Algunas revistas científicas piden que los autores indiquen cuál ha sido su función para evitar estos comportamientos.

Algunas revistas científicas piden que los autores indiquen cuál ha sido su función para evitar estos comportamientos. Science

Investigación

El secreto a voces de la autoría en los estudios científicos: "En España es común poner a personas que no hicieron nada"

Hay abusos en materia de autoría que obedecen a presiones ejercidas por una figura con poder, como puede ser el responsable de un grupo de investigación.

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Las claves

Yoshua Bengio se convierte en el primer científico vivo en superar el millón de citas en Google Scholar, reflejando su impacto en la inteligencia artificial.

La práctica de incluir autores que no contribuyeron realmente a los estudios es común en España, generando críticas sobre la integridad en la investigación académica.

En España, los comités de ética de la investigación son consultivos, lo que limita su efectividad en combatir la autoría indebida en publicaciones científicas.

La inclusión de autores sin contribución real crea dinámicas grupales y tensiones, y en casos extremos ha llevado a conflictos severos, como el incidente en la Universidad Concordia en 1992.

El informático Yoshua Bengio se ha convertido en el primer científico vivo que supera el millón de citas en Google Scholar, la base de datos que tiene la compañía estadounidense para recopilar trabajos académicos.

Alcanzar esta cifra es sinónimo de que tu nombre se incluye en un importante número de publicaciones. El de Yoshua Bengio aparece en más de 120 trabajos en los últimos dos años (no todos, eso sí, son papers).

Para algunos investigadores, este récord es el reflejo del impacto que tiene este autor en el campo de la inteligencia artificial. Aunque no todos apuntan hacia la misma dirección.

Hay quienes creen que no se trata de una hazaña científica, y que esconde más luces que sombras. Lo consideran incluso un síntoma de cómo la autoría académica se ha convertido en una industria del nombre propio.

Autor por hacer "nada"

Para añadir un nombre entre la lista de autores, la persona debe haberlo redactado, revisado o financiado. Esto es lo que ocurriría en "un mundo ideal", como apunta Sandra González, presidenta de la Oficina Española de Integridad en la Investigación (OEII).

En el real, "es común incluir a personas que no han hecho nada". Esta mala práctica también se da en España. Como se suele dar en la esfera más privada de la vida académica, es difícil cuantificar su frecuencia. Lo que sí parece más claro es que no es exclusivo de estos últimos años.

A Perla Wahnon, presidenta de la Confederación de Sociedades Científicas de España (Cosce), varias personas le ofrecieron que sus nombres aparecieran en su tesis doctoral. Eran jefes de departamento que no habían participado de ninguna forma en su trabajo.

Aquella escena se produjo a principios de los años 70. Es consciente de que sigue ocurriendo. Pero, a diferencia de la decisión que tomó ella, hay quienes sí que terminan cediendo a "una mafia que siempre ha estado presente".

"Hay investigadores que tienen muchísimas publicaciones pero no las han hecho ellos realmente", comenta Wahnon. "Han generado una línea de trabajo y consideran que son 'los dueños' de todo lo que salga a partir de ahí".

En el caso de Bengio, no se considera capacitada como para señalar un motivo claro por el que tenga tantas publicaciones. Le da la impresión de que desde que recibió el Premio Turing, en 2018, "todo el mundo quiere trabajar con él. Si no, no tiene mucho sentido".

Cree que el hecho de que "la gente no se atreve a denunciarlo" responde a un compañerismo mal entendido. "La integridad científica tiene que ir por delante de todo lo demás".

En realidad no sólo se beneficia el firmante, que incrementa artificialmente su currículo, sino que las instituciones también lo hacen. Si alguien publica con asiduidad, es probable que consiga más financiación, lo que "le reporta prestigio a la universidad".

Por ello "en muchas ocasiones miran para otro lado", advierte González, quien propone que se cree un organismo externo a la universidad y a las revistas científicas que se encargara de castigar este tipo de conductas.

Tensiones por los abusos

En España, existen los comités de ética de la investigación. Pero "el problema es que son consultivos", por lo que su función se limita a desaconsejar una práctica que es más frecuente en las áreas de las ciencias de la vida y médicas.

Así lo demuestra un reciente trabajo en el que se encuestó a más de 1.200 investigadores. Una de sus autores, la profesora de la Universidad de Granada Ana María Ruiz-Ruano, lo achaca a que son campos en los que las contribuciones científicas tienen una gran repercusión.

En torno al 20% de las personas que contestaron a la encuesta también reconocieron haber incluido a algún líder del grupo de investigación sin que éste hubiera contribuido en nada a su estudio.

Estas decisiones a veces responden a dinámicas grupales para reforzar a los miembros de un grupo frente a los ajenos, para convertirlo en más competitivo, como señala Rafael Repiso, el también profesor en la Universidad de Granada y experto en biblioteconomía y documentación.

El inconveniente es que casi siempre genera problemas internos, dividiendo al grupo entre los agraviados y los favorecidos. Repiso lo ejemplifica con uno de los casos que mejor ilustra las tensiones derivadas de los abusos en materia de autoría.

En 1992, el investigador Valery Fabrikant mató a cuatro de sus compañeros en la Universidad Concordia (Montreal, Canadá). Acusaba a sus superiores de apropiarse de sus investigaciones y de obligarlo a incluir sus nombres en publicaciones sin justificación.

Fue condenado a cadena perpetua y en 2022 se le negó la libertad condicional. Durante este tiempo ha continuado publicando artículos con el objetivo de demostrar su competencia científica y reivindicar su condición de autor intelectual de diversas líneas de investigación desarrolladas con anterioridad.

Además de incluir al responsable del grupo, otra de las prácticas que se siguen es la de la autoría por reciprocidad; es decir, la firma responde a pactos entre investigadores que acuerdan incluirse mutuamente en sus publicaciones sin una aportación real para ampliar ambos currículos.

La autoría de supervisión genera una mayor discusión. Hay trabajos en los que se limita a una breve lectura, mientras que en otros puede conllevar una responsabilidad intelectual que podría equivaler a la de la autoría principal.

Impunidad con "los tramposos"

Hay algunas revistas científicas que, para evitar estas malas prácticas, han decidido que se incluya la función que tiene cada autor en el trabajo. Pero, como se suele decir, hecha la ley, hecha la trampa.

Desde la OEII reconocen que algunos editores de estas publicaciones confiesan que no les queda otra más que "basarse en la confianza" de los investigadores ante una posible mentira.

La presidenta de esta asociación entiende que no se trata de lanzar la pelota de una tejado a otro, sino de trabajar de manera conjunta entre universidades y editoriales para que esto no suceda.

"Hay que tener una línea roja para que no haya impunidad con los tramposos", añade Wahnon.

Repiso, por su parte, aboga por avanzar hacia un modelo de evaluación que no sólo contemple el volumen de la producción científica, sino también de su calidad.

Y es que el problema de fondo reside en los sistemas de evaluación académica, que tienden a valorar principalmente la cantidad de publicaciones, sin atender con suficiente detalle al tipo de contribución realizada.

Esta situación causa distorsiones notables, como las de investigadores que participan repetidamente como analistas estadísticos para alcanzar posiciones altas, como las de profesor titular, sin haber asumido nunca la redacción completa de un artículo.