
Imagen del pirocúmulo que se ha formado en el incendio de Lleida.
"Tenemos miles de hectáreas listas para arder": la alerta de los expertos sobre los incendios de sexta generación en España
Su principal característica es que pueden modificar la meteorología de la zona donde se encuentra el fuego, que queda fuera de toda capacidad de extinción.
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El gran incendio de Lleida, que ha causado la muerte de dos personas, ha dejado un dato desolador: en poco menos de 24 horas el fuego ha arrasado con cuatro veces más hectáreas de las afectadas en todo el año 2024 en Cataluña.
Los bomberos de la zona ya lo han definido como un incendio de sexta generación, también conocidos como megaincendios.
No es la primera vez que aparece este término en relación con un incendio localizado en España. Pese a ello, hay quienes no se atreven a afirmar con rotundidad que en nuestro país hayamos tenido este tipo de incendios.
Es el caso de Ferrán Dalmau, vocal del Colegio Oficial de Ingenieros Técnicos Forestales, quien también entiende que si los bomberos que han controlado este incendio lo han catalogado con este nombre, es probable que así sea.
Sobre todo si se trata del Grupo de Apoyo de Actuaciones Forestales (GRAF), que son los que explicaron por primera vez en un artículo la clasificación de los incendios por generaciones.
Esta división surge para mostrar la capacidad del sistema de extinción, que se ha vuelto cada vez menos útil.
"Hemos pasado de los incendios de primera generación [en los años 50 y 60] que se podían apagar a los que superan la capacidad del sistema, pese a tener una de las mejores flotas en servicios de emergencias", advierte Dalmau.
Cómo son estos incendios
Y es que si por algo se caracterizan los de sexta generación es por que el fuego queda fuera de toda capacidad de extinción, independientemente de los recursos con los que se cuente para sofocarlo.
Aunque la principal diferencia, en comparación con los anteriores, es que tienen la capacidad de modificar la meteorología de la zona donde se encuentra el fuego.
La energía que liberan es tal que son capaces de formar pirocúmulos, como ha sucedido precisamente en el incendio de Lleida.
Estas nubes no sólo dan lugar a una particular meteorología encima del fuego, sino que pueden provocar que haya una mayor circulación de aire, por lo que los incendios se vuelven "mucho más complicados de gestionar".
Una vez que un incendio supera los 10.000 kilovatios por metro, una velocidad de avance de más de cuatro kilómetros por hora o con una longitud de llama de más de tres metros, se dice que está fuera de capacidad de extinción.
En Cataluña, el gran incendio del Pont de Vilomara desarrolló 127.000 kilovatios por metro; es decir, 12,7 veces la capacidad del dispositivos de emergencias para atajar el fuego.
Esto sucede, como explica Dalmau, porque la corriente de aire está abierta y la cantidad de energía que hay en el suelo, en forma de leñas, biomasa o madera, es "ingente".
Consecuencia de dos factores
Por el momento, como señala el profesor de la Universidad Politécnica de Valencia Eduardo Rojas, el ejemplo más cercano de un incendio de sexta generación es el que tuvo lugar en Portugal en 2017.
Ardieron cerca de 54.000 hectáreas y murieron 67 personas. Este caso fue tan extremo que, aunque parezca difícil en medio de un incendio, se llegaron a dar precipitaciones, aunque no consiguieron apagar el fuego.

Imagen de la zona afectada por el incendio que se produjo en Portugal en 2017. EFE
La frecuencia de estos incendios podría incrementarse, sobre todo si se tiene en cuenta que son consecuencia de dos factores fundamentales.
Por un lado, la acumulación de combustible en los montes. Al haberlos abandonado, las zonas agrícolas han pasado a ser zonas forestales.
Y aunque no los provoca, el cambio climático sí que está afectando a los incendios.
"La sequía que estamos padeciendo, consecuencia del cambio del régimen de lluvias, predispone la vegetación para arder", indica Dalmau.
A ello se le suma que en la zona del Mediterráneo "tenemos miles de hectáreas con árboles muertos preparados para arder". Un hecho que "en tiempos recientes era inédito".
Según el último Inventario Nacional Forestal, con datos de 2017, en España había hasta 28 millones de hectáreas de suelo forestal; es decir, más del 55% de la superficie del territorio nacional.
"Mucho de este territorio no es considerado productivo", indica Dalmau, "y esta energía se 'escapa' en forma de grandes incendios forestales". Es decir, el escenario "está preparado para tener incendios de muy alta intensidad", aunque no todos los que se producen en la actualidad son de sexta generación".
Atrás han quedado, eso sí, los de quinta generación, que afectaban a distintas zonas de manera simultánea y con comportamientos extremos, rápidos y virulentos, cruzando zonas urbanizadas.
Aunque, tal y como apunta Rojas, incendios de generaciones anteriores superaban la capacidad técnica de extinción. Los de tercera ya suponían un riesgo para los propios ciudadanos, con fuegos de hasta 5.000 hectáreas.
En realidad no hay unos criterios numéricos exactos que determinen a qué generación pertenece cada incendio. En algunos estudios se ha propuesto que se utilice este término para aquellos incendios que afectan a más de 10.000 hectáreas.
Pese a la falta de consenso en este sentido, lo que sí parece claro es que se trata de incendios de una intensidad tal que pueden propagarse sin control, no siendo posible tampoco predecir el comportamiento del fuego.