Anomalías de temperatura oceánicas registradas el pasado 15 de julio.

Anomalías de temperatura oceánicas registradas el pasado 15 de julio. Climate Reanalyzer

Meteorología

La paradoja del aire limpio: la eliminación de sulfuros ha favorecido las temperaturas extremas en el hemisferio norte

La prohibición de estos gases en el transporte marítimo ha revelado cómo enmascaraban la magnitud real del calentameinto global.

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Entre finales del mes de junio y principios de julio, el Mediterráneo marcó temperaturas de récord, con puntos por encima de los 30 ºC como la isla de Dragonera, pegando a Mallorca.

Casi al mismo tiempo se desarrollaba una ola de calor marina en el mar Cantábrico, con puntos de anomalías "extremas" entre Galicia e Irlanda, y en el Atlántico Norte, sobre todo frente a las costas nororientales de Estados Unidos.

Al otro lado del mundo, las aguas que rodean a Corea y Japón registran temperaturas 3 ºC por encima de la media del periodo de referencia, las tres décadas que van desde 1991 a 2020.

Las tres áreas se encuentran en latitudes comprendidas entre los 30 y los 50 grados Norte. En los mapas de temperaturas oceánicas, se ve una franja en rojo que une Asia, Norteamérica y Europa a la altura de la Península Ibérica.

Nos encontramos en pleno verano boreal, por lo que es lógico tener altas temperaturas. Lo que no parece tan lógico es que en una franja se concentre un calor de 3 ºC por encima de lo habitual en esta época.

"Es lo que los científicos llaman calentamiento en el hemisferio norte en latitudes medias", resume Francisco Martín León, meteorólogo jubilado y divulgador en Meteored.

"Dejando el Mediterráneo aparte, las zonas afectadas se correlacionan bastante bien con las grandes rutas marítimas de transporte".

Es decir, del este asiático (China, Corea y Japón, principalmente) a la costa oeste de EEUU, y de la costa este de este país hacia Europa occidental.

Pero las rutas marítimas no han cambiado sustancialmente en el último lustro, ¿a qué se debe esta anomalía? El meteorólogo contesta: "La principal hipótesis es la reducción de las emisiones de dióxido y monóxido de azufre, que entraron en vigor en 2020".

Los barcos transportan el 80% de las mercancías mundiales. En 2018 se estimaba que el transporte marítimo generaba el 2,89% de las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero (responsables del cambio climático) de origen humano.

Volcanes en erupción

La Organización Marítima Internacional estableció que, a partir del 1 de enero de 2020, los combustibles consumidos por los barcos no podían contener más del 0,5% de azufre en masa, cuando hasta ese momento era del 3,5%.

Los óxidos de azufre (principalmente, monóxido y dióxido de sulfuro) tienen efectos perjudiciales en el medio ambiente: pueden ser corrosivos y generar lluvia ácida, afectando a cultivos y ecosistemas.

También tienen efectos negativos en la salud de las poblaciones costeras, desde afecciones pulmonares a la alteración del metabolismo de las proteínas o dolor de cabeza.

Pero tienen otro efecto ambiental. Mientras que el dióxido de carbono o el metano, los principales cases causantes del calentamiento global, impiden que la radiación solar escape de la atmósfera y recalienta el planeta (lo que se conoce como efecto invernadero), los sulfuros hacen de pantalla impidiendo que esta radiación penetre la atmósfera.

En otras palabras: al no dejar traspasar la radiación, enfría el ambiente.

"Piensa en las erupciones volcánicas", explica Martín León. "Liberan una cantidad ingente de aerosoles sulfatados. Cuando un gran volcán entra en erupción, es capaz de enfriar la Tierra al no dejar pasar la radiación solar".

La erupción del Tambora, en Indonesia, en abril de 1815 causó una caída tal en las temperaturas que 1816 ha quedado para la historia como 'el año sin verano'.

