La reconstrucción del australopitecino Lucy (izquierda) y del pie del nuevo individuo (derecha).
Lucy no estaba sola: identifican una especie humana ancestral que convivió con ella a partir de fósiles de huesos del pie
Los antropólogos han resuelto el misterio, revelando que una especie de australopitecos aún más primitiva convivió con la de la famosa Lucy.
Más información: Disparos en el desierto y polémica científica: el hallazgo que revolucionó el origen del ser humano
La identificación de unos enigmáticos fósiles de huesos del pie de un homínido que vivió hace 3,4 millones de años ha permitido resolver un misterio abierto desde 2009. Los restos pertenecían a una especie distinta de la del famoso fósil Lucy, el primer esqueleto casi completo de australopitecos encontrado en 1974, lo que implica que dos especies ancestrales de homínidos coexistieron al mismo tiempo y en la misma región.
En 2009, un equipo de científicos dirigido por Yohannes Haile-Selassie, paleoantropólogo de la Universidad Estatal de Arizona, desenterró ocho huesos del pie de un antiguo ancestro humano en sedimentos de 3,4 millones de años en el Rift de Afar, en Etiopía. El fósil, denominado “pie de Burtele”, fue descubierto en el yacimiento paleontológico de Woranso-Mille y dado a conocer en un artículo publicado en 2012.
En 2015, el grupo describió una nueva especie, Australopithecus deyiremeda, a partir de fósiles de la misma área, pero no incluyó el pie dentro de esta especie. Tras más de una década de trabajo de campo adicional y el hallazgo de nuevos restos, los autores consideran que pueden asociar de forma fiable estos restos al A. deyiremeda.
El yacimiento de Woranso-Mille reviste especial importancia porque constituye el único lugar donde se dispone de pruebas claras de que dos especies emparentadas de homínidos coexistieron simultáneamente en la misma área. El pie de Burtele, perteneciente a A. deyiremeda, es más primitivo que el de la especie de Lucy, Australopithecus afarensis.
Conservaba un dedo gordo oponible, rasgo crucial para trepar, pero en el suelo A. deyiremeda se desplazaba bípedamente. Con toda probabilidad, impulsaba la marcha con el segundo dedo en lugar de hacerlo con el dedo gordo, como ocurre en los humanos actuales. Esto indica que la bipedestación en los primeros homínidos adoptó diversas formas antes de estabilizarse en el patrón presente.
Para investigar la dieta de A. deyiremeda, se sometieron a análisis isotópico ocho de los 25 dientes hallados en las localidades de Burtele, muestreando únicamente el esmalte dental. Los resultados muestran que, mientras la especie de Lucy era una consumidora mixta de recursos C3 (árboles y arbustos) y plantas C4 (gramíneas tropicales y juncáceas), A. deyiremeda se basaba principalmente en recursos de tipo C3.
El perfil isotópico del carbono se asemeja al observado en homínidos más antiguos, como Ardipithecus ramidus y Australopithecus anamensis, lo que sugiere que A. deyiremeda no explotaba el mismo espectro de recursos que A. afarensis.
Otro aspecto esencial de la investigación fue establecer con precisión la edad de los fósiles y reconstruir el entorno antiguo en el que vivieron estos homínidos. El detallado trabajo de campo en Woranso-Mille permitió definir las relaciones estratigráficas entre los restos, lo cual es crucial para determinar cuándo y en qué condiciones ambientales coexistieron las distintas especies.
Además de los 25 dientes hallados en Burtele, el equipo de Haile-Selassie recuperó la mandíbula de un individuo juvenil que, por la anatomía dentaria, pertenece claramente a A. deyiremeda. Esta mandíbula conserva toda la dentición decidua ya erupcionada, junto con numerosos dientes permanentes en desarrollo en el interior del hueso mandibular, lo que ha permitido estimar que el individuo tenía alrededor de 4,5 años en el momento de su muerte.
El análisis mediante tomografía computarizada de los dientes en formación revela un patrón de desarrollo desigual entre los incisivos y los molares, semejante al observado en los grandes simios actuales y en otros australopitecinos tempranos como la especie de Lucy. A pesar de la creciente evidencia de la diversidad de estos primeros australopitecos —en tamaño corporal, dieta, locomoción y anatomía—, los datos sugieren que compartían pautas muy similares en su modo de crecimiento.
Conocer cómo se desplazaban y qué comían estos antiguos ancestros permite comprender mejor cómo podían coexistir diferentes especies sin que una desplazara a la otra hasta su extinción. El estudio de estos ecosistemas de hace millones de años no solo responde a preguntas sobre nuestros orígenes, sino que también aporta claves para interpretar procesos actuales y futuros, como las transformaciones climáticas.
Fenómenos de cambio climático comparables a los que se observan hoy ya ocurrieron en tiempos de Lucy y A. deyiremeda, y las lecciones extraídas de aquel periodo pueden contribuir a mitigar algunos de los efectos más adversos del cambio climático contemporáneo.