proviene del porcino, del vacuno o por ejemplo el cordero. La carne de cerdo se sigue considerando 'roja' incluso cuando se presenta como 'blanca', ya que se trata de una consideración más estética que real. Menos equívoco es hablar de carnes magras, que son las aves y el conejo.

Una dieta mediterránea equilibrada puede incluir por tanto algo de cerdo, pero el problema es que los españoles realizamos un consumo descompensado. Comemos demasiada carne y, peor todavía, suele ser procesada, en consonancia con la dieta occidental predominante en el mundo industrializado. Esta globalización nos lleva a encontrar problemas similares en Australia, una nación tradicionalmente ganadera en la que cada habitante consume unos 100 kilos de carne anuales.

Las soluciones, por otro lado, también pueden venirnos de las antípodas. La extensión de los problemas de salud ligados a las dietas desequilibradas, como la obesidad, la diabetes de tipo 2 y las enfermedades cardiovasculares, unidas a la concienciación en pos de una industria alimentaria más sostenible, están llevando a las autoridades australianas a volcar sus esfuerzos en tratar de mejorar el perfil nutricional del país. Pensemos que en los 90 su cerveza nacional, Foster's, presumía en un anuncio de que un chuletón con una brizna de perejil significa "ensalada" en australiano.

¿Imaginan a un aussie de pelo en pecho, sombrero de piel de canguro y machete al cinto comiendo al estilo mediterráneo? Puede hacerse, responden desde la University of South Australia al tiempo que nos perdonan que nos hayamos quedado con los estereotipos ochenteros sobre los australianos: bastaría con una pequeña adaptación, una incorporación de 2 o tres raciones de carne fresca de cerdo a la semana -unos 250 gramos- para lograr efectos saludables con una mayor palatabilidad para el gusto occidental y una limitación del coste medioambiental para mantenerla.

La dieta recibe el nombre de Cerdo-Mediterránea (Med-Pork) y, para evaluar su efectividad, se compararon sus efectos con los de una dieta baja en grasas en un grupo de pacientes entre los 45 y los 80 años que presentaban riesgo cardiovascular y a los que se les había prescrito una alimentación controlada. Los resultados, publicados en la revista Nutrients, apuntan a que la Med-Pork obtuvo mejores resultados para la velocidad de procesamiento cognitivo y para el estado emocional de los pacientes, "marcadores de buena salud" en ambos casos.

"La dieta Mediterránea está ampliamente considerada como la más saludable del mundo, reconocida por sus beneficios para la salud cardiovascular y cerebral. Pero las restricciones a la carne roja pueden hacerla difícil de seguir en el mundo occidental", valora una de las autoras, la Dra. Alexandra Wade. "Pero si le añadimos cerdo, ampliamos el espectro incorporando beneficios para la función cognitiva. Esto es positivo para nuestra población, cada vez más envejecida y en la que las enfermedades ligadas a la edad como la demencia senil están en aumento".

El consumo de 250 g. semanales de carne roja entraría, grosso modo, dentro del rango recomendado por la Organización Mundial de la Salud y respaldado por investigaciones posteriores, por lo que no comprometería los efectos saludables de la dieta Mediterránea. Los autores recuerdan que, según la propia OMS, se calcula que para 2050 haya más personas en el mundo de más de 60 años que niños menores de cinco, y que las enfermedades cardiovasculares son ya la primera causa de muerte global. 

"Por decirlo llanamente, la dieta Mediterránea anima a comer de forma sana", concluye Wade. "Y, añadiendo cerdo, sigue aportando beneficios significativos. La demencia senil es una de las primeras causas de discapacidad en Australia y la segunda causa de muerte, y la dieta Cerdo-Mediterránea supone una excelente forma de intervención para mejorar los hábitos de vida". 

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