Casi 70 años después, la erupción del Krakatoa, en el mismo archipiélago, fue aún más devastadora: la temperatura global cayó una media de 1,2 ºC en los cinco años siguientes.

Es posible, por tanto, que la emisión de aerosoles de azufre por parte de los barcos haya enfriado las zonas de alto tránsito marítimo hasta 2020.

La cosa no se queda ahí. Es posible que el uso de combustibles con azufre haya enmascarado el alcance real del calentamiento global y solo estemos empezando a darnos cuenta ahora.

Es la hipótesis que maneja un estudio publicado esta misma semana en Nature Communications Earth & Environment y que explicaría la aceleración del calentamiento global en los últimos años.

El trabajo, liderado por Bjørn H. Samset, del Centro Internacional para la Investigación del Clima, en Oslo (Noruega), explica que desde los años 70 el mundo se ha estado calentando a un ritmo de 0,18 ºC por década.

Pero recientes estudios han dado cuenta de una aceleración del calentamiento de la superficie terrestre y marítima del planeta. En la última década calculada, que va desde 2013 a 2022, fue de 0,25 ºC.

Este hecho ocurría de forma paralela al esfuerzo de países del este asiático —principalmente, China— en reducir sus emisiones de sulfuro.

En un artículo en The Conversation, Samset señala que desde 2013 ha habido una reducción del 75% en las emisiones de dióxido de sulfuro en el este asiático.

"Hemos hallado que el aire contaminado podría haber enmascarado el efecto total del calentamiento global. Un aire más limpio podría, ahora, revelar un calentamiento procedente de los gases de efecto invernadero e inducido por el hombre mayor" de lo observado.

El artículo, firmado conjuntamente con otra de las autoras del estudio, Laura Wilcox (del Cenro Nacional de Ciencia Atmósfera de la Universidad de Reading, en Reino Unido), también señala que, si bien esta aceleración puede tener una corta vida, el calentamiento global continuará "a lo largo de las próximas décadas".

Geoingeniería

El uso de aerosoles de sulfato es una idea recurrente de la geoingeniería, la ciencia del manejo del clima. Científicos como Tom Wigley, uno de los mayores expertos mundiales en cambio climático, llegaron a sugerir la liberación de estos gases para enfriar el planeta.

La propuesta, sin embargo, fue descartada casi de inmediato. Primero, por los efectos nocivos que puede tener sobre la salud de las personas y los cultivos, pero también porque el remedio podría acabar siendo peor que la enfermedad.

Un estudio publicado en Science en 2008 ya demostraba que el uso de inyecciones de sulfuro en la atmósfera podría retrasar la recuperación de la capa de ozono entre 30 y 70 años.

Más allá de las consecuencias de este enmascaramiento, el meteorólogo Francisco Martín León señala otros posibles efectos de este calentamiento repentino.

"Algunos autores han hablado de un efecto El Niño, pero compararlo con este fenómeno es muy fuerte".

Se refiere al calentamiento anómalo de las aguas superficiales del Pacífico ecuatorial, que causa precipitaciones extremas de tinte catastrófico.

"Lógicamente, si una borrasca o un ciclón sobrevuela aguas más cálidas, es probable que permanezca más tiempo y se vuelva más virulento. Pero esta relación no es lineal, hay otros factores que influyen en su formación".

Con todo, advierte que un mar más cálido implica más energía y "un tifón o una borrasca es una válvula de escape energética entre el agua y el aire. Ya hay estudios que parecen observar monzones más intensos en China e India en los últimos años".

Como señalan los expertos, un mar más caliente es un "bidón de gasolina" para alimentar los fenómenos extremos. Lo comprobamos en el Mediterráneo (cuyo calentamiento tiene más que ver con la imposibilidad de renovar sus aguas al estar encajonado entre Europa y África) y los efectos destructores de la dana del 29 de octubre en Valencia.

"El Mediterráneo es una singularidad que nos afecta a nosotros", matiza Martín León, "pero hay otras mayores. Los bidones de gasolina son cada vez más grandes